Miguel Ángel Pérez Reynoso
A partir de la nueva ley de la carrera para las maestras y los maestros, se habla de dos promociones (la vertical y la horizontal) para incentivar el trabajo de las y los docentes en servicio, en una es para poder ascender en cuanto a los nombramientos y de esta manera poder pasar de ser maestro frente a grupo, para ser director de escuela, supervisor de zona, etc. Y en el otro es que sin perder el lugar y la función se trata de recibir un incremento al salario. Eso me recuerda al viejo esquema de carrera magisterial incluso también refiere en parte de la tan odiada evaluación punitiva en el sexenio de Peña Nieto.
Ahora de nuevo, parece que se ponen nuevas trampas para las y los docentes que decidieron participar aun cuando las reglas son igualmente ambiguas a los esquemas anteriores: problemas con la plataforma, preguntas que no tienen respuestas y lo peor de todo, un esquema de evaluación que lo que busca no es incentivar el buen desempeño docente sino más bien, lo que busca es justificar la forma de cómo se dejará fuera a miles de docentes que no podrán tener ningún tipo de beneficio.
La evaluación del desempeño docente es un tema añejo, el poder contar con algunos recursos técnicos y teóricos para verificar qué tanto saben los docentes y qué tanto saber hacer. El problema está en que no es posible condicionar los estímulos de cualquier tipo (salariales, profesionales o de ascenso) a un esquema de evaluación que además muestra infinidad de inconsistencias.
La carrera para las maestras y los maestros deberá de gozar de un fondo de recursos económicos que garantice los ascensos y también debe ser más transparente en cuanto a las reglas que sirven de base para regular tanto los ascensos por la vía vertical como los incrementos en el esquema horizontal. En el fondo tal como ha sido mostrado por la reciente experiencia de hace pocas semanas, todo lleva a pensar que más bien se trata de que con un nuevo discurso las cosas sigan igual. El efecto gatopardista de la nueva reforma.
La evaluación del desempeño de las y los docentes es necesaria en todo momento, pero con pretexto de ella, no se pueden condicionar ni los ascensos ni tampoco los incrementos al salario.
La evaluación debe servir no para castigar como sucedió en el sexenio de Peña sino para mejorar ¿Cómo? Se trata de buscar formas y mecanismos que permitan conocer cuáles son las inconsistencias desde la práctica, los docentes deben estar conscientes y también dispuestos a colaborar en estudios que valoren y validen su conocimiento práctico. Este es el fondo del asunto, cuáles son las y los buenos docentes para distinguirlos de todos aquellos que requieren un mejor acompañamiento para mejorar sus habilidades prácticas, pero todo ello no puede estar condicionado ni los ascensos, ni tampoco a los incrementos ni de salario ni tampoco de mejor estatus en la estructura profesional.
La ley deberá modificarse para garantizar la justicia pedagógica e incentivar a todas aquellas y todos aquellos docentes que con su esfuerzo y entrega profesional dan buenos resultados. De esta manera, no es posible someterse a un examen mañoso y confrontativo y que tenga como contraparte el trabajo de todos los días. Esta es la mejor muestra del profesionalismo. Entonces, ¿en dónde están las diferencias de lo que tanto se presumió que iba a cambiar?