Como cada año, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) –las principales instituciones de educación superior del país ubicadas en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México–, llevaron a cabo, en enero y febrero pasado, sus procesos de admisión para ocupar un sitio en alguno de los programas de licenciatura que ofrecen.
El domingo 29 de marzo tocó el turno a la UNAM de presentar los resultados del primero de dos procesos de admisión que realiza durante el primer semestre de cada año. Si bien la noticia no es nueva, no deja de ser un asunto preocupante: la exclusión en la educación superior es un problema que aqueja desde hace tiempo a dicho nivel educativo.
De acuerdo con datos difundidos por la institución, sólo 11 mil 490 de los 128 mil 519 aspirantes lograron obtener un lugar para continuar sus estudios de licenciatura en esta universidad, lo que representa una cifra cercana al 9%; mientras tanto, el 91% de los jóvenes que quedaron al margen tendrán que considerar otras opciones.
Debido a la gran demanda de jóvenes que buscan ocupar un sitio en los 112 programas de licenciatura (actualmente 113 con la aprobación de la Licenciatura en Ecología), el proceso de admisión de la UNAM adquiere ciertas particularidades. Por ejemplo, no existe un número establecido de aciertos para ser aceptado, sino que éste es definido por el aspirante que más respuestas correctas haya obtenido en el examen y de ahí los lugares disponibles se distribuyen entre el resto de los jóvenes con puntuación apenas menor.
En el caso de la carrera de Médico Cirujano que se imparte en la Facultad de Medicina, el máximo de aciertos obtenido en el proceso 2015-I fue de 119, de un total de 120; quienes obtuvieron un lugar en este programa sus resultados no debieron distar mucho de esta cifra, con la demanda que existe, obtener 110 aciertos representaría una gran probabilidad de quedar fuera. Lo paradójico del proceso de admisión radica en que para otros programas de la misma institución se requirieron alrededor de 60 aciertos en procesos anteriores. ¿Qué sucede con los jóvenes que, a pesar de obtener un puntaje alto, quedan fuera de la Universidad? Poco se sabe de ello.
Precisamente, es acerca de este grupo de jóvenes que no logran ingresar a instituciones como la UNAM sobre quienes pocas investigaciones académicas se han preocupado. Mientras tanto, preguntarnos qué sucede con estos jóvenes que no fueron admitidos en la institución de su preferencia nos permite pensar que esperarán los resultados de las otras instituciones para las que presentaron también el examen de ingreso (en caso de que hayan postulado para más de una institución), que lo intentarán nuevamente en el siguiente proceso de admisión, que se inscribirán (tal vez con cierta resignación) en otra institución o que definitivamente declinarán en sus aspiraciones educativas y se dedicarán a otras actividades.
La exclusión educativa de la que son parte cada año una gran cantidad de jóvenes no es asunto menor, quizá sea momento de reconsiderar la creación de nuevas universidades que satisfagan las expectativas de los aspirantes. Desde la creación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en 2001, en esta zona no se ha creado una institución de educación superior que represente una alternativa real para los jóvenes que aquí radican; por el contrario, desde hace más de una década la demanda educativa busca satisfacerse con instituciones de orientación tecnológica.
No se resta importancia a estas instituciones, la diversidad institucional resulta en muchas ocasiones beneficiosa para cualquier sistema educativo, pero es claro que, ya sea por desconocimiento o por intereses de distinta índole, dichas instituciones parecieran no representar una opción prioritaria para muchos jóvenes que habitan en los alrededores de la Ciudad de México y del resto de la república.
Con una gran cantidad de jóvenes, se estima que son 100 mil cada año, que no logran ingresar a una institución educativa de nivel superior en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, la meta de alcanzar la cobertura de 40 por ciento en dicho nivel educativo al finalizar la presente administración federal no será encomienda sencilla; más todavía cuando las intenciones e intereses de las autoridades educativas parecen ir en dirección contraria a las de miles de jóvenes que buscan ingresar a la educación superior.
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*Estudiante de maestría del Departamento de Investigaciones Educativas (DIE)-Cinvestav.