“Los estudiantes no están vivos.
Los mató la infamia y la sin razón en
que vive una parte de nuestro país.
No creo que estén vivos.
Ni ellos ni quienes los mataron.
Gente muerta por dentro, desde siempre”
Angeles Masttreta.
En México, las instituciones representan al poder, su papel consiste en conformar la realidad social, dar existencia oficial a las relaciones sociales, consolidarlas y legitimarlas, por lo que todos sus actores no son más que las presas de una telaraña institucional que ha sido construida bajo el principio de que la unidad nacional sólo es posible mediante la uniformidad cultural, donde la exclusión es su base.
Michel Foucault (2002) señaló que los sistemas de exclusión se apoyan en una base institucional y que éstos van acompañados de una serie de prácticas determinadas por quienes representan a las instituciones.
¿Quién representa actualmente a las instituciones en este país? Una clase élite, con sus honrosas excepciones. Personas amorales que en otro tiempo permanecían en una especie de imperio subterráneo. Sus capacidades personales, profesionales e intelectuales no son necesariamente las mejores, las herencias y las relaciones pasan de generación en generación en apellidos con intenciones y actividades similares, formando parte de cotos de poder bien entramados con fortunas incalculables y lo más preocupante, sin una visión del bien público porque con base en el o los presupuestos públicos se reparten concesiones, contratos, licencias, notarías, puestos de trabajo, comisiones, etc. El calificativo de servidor público parece ser del pasado y todo puede ocurrir en los entretelones de la clase política sin que exista cuando menos, una amonestación verbal.
En este momento, la ciudadanía está cada vez mas polarizada y por eso, no debemos ni podemos quedarnos paralizados. Es tiempo de exigir un mejor gobierno, mejores políticas públicas, mayor seguridad, aplicación de justicia y un alto a la corrupción y a la impunidad. Observen a su alrededor y descubran por si mismos si es que en México crece y crece la complicidad en torno a la impunidad.
Pedro Flores Crespo escribió hace unos días, refiriéndose a la comparecencia del Secretario de Educación: “ algunos senadores fijaron su posición basándose en sus propias creencias, visiones personales y en evidencia anecdótica. Obviaron el conocimiento científico acumulado. ¿Para qué sirve el presupuesto público asignado a los legisladores para contratar asesores?”.
Permitir que nuestros representantes se basen en evidencias anecdóticas, es un insulto a la inteligencia ¿ de qué sirven las comparecencias si son un desfile de cuestionamientos a modo , basados en sus propios puntos de vista derivados de su escasa o nula formación?. Sobre todo porque gastan grandes cantidades de dinero en supuestos asesores quienes por cierto también, constituyen todo un cuerpo de influyentes que viven a expensas del erario público tanto federal como estatal
Dependiendo de sus intereses, de lo que quieren para su futuro o lo que les indican sus bancadas, es como pretenden “hacer su trabajo” para después conseguirse “otra chambita” u otra representación popular sin que nunca rindan cuentas sobre su actuar.
No podemos permitir que esta situación siga presentándose, no estoy de acuerdo en que son las peores prácticas del pasado porque nunca han cambiado, se quedaron estancadas, por eso estamos rezagados y por eso hay tanto atraso en las supuestas investigaciones en el caso Ayotzinapa, la consigna es distraernos del tema hasta que se olvide y una vez más, reine en México la impunidad.
Vía la exclusión o el repudio, las culturas de los grupos sociales subordinados, heredadas por los alumnos de los diferentes niveles y modalidades son acotadas en las escuelas. En pleno siglo XXI, una de las instituciones en donde se manifiesta claramente la exclusión es en la escuela, a través de las prácticas pedagógicas y los mecanismos en los que se apoyan. Cuando Foucault examina el orden social, enfatiza: “Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y poderes que implican” (p. 45).
La matrícula de la Normal Rural de Ayotzinapa es ejemplo del tipo de población estudiantil que aglutina: en su mayoría hijos de campesinos, de indígenas, de marginados urbanos o de trabajadores rurales, les identifican como “los ayotzinapos”.
Hijos de mexicanos como todos, pero muchos en una situación de pobreza extrema .Para llegar a ver a uno de los alumnos heridos, los padres viajaron 24 horas y tuvieron que salir a pedir prestado en su comunidad a media noche para poder trasladarse. Sin duda, estas familias no sólo tienen hambre de justicia. Escuela pobre para alumnos y familias pobres, los permanentemente excluidos del sistema. ¿Cómo no indignarse cuándo en otras situaciones existe todo el apoyo institucional?¿ O en las campañas políticas hay un despilfarro de recursos y de apoyos preelectorales?¿ O se gastan millones en aviones privados? ¿O se dan bonos a quienes no trabajan?
Giandomenico Majone dice que la “argumentación es el proceso fundamental que siguen los ciudadanos y los gobernantes para llegar a juicios morales y a la elección de políticas”, de ahí la gran importancia de la discusión pública.
Basta de discursos vacíos, de reuniones sin sentido, de chantajes, de desinformación o de ruedas de prensa para decir lo que conviene. Necesitamos respuestas para convencernos de que nuestras autoridades y políticos son confiables y que ejercen sus tareas de manera transparente y profesional. Si no es así, hay que demandarles y aplicarles todo el peso de la ley .
Referencias
Foucault, Michel (2002), El orden del discurso, Barcelona; Tusquets editores, Segunda edición para Fábula.
La clase política hereda el poder a los juniors, en Proceso