Sonia del Valle / La Mala Educación*
Durante 15 años investigué como periodista, a fondo, la política educativa en México. Eso se dice fácil para quienes no conocen qué significa adentrarse en uno de los sistemas políticos más opacos. Y frente a la opacidad, lo que sí había, era escasez de voces y debate educativo en el país.
En el 2003, cuando comencé a investigar la política educativa había solo dos actores preponderantes que conducían el debate público de la educación en México: la Secretaría de Educación Pública y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Es cierto que en las universidades y centros de investigación, la investigación educativa estaba presente, pero no así las voces dispuestas a debatir con las actores preponderantes del sistema educativo, y podría contar anécdotas al respecto, pero no es asunto de esta mi primera colaboración en Educación Futura.
Lo que sí reconozco es que durante los años que ejercí el periodismo de investigación educativa, me extrañaba la falta de discusión pública sobre la educación en México, sus fines, programas, leyes, financiamiento, opacidad, acuerdos cupulares y carencias.
La falta de apertura del sistema, dio como resultado la falta de conocimiento por parte de la sociedad sobre la forma cómo opera, funciona y se gestiona el sistema educativo, uno de los más grandes del mundo, lo que en sí mismo revela también su complejidad.
En esos años fui testigo de primera mano de acuerdos firmados a favor de la calidad de la educación, la simulación por transparentar la nómina educativa, la batalla por la evaluación de los maestros y de los alumnos, los abusos de las cúpulas sindicales, la política por encima de los beneficiarios directos del sistema: los estudiantes.
Pero a cada nuevo acuerdo, reforma, política o programa de gobierno también constaté la falta de generosidad de los actores educativos por explicar no sólo sus alcances y beneficios, sino la comprensión del sistema educativo como un conjunto complejo, desigual, profundamente inequitativo y diverso.
Es decir, lo mismo daba anunciar un programa, acuerdo o ley para docentes, si en el imaginario colectivo se considera que todos los maestros, son iguales. La sociedad en su conjunto, la que paga con sus impuestos el sistema educativo, desconoce que tenemos más de 800 plazas distintas de maestros de educación básica, desconoce que en cada entidad los maestros tienen prestaciones diferenciadas, que hay maestros que realizan todo tipo de funciones en sus escuela porque se trata de una escuela con un solo docente, y hay maestros de asignatura con una o dos horas a la semana y maestros que no son profesionales de la docencia, pero trabajan en las escuelas comunitarias.
Lo mismo sucedía cuando se anunciaba un programa de rehabilitación de escuelas. Ningún funcionario educativo podía contestar una pregunta simple: ¿Al terminar este programa cuántas escuelas faltarían por arreglar? O bien: ¿Qué porcentaje de las escuelas que están en muy malas condiciones, porque algunas de ellas no tienen drenaje, baños, paredes, techo, pisos, luz, barda perimetral, salones equipados, faltarían por arreglar? En el 2016 el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) dio a conocer un primer resultado de la Evaluación de las Condiciones Básica para la Enseñanza y el Aprendizaje (ECEA) y señaló que el 3.1% de las escuelas primarias no cuenta con los servicios básicos de agua, luz y drenaje; sólo 42.5% de las escuelas se proporciona agua purificada para beber a los estudiantes; lo que significa que en la mayoría no existe la posibilidad de beber agua potable.
En fin, los datos del INEE son escalofriantes, si se considera además que el 16.7 por ciento de las escuelas primarias no tienen luz, en pleno siglo 21 y ya de computadoras e internet, ni hablamos.
Es por eso que a lo largo de los años que investigué el sistema me fue creciendo una preocupación, la falta de una política de comunicación educativa, por parte de las distintas instituciones educativas, para explicar el sistema educativo.
Muchas veces lo comenté con los funcionarios. “De verdad requieren explicar de qué se trata lo que están haciendo”, como qué es la evaluación, para qué sirve, a quién se aplica, cuáles son sus beneficios, cuáles sus riesgos; cómo es el sistema educativo, quién depende de quién; cuáles son los derechos de los maestros, cuáles son los derechos de los estudiantes, a qué tiene derecho un padre o una madre de familia cuando inscribe a su hijo en una escuela, a dónde pueden acudir para presentar una queja; qué significa una plaza, todas son iguales, qué es la nómina educativa y qué paga, quién la paga, cómo se hace, qué son las economías en la nómina, qué se hace con ese dinero, cuántos fondos educativos hay y cómo se transfieren y a quién, quién los ejerce, cuántos maestros hay y de qué tipo, cuáles son sus credenciales, qué credenciales tendrían que tener, cómo son las escuelas, cómo es una escuela modelo, cuántas escuelas modelo hay en el país, qué debería aprender un estudiante en cada grado escolar, cuál es el perfil de docente que necesitamos, qué se enseña en las escuelas, qué dice la ley, cuántas leyes tenemos; qué es un Acuerdo Secretarial y para qué sirve.
La respuesta, tanto de los funcionarios de la SEP como del SNTE era casi simular. ¿Para qué hay que explicar el sistema y su funcionamiento? ¿A quién le importa?
Hoy que el debate educativo se ha reducido a estridencias y puede conducir al colapso de la educación, me parece que no hay nada más urgente que darnos a la tarea de hacer un ejercicio de comunicación educativa para ampliar el conocimiento y la conversación sobre el sistema educativo. El sistema educativo necesita aliados con urgencia que comprendan su dificultad y debilidad estructural para fortalecerlo en lugar de colapsarlo, pero nadie puede ser aliado de una causa que le es ajena.
Bienvenidos, bienvenidas a esta nueva conversación educativa.
*Sonia del Valle Lavín. Soy periodista y en los últimos 15 años de mi trabajo profesional me dediqué a investigar y documentar la política educativa de México, poniendo especial énfasis en la educación básica. Trabajé casi tres lustros en el periódico Reforma y me especialicé en el sistema educativo. Mi trabajo como reportera se enfoca primordialmente en el derecho a la educación, porque estoy convencida que es el derecho que abre todas las puertas para el ejercicio de todos los derechos. Es el derecho que los especialistas llaman “habilitante”. Soy maestra en Periodismo Político. Twitter: @lamalaeducacion