En cuanto hablamos del término “evaluar” aludimos a una noción conceptual que tendrá una definición distinta según el objetivo que persiga. Si evaluar significa: señalar el valor de algo; estimar, apreciar o calcular el valor de algo; la idea de “evaluar” implica la necesaria existencia de un parámetro para comparar los valores.
A continuación subrayaremos dos ideas generales de la evaluación educativa en nuestro país. La primera, sobre la política de evaluación y sus instituciones; la segunda, la evaluación de los aprendizajes, como consecuencia de las políticas de evaluación.
El sistema de evaluación en México
De acuerdo a la OCDE (2012), la evaluación educativa en México opera en cinco niveles: 1. El sistema nacional, 2. Los subsistemas estatales, 3. La escuela, 4. El maestro, 5. El alumno. Cada nivel tiene sus instrumentos y sus escalas, con funciones específicas. En todos los casos la evaluación se ocupa para inscribir, ingresar, acreditar, promocionar, regularizar o certificar.
La revisión externa realizada por la OCDE, ha delatado que México “no cuenta con un marco integrado de evaluación diseñado como un todo” (OCDE, 2012, pág. 40), dicha organización menciona que las políticas educativas de la evaluación en México, se articulan en función de la Ley General de Educación, y de los programas sectoriales en turno que opera la Secretaría de Educación.
Sin embargo hay otros organismos federales que emergen en el marco de la evaluación: CENEVAL, INEE, y CONEVAL, que evalúan a las instituciones, a los programas y a los actores educativos (profesores y alumnos). En suma hay pocos aciertos, y los bajos resultados se han vertido con sentido de culpa en las acciones de los individuos, y no se ha subrayado la insuficiencia de las instituciones.
Esta práctica evaluativa, de manera general, se ha posicionado en el sistema educativo en los últimos 25 años, como parte inevitable del modelo económico, en el que el resultado o el mérito, son la muestra fehaciente que justifica la asignación de recursos, o la acreditación de un programa, o la promoción de un profesor o alumno.
La evaluación de la educación
Como parte del proceso educativo, la evaluación aparece como un proceso indispensable, para conocer cómo se está desarrollando la práctica educativa, si se acerca a términos de suficiencia, o hace falta eficientar las acciones.
La finalidad de los registros de esta evaluación se explicitan por nivel y modalidad en las Normas de Control escolar de cada ciclo escolar, en donde se describe la función de las calificaciones aprobatorias obtenidas por los alumnos.
Como proceso alterno a lo que ocurre en las aulas, han habido pruebas complementarias en el transcurso de los años: Instrumento para el Diagnóstico de Alumnos de Nuevo Ingreso a Secundaria (IDANIS), Examen Nacional de Ingreso (EXANI), Exámenes para la Calidad y el Logro Educativo (EXCALE), Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), y ahora el Plan Nacional para as Evaluaciones de los Aprendizajes (PLANEA).
Esas pruebas estandarizadas no han dado muestra equiparable con los promedios reportados en las escuelas, por dos razones principales. La primera radica en la composición de las calificaciones escolares, mientras que los registros se componen de diferentes instrumentos como examen, trabajos, tareas, etcétera; los resultados estandarizados ofrecen sólo el referente de un examen de opción múltiple, pero le faltan los registros procesuales, como trabajos en equipo y desempeños en el aula.
La segunda razón de la diferencia entre los resultados estandarizados y los registros oficiales de los alumnos, tiene que ver con la fetichización del número. Es decir, se ha priorizado la obtención de la alta calificación en lugar de atender el desarrollo de competencias, o adquisición de conocimientos. O peor aún, todo se traduce en la simulación en la que residen muchos profesores y alumnos.
Otro punto en contra radica en la normatividad de la evaluación. Desde 1994, la evaluación de los aprendizajes de los alumnos descansa en una escala de 5 a 10. Donde hay reprobación con 5 y aprobación de panzazo con 6. El Acuerdo 200, se perfiló como parámetro para el Plan 1993, de educación básica. Y ahora con el cambio de Planes, se ha reeditado el acuerdo de evaluación pero permanece la escala de 5 a 10.
Los acuerdos se numeran desde el 200, 499, 648, 685 y 696. En todos se conserva la gracia de la mitad ganada (el 50%). Y cambian… algunos registros y hay variantes en los nombres de los documentos. Sin embargo no se ha acentuado la nueva lógica de evaluación: evaluar para el aprendizaje. Las prácticas evaluativas siguen perfilándose como finalistas o sumativas. Y quedan poco verificados los aprendizajes esperados.
El sistema de evaluación en nuestro país, no retroalimenta. De acuerdo con la apreciación de Pedro Ravela, en el Congreso de Evaluación, Debate 2014, el resultado del examen en Uruguay fundamentalmente va dirigido para el maestro; y aquí en México vemos que los resultados de la evaluación alimentan las notas amarillistas de la prensa.
Recomendaciones para la evaluación de los alumnos
Según el documento de la OCDE, publicado en inglés desde 2012, y (convenientemente) traducido al español hasta 2014, propone algunas acciones para mejorar nuestra política evaluativa:
-Asegurar una estrategia integral y coherente para la implementación de la RIEB.
-Consolidar el dominio del aprendizaje y la evaluación formativa de los maestros.
-Desarrollar un nuevo enfoque para asignar calificaciones.
-Desarrollar una buena estrategia para fortalecer las capacidades de los maestros para la evaluación de los alumnos.
-Rediseñar y fortalecer el papel de los supervisores.
-Promover el uso formativo de las evaluaciones estandarizadas de los alumnos.
-Desarrollar un marco de trabajo más articulado y coherente para la evaluación externa.
-Desarrollar estrategias para hacer frente a los efectos no deseados de ENLACE.
-Asegurar que la evaluación de los alumnos sea inclusiva.
-Mejorar la información para los alumnos y los padres de familia.
Cada recomendación (OCDE, 2014, pág. 90-98) se desglosa de manera generalizada. Tal vez se parezcan las recomendaciones de la OCDE y las prescripciones del Programa Sectorial de Educación del Gobierno en turno, posiblemente porque surgieron en el mismo año.
Lo cierto es que los esfuerzos registrados hasta el momento siguen siendo poco articulados. La evaluación en México, ya se revisó por la OCDE, y ahora tiene la batuta el INEE. La evaluación, pese a las políticas y recomendaciones, sigue anclada en el Acuerdo 200, y parece inamovible.
Quienes sufren ahora la aplicación de la evaluación, son los maestros. La oleada de la “evaluación” despierta las más sanas expectativas que de nuestro sistema educativo se mejore; sin embargo, la realidad apunta en otro sentido. Entonces ¿qué se tendría que evaluar de la evaluación?