Pido a mis lectores disculpas por escurrir el análisis de la Reforma Educativa, seguirle los pasos a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, develar las intenciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y las reyertas en sus alrededores. También por evadir la discusión del modelo educativo y las consultas que lleva a cabo la Secretaría de Educación Pública.
El don de la escritura es un don no porque escriba correctamente, sino porque puede dar sentido a su vida. Joël Dicker, La verdad sobre el caso Harry Quebert
Hoy quiero anunciar que mañana mis estimados amigos y colegas, René Avilés Fabila y Vianey Esquinca, me acompañarán en la presentación de mi más reciente libro, Apuntes y letras sueltas: existencia y profesión.
Como ustedes saben, René es un escritor de abolengo, periodista y crítico literario. También es director de Extensión Universitaria en la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco. Vianey Esquinca es columnista de Excélsior y conductora de Excélsior TV. Es una maestra contemporánea de la sátira política y el sarcasmo. René y Vianey escriben con prosa elegante y sutil. Es un honor que hayan aceptado apadrinarme en esta aventura.
Éste no es un texto académico, producto de un proyecto de investigación. Es una colección de pasajes que nunca fueron pensados para que llegaran a la imprenta, con excepción del prólogo y la sección final del epílogo, que titulé “Frente al espejo”. En el pórtico explico el origen y el porqué de esos momentos, en el remate describo cómo me veo, no cómo soy en realidad, porque no lo sé. En ambos hay detalles autobiográficos.
Estos apuntes y letras sueltas se componen de cartas, la mayoría escritas a vuelapluma, aunque las que compongo cada fin de año les encajo tiempo extra, al igual que a las notas de los viajes. Del contenido de esas epístolas surgió el subtítulo, “existencia y profesión”. Incluye correspondencia dirigida a mis seres queridos, a colegas donde comento sus trabajos o de mis estadías académicas. Seleccioné “Cartas de Harvard” y “Cartas de Hiroshima” para dar cuenta de mi trabajo, pero lo mezclo con registros sobre las instituciones, la gente y el paisaje. En algunas de esas cartas aparecen introspecciones que llegaron a mi mente sin que yo las llamara.
Las glosas de mis peregrinaciones las forjo en primer lugar para mí, las guardo en el disco duro, ya que la memoria real se desvanece con el trascurso del tiempo. Cronos no perdona. Me sirven para evocar lugares, situaciones y hasta datos que a veces utilizo en mis proyectos. Me tomó horas considerables pulir las que seleccioné para la miscelánea de apuntes.
Pongo apostillas a muchas de las novelas que leo, no a todas, unas no valen la pena, otras las digiero con rapidez. De algunas cuantas asiento comentarios un poco más largos, ya porque me gusta el personaje central, ya porque me cautiva la forma de narrar del autor o la autora. Escogí unos ejemplos de esas notas, en especial de novelas policiacas.
Tanto las cartas como las observaciones de viaje, una vez que las mejoro, las envío por el correo electrónico a mi círculo íntimo, amigos, colegas y estudiantes. Algunos de ellos me sugerían que les buscara salida en una compilación; incluso, mi primo y amigo, Humberto Cáceres, insistía en que tenía que hacerlo.
No me costó trabajo convencerme, pero sí me tomó bastante rato seleccionar, corregir y organizar los materiales. Luego, buscar una casa que quisiera publicarlas. Mi amigo, Héctor Faya, me presentó a José Antonio Pérez Porrúa, el jefe de la Librería y Editorial Porrúa. Como es costumbre, él me pidió que le dejara los borradores, que los mandaría revisar y decidir si los publicaba; que lo buscara en tres semanas.
En la fecha acordada, le llamé con el fin de concertar una cita. No estaba disponible, pero su secretaria me comentó que ya habían enviado mis materiales a la prensa. ¡Me reprimí para no gritar de gusto!
Varias semanas estuve en contacto con el equipo editorial que dirige José Castellanos y con él mismo en sabrosas conversaciones. Tres meses después, con una portada bella y atractiva, el libro ya era libro.
No obstante que tengo borradores de relatos, no me considero un escritor; no en el sentido de componer cuentos y novelas con expresión fragosa o profunda. Sin embargo, escribo casi todos los días. Tal vez, como dice Joël Dicker, porque le busco sentido a la vida.
La cita es mañana en la Librería Porrúa de Reforma 222. Espero nos acompañen.