Después de concluir todas las etapas de la evaluación docente que nos fue aplicada a un porcentaje de maestros del Nivel Medio Superior (NMS), la cual terminó el domingo 29 de noviembre pasado, en lo personal -y en lo general, así me lo compartieron mis colegas que acudieron a la misma, no solo de mi plantel sino del estado de Jalisco- la opinión común fue que: dejó mucho que desear. Sin descartar la parte positiva que todo suceso suele tener, ¡uff! hicieron falta muchas cosas. “En el Servicio Profesional Docente estamos aprendiendo a evaluar”, así le dijeron a un colega que cuestionó la evaluación. Sí, están aprendiendo a hacerlo, pero en ese proceso tan delicado como es la evaluación de un Docente, mismo que el evaluado conoce a cabalidad porque lo aplica en su diario quehacer, atreverse a decirle: eres bueno o malo después de medirle sólo unas cosas, es muy aventurado y peor aún, atreverse a separarlo del servicio educativo -como se ha dicho que se hará si reprobamos tres veces- por causa de una evaluación “insuficiente”, es por decir lo menos, irresponsable.
Pero… ¿Acaso podía esperarse algo diferente?, es decir, ¿que la evaluación docente fuera bien hecha sabiendo que forma parte de una Reforma “educativa” lanzada al “vapor”?. Por supuesto que no, sin embargo, montados en la lógica de que nada es absolutamente negativo siempre puede esperarse “algo” positivo aun en aquello que se muestra completamente nefasto.
Estoy hablando de la más importante de todas las Reformas implementadas por el gobierno, la que puede sacar al país adelante en todos los ámbitos y de manera sostenida, pero al gobierno parece no importarle la opinión y el sentir de aquellos que están inmersos en el proceso, dice estar dispuesto al diálogo pero que no va a cambiar nada de la Reforma, entonces… ¿qué sentido tiene sentarse a conversar con él?. ¡Uff!.
Esperaré los resultados de mi “evaluación”, y los de mis compañeros evaluados para compararlos con nuestro desempeño laboral real. En mi escuela nos conocemos todos –igual sucede en la mayoría de planteles hermanos–, y sabemos hasta dónde llega laboralmente cada colega. Podrán ser juicios de valor los que emita cada quién a partir de los resultados de esta “micro-evaluación” al empatarlos con lo que vemos –oímos– sabemos de cada docente, pero definitivamente hay casos -positivos y negativos- en los que la lógica se impone de manera irrefutable.
A lo largo de mis años de servicio he conocido profesores excelentes en teoría del conocimiento, pero cuestionados por sus alumnos en su práctica docente (también los tuve cuando cursé mi ingeniería), y también los he conocido excelentes en su práctica docente pero poco interesados en la teoría. Me pregunto entonces… ¿cómo diablos una evaluación insuficiente como la aplicada podrá detectar sus carencias?.
En fin… quise concluir todas las etapas de la evaluación para poder opinar con mayor certeza, y de entrada diré que…
Ante la insuficiencia de mayores elementos medibles en el proceso de evaluación llevado a cabo por el Servicio Profesional Docente para evaluar a los profesores del Nivel Medio Superior, anticipo que sus resultados -salvo los casos lógicos que mencioné anteriormente- en su gran mayoría serán inciertos, poco confiables. Difícilmente mostrarán: la calidad del trabajo académico desarrollado por un docente, sus cualidades, su trayectoria, el empeño, la dedicación, el esfuerzo, la empatía, la disciplina, y todo aquello que hace bueno a un profesor. La “evaluación” acontecida fue un experimento teórico, escaso, mediocre, acerca de lo que es la práctica docente.
Colega, si apruebas tu evaluación, ¡te felicito!… ¡Bien por ti!, pero esto, lo siento, no significará que seas un buen maestro, quizás estés en vías de serlo y eso es ganancia, pero que con tres exámenes y con cuatro evidencias subidas al SPD ya lo seas, perdón… pero no. Hicieron falta muchas cosas a medir las cuales por los apresuramientos (la maldita costumbre de hacer las cosas: “a la carrera”, al “hay se va”, al “primero los matamos y después veriguamos”) de la Reforma desgraciadamente el proceso: no contempló.
Si quieres darte una idea -más o menos general- de lo que debes cubrir para llegar a ser un buen profesor te dejo la siguiente liga:
Caso contrario, si repruebas tu evaluación a mi juicio es exactamente lo mismo, ello no te hace mal profesor, o que no estés cumpliendo bien con tu quehacer. Resulta que a las autoridades educativas mexicanas se les “ocurrió” esta vez, siguiendo las instrucciones de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), que son malos profesores aquellos que se salen de sus esquemas. Pero tú y yo colega, los que de lunes a viernes vamos a trabajar en las aulas con diferentes materias, diferentes grupos escolares y además numerosos, casi siempre en condiciones adversas, enfrentamos realidades distintas en contextos diferentes a los que detrás de un escritorio ven las cosas de manera simplista.
Respecto de los exámenes…
Todos los exámenes fueron en línea, con un horario que se respetó puntualmente en los tres casos.
El examen de conocimientos acerca del cual comentaré esta vez constó de cien reactivos (en mi caso del área de matemáticas), los cuales estaban dentro del nivel de bachillerato, es decir no hubo cosas raras o extrañas (punto a favor para el CENEVAL que fue la instancia que los diseñó). Se dieron tres horas para contestarlo, mismas que fueron insuficientes para el 99% de los sustentantes (punto en contra pues no estuvo bien calculado). Y es que, entre sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, raíces cuadradas y números elevados al cuadrado, hecho todo “a pie”, sin calculadora, francamente el tiempo se consumió en un “dos por tres”. Soy partidario de que los profesores dominemos la realización de operaciones al estilo clásico, pero si el tiempo es limitado, entonces me inclino por utilizar calculadora, el celular o la tablet. Cabe mencionar que algunos reactivos requerían operaciones simples y directas, otros ninguna operación, pero había muchos en los era necesario realizar operaciones un tanto laboriosas para establecer resultados con diferencias en decimales. En mi caso –y por lo que escuché sucedió con los demás docentes–, a dos horas de haber iniciado el examen, apenas había llegado al reactivo número 50, los otros 50 los contesté uno por minuto, por simple inspección e intuición. Hubo quienes dejaron inconcluso su examen.
Dejo constancia de los siguientes hechos
Después de iniciado el examen –más o menos a los 20-30 minutos– uno de mis colegas del grupo le comentó a la persona encargada de aplicarlo (persona que supongo era del SPD), acerca de la necesidad de emplear la calculadora en algunos reactivos. La aplicadora preguntó al resto del grupo si eso era verdad, algunos dijeron que sí, por lo que autorizó su utilización. Sin embargo hubo réplicas de otros colegas porque al estar señalado en el cartel de las Normas para los participantes la no utilización de la misma so pena de cancelación del examen, ellos -igual que yo- no habían llevado el aparato. Entonces la aplicadora decidió salomónicamente que el aparato podía compartirse entre todos. ¡Uff! pensé para mis adentros, ¿quién diablos querrá compartir su “hermosa” calculadora en este preciso momento? Yo no por cierto ¡Ja! (si la hubiese llevado). Mi compañero de al lado inmediatamente sacó la suya y aunque yo igual la necesitaba para agilizar mis cálculos de cualquier manera no se la pedí porque intuí que, una de dos: o me la negaría, o quizá me la prestaría de mala gana (y con razón), así que ninguna de las dos opciones me pareció agradable y mejor me puse a contestar lo que pudiera haciendo mis cuentas en una hoja de papel. Después de transcurridos unos 20 minutos de la autorización del uso de la calculadora llegó al aula uno de los jefes de la aplicadora, y sin más nos dijo a todos que por órdenes de la Secretaría de Educación Pública, no debía utilizarse la calculadora y que por lo tanto quienes lo estaban haciendo la guardaran, cosa que se obedeció sin replicar. No hubo mala fe en nadie, pero sí demostró dos hechos que deben analizarse y evitarse: por una parte el querer “saltarse” la norma que con anterioridad se había notificado y por otra el desconocimiento de la misma por quienes estaban encargados de aplicar el examen.
La atención que se nos brindó por parte de los aplicadores a los que acudimos al examen, en términos generales fue buena. En mi grupo no hubo problema con salidas a conseguir botellas de agua o al WC, el cual según se quejó uno de mis compañeros no disponía de papel higiénico (punto en contra para la escuela y los organizadores del evento). En otro grupo no dejaron salir a ningún colega a conseguir agua, fue el aplicador el que la consiguió.
Las instalaciones de la escuela a la que acudí a presentar mis exámenes (CETI Tonalá ubicado en Guadalajara, Jalisco) las considero regulares. Salvo algunos casos de fallas en el examen en línea, la gran mayoría no tuvimos problemas con las computadoras, ni con internet (punto a favor para el plantel anfitrión). No obstante, el estacionamiento del plantel permaneció cerrado para los profesores sustentantes (punto en contra). Tampoco existió otra clase de atención para los mismos, solo se facilitaron las instalaciones y nada más.
Todos los gastos relacionados con el viaje y el hospedaje de quienes nos quedamos en la ciudad, para no tener que viajar de nuevo al siguiente día (tres horas de camino en auto propio, -en autobús una hora más-), corrieron por cuenta de cada profesor, pero en algunos planteles si se pagaron viáticos ¿Por qué en unos sí se dieron viáticos y en otros no?.
Por otra parte, la evaluación se realizó en días no laborables, sábado y domingo, fuera del horario de trabajo, de esta manera es ilegal, y el trabajador no está obligado a acudir a la misma, por lo cual una sanción para el mismo legalmente es improcedente. Pero en fin, más allá de lo anterior me pregunto y pregunto a las autoridades competentes, ¿en caso de accidente y muerte de un profesor acontecida durante el trayecto o incluso en el lapso de la “evaluación”, las compañías de seguros lo considerarían como accidente de trabajo?. Algunos profesores de otros planteles fueron comisionados, otros no, aunque legalmente no podía comisionarse a nadie por lo que ya mencioné. Me parece que lo anterior debería discutirlo el SNTE (si es que todavía existe) con las autoridades superiores pues plantea un serio problema.
La ausencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, fue absoluta (nada raro por supuesto).
Docente del CBTis No. 70 Área de Electricidad, Matemáticas y ocasionalmente Computación
Blog: http://iguerrero.wordpress.com
Twitter: @IngIGuerrero