Un hueco alarmante en la gestión del sistema educativo (autén-tico problema nacional) es la carencia de cuadros técnicos calificados para desempeñar las funciones que entraña la dirección de la educación básica a escala nacional y estatal. Esta es una llamada de atención para las escuelas normales, desde luego, pero también para las demás instituciones de educación superior.
Las normales necesitan convertirse en verdaderas entidades universitarias, lo cual significa crecer y renovarse conceptual y operativamente, pero también las universidades necesitan reaccionar. Hay un abismo entre las universidades y el mundo del trabajo educativo. Muchas universidades tienen carreras de pedagogía, educación y psicología, pero los planes de estudio de esas carreras lamentablemente fueron concebidos como “carreras generales” y carecen de orientaciones específicas hacia campos de aplicación definidos. En la UNAM, por ejemplo, la carrera de pedagogía ofrece una formación académica completa, pero sin un perfil de aplicación que prepare a los alumnos hacia desempeños profesionales determinados y que dirija a los estudiantes hacia esferas de trabajo concretas.
La deficiencia de expertos en planeación y dirección de la educación básica se relaciona con la oferta y con la demanda. Por la oferta, hay que decir que en México cristalizó una modelo de universidad conceptualmente desarticulado de la producción y asociado a antiguas inercias clasistas y elitistas —esto se refleja en la renuencia de las universidades a inclinarse sobre los problemas de la educación básica. Por la demanda, hay fallas que se relacionan con la estructura de la gestión educativa, su fragmentación (en entidades federales y estatales), su diversidad administrativa (ausencia de un sistema único de gestión) y su alta inestabilidad política (sexenal), todo esto ha impedido que la demanda de cuadros expertos se convierta en un mercado de trabajo estable, diáfano y con reglas explícitas, de modo que la desarticulación oferta-demanda es perfecta.
Los campos donde no tenemos suficientes cuadros intelectuales expertos son muchos: planeación educativa, diseño y desarrollo curricular, gestión del sistema escolar, sistemas de información educativa, diseño y evaluación de políticas, elaboración de programas educativos, evaluación docente, organización escolar, modelos eficaces de enseñanza-aprendizaje, evaluación de aprendizajes, evaluación de escuelas, diseño y producción de materiales educativos, elaboración de libros de texto, diseño y operación de sistemas digitales para educación (TICs aplicadas a educación), investigación educativa orientada a la solución de problemas de la educación básica, etc., etc.
Llenar estos vacíos es una urgencia nacional. Cada vez que cambia una administración (en la federación y en los estados), surge el problema de encontrar expertos que se encarguen de cada uno de estos campos y se comprueba una y otra vez que no existen esos expertos o que hay muy pocos.
¿Qué se puede hacer al respecto? Es obvio que las escuelas normales y demás instituciones de educación superior deben tomar nota de estas necesidades y aplicarse al respecto. ANUIES podría lanzar un llamado a sus miembros. Las escuelas y facultades proponerse cambiar para generar una respuesta. Claro, no es fácil cambiar a las instituciones de educación superior, pero lo que debe pesar a favor del cambio, es la urgencia que tiene el país en resolver este hueco, sobre todo ante el imperativo, insoslayable, de que la educación nacional debe mejorarse.