Eduardo Backhoff Escudero*
En su libro, De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad, Yuval Noah Harari relata cómo el Homo sapiens pasó a ser la especie más predominante en el planeta gracias a la evolución cognitiva, que hizo posible el desarrollo del lenguaje ficcional. El lenguaje le concede al Hombre la capacidad extraordinaria de transmitir información acerca de todo lo que pasa a su alrededor o en lugares lejanos e, incluso, de las cosas que no existen y que están más allá de su entendimiento. Esta condición le ha permitido al ser humano crear mitos que le confieren una capacidad única: la cooperación entre personas que, incluso sin conocerse, comparten la misma visión del mundo (por ejemplo, religiones y orientaciones políticas), lo que les permite trabajar en pro de una meta en común.
El uso del lenguaje, el intercambio de ideas y experiencias, la escritura y la solución de problemas permitieron que se desarrollara el pensamiento lógico, las matemáticas, así como la Filosofía y el conocimiento científico y, con éste, la tecnología. El Hombre desarrolló progresivamente un pensamiento inteligente que le ha permitido entender mejor el mundo y, con ello, resolver sus necesidades más apremiantes. De estas necesidades nace en Estados Unidos el Internet (1983) que, no solo revoluciona la comunicación e interacción entre los seres humanos, sino que trastoca todos sus ámbitos, incluyendo la vida privada y social.
Con el desarrollo del Internet nacen las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram), que permiten la comunicación inmediata de todo lo que acontece globalmente. El mundo se llena de información que hacen pública las personas y las instituciones con distintos motivos. Los medios de comunicación utilizan las redes sociales para informar; los políticos para destacar sus intenciones; y, las autoridades para dar a conocer sus políticas públicas y programas de gobierno o para dar explicaciones sobre sus acciones. Este mundo de información, donde hay verdades y falsedades, muchas veces indistinguibles, se vuelve un verdadero rompecabezas para los ciudadanos. ¿Qué y a quién creer? Ante la incertidumbre, las personas se inclinan por poner atención solo a quienes piensan como ellas, independientemente de la veracidad de lo que dicen; también desechan, por principio, las opiniones de aquellas con las que no tienen afinidad, ya sea por sus creencias religiosas, por sus posicionamientos políticos, por su origen étnico o género.
En este contexto surgen las fake news que, de acuerdo con Wikipedia, no son otra cosa que información falsa que se presenta como “noticia nueva”, con el propósito de desinformar o desorientar al público y cuya intención es dañar la reputación de una persona o entidad, así como para promocionar algún producto. Estos contenidos falsos se han incrementado recientemente con el uso de las redes sociales que, muchas veces, sirven a propósitos políticos y cuyo alcance se multiplica con el uso de algoritmos informáticos que se encargan de distribuirlas masiva y repetidamente, hasta lograr su objetivo: engañar, confundir y hacer dudar a las personas sobre un tema en particular.
Una forma de poder discernir entre la información verdadera y la falsa que circula en los medios electrónicos es utilizar los principios del Pensamiento Crítico, que se entiende como la habilidad de pensar por sí mismo y de tomar decisiones de manera razonada. Se trata de un proceso cognitivo mediante el cual se usa el conocimiento y la inteligencia para llegar de forma efectiva a la postura más razonable y justificada sobre un tema. Para ello, hay que adoptar la actitud de un pensador crítico; reconocer y evitar los prejuicios cognitivos; identificar y caracterizar argumentos; evaluar las fuentes de información; y, finalmente, sopesar los argumentos y contra argumentos. No se trata solo de pensar, sino de hacerlo de la mejor manera posible. Ser capaz de utilizar el pensamiento crítico significa que no se acepte, necesariamente, la opinión de la sociedad ni del gobierno, que se conozcan los argumentos a favor y en contra y que se tome una decisión propia respecto a lo que se considere verdadero o falso, aceptable o inaceptable, deseable o indeseable.
Por desgracia, el presidente de México no favorece que las personas piensen críticamente, lo que describe magistralmente Sara Sefchovich, en su artículo “Disculpe Presidente, pero no…” (https://t.co/RIIip6aqf7?amp=1), donde asevera que la crítica es parte esencial de una democracia y que no todos los que critican al gobierno de la 4T son sus adversarios. Si queremos mejorar nuestra democracia, necesitamos desarrollar el pensamiento crítico en los futuros ciudadanos, pues es la manera más adecuada de tomar decisiones propias, que se fundamenten en un análisis riguroso y concienzudo de la información disponible.
*Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A. C.
@EduardoBackhoff