¿Estás a favor o en contra de la evaluación de maestros? ¿Es la reforma educativa una farsa o el camino verdadero del cambio? El maximalismo parece ser el tono con que hemos discutido la reforma recientemente. Adoptar posiciones extremas es útil cuando uno se asume dentro de la fiebre y lucha política. En éstas, el resultado tiene que ser vencer al contrario; no convencerlo.
Adoptar esta visión nos hace perder claridad sobre varios temas fundamentales. Mencionaré al menos dos. Primero, la noción del maestro como profesional de la educación y la tutela que ejercen sobre él las burocracias gubernamentales y sindicales. Para algunos analistas, en la pasada evaluación del desempeño, los maestros fueron a realizar el examen porque la ley los obliga. “Si no te evalúas, pierdes tu empleo”, esto ciertamente sugiere la ley. Considero que forzar de esta manera al profesor revela, por un lado, un amplio desconocimiento de quienes son los docentes de México y por otro, una amplia desconfianza hacia ellos. Por esta razón, no nos debe sorprender que algunos manifiesten molestia y descontento.
Pero igual de grave es que los “líderes” sindicales amenacen a los profesores como lo hizo Rubén Núñez, jefe de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la educación (CNTE), quien manifestó que están analizando aplicar una sanción a los maestros que acudieron a evaluarse el pasado fin de semana en Oaxaca. Por si esto fuera poco, Núñez calificó a esos profesores como “espurios y traidores”, recordando, según yo, al lenguaje utilizado por el (eterno) precandidato presidencial que les ha ofrecido apoyo y ¿a cambio de qué?, diría Julio Preciado.
Pero volviendo al tema, ¿era necesario forzar a los maestros a evaluarse si desde hace años existen ejercicios para conocer sus capacidades? ¿No podía haber sido voluntaria la evaluación? Vale la pena recordar que cuando se pusieron en marcha los concursos de oposición dentro del marco de la Alianza para la Calidad de la Educación (ACE), el número de sustentantes de primer ingreso creció en 96 por ciento de 2008 a 2011 y en 273 por ciento para maestros en servicio. Entonces, no había una ley que amenazara al maestro con el despido si no se evaluaba. Por esta razón, sostengo que hubo desconocimiento tanto de quienes diseñaron la ley del servicio docente en 2013 como de aquéllos que se erigen como los detractores de la reforma educativa. Las maestras y maestros mexicanos saben cómo actuar; no necesitan ni incentivos coercitivos ni rayos de luz que les iluminen el camino.
El segundo punto que podemos obviar al ubicarnos en el “si no estás conmigo, estás contra mí”, es la posibilidad de cooperación entre los diversos actores políticos y sociales. Ninguna reforma va funcionar si jugamos a las vencidas. Caer en el maximalismo y adoptar causas políticas con motivo de la reforma puede aumentar el número de nuestros followers, pero al perseguir la fama, será más difícil encontrar puntos de entendimiento mutuo. La evaluación — si se hace bien— no es irreconciliable con la libertad y desarrollo del magisterio.
Con preocupación observo que por un lado, los detractores de la evaluación docente no reconozcan pública y abiertamente la necesidad de acabar con la herencia y ventas de plazas (es decir, el patrimonialismo) y por otro, que el titular de la SEP declare que la evaluación, con la premura con que fue diseñada y pese al cerco policiaco que se desplegó en Oaxaca, presenta “un balance muy positivo” y “va en la dirección correcta” (SEP, Comunicado 400). ¿Cuándo perdimos el entendimiento? Cuando nos pegó la fiebre de la lucha política.
El ocupante (temporal) del despacho de Vasconcelos sabe bien que hacer un discurso que confronta a un sector disidente, le va a generar adeptos. No son pocos los comentócratas, empresarios, centros de investigación y think tanks que aplauden la “firmeza” de Aurelio Nuño. Pero no hay que perder de vista que la CNTE puede bloquear las evaluaciones y manifestarse de manera violenta, cuestión que les da visibilidad y poder de negociación, sin embargo, la interrogante más grande es cómo va a actuar la “camarilla” (Ornelas) del Sindicato Nacional para los Trabajadores de la Educación (SNTE) en el desarrollo de la reforma y la evaluación y yo agregaría, en las aspiraciones políticas del joven secretario.
En resumen, si la evaluación docente se convierte en bandera de los “cruzados” y no un tema que abra el diálogo y la discusión para mejorar la acción pública, seguiremos enconados reproduciendo los males que aquejan a los maestros —como las tutelas. También podemos construir en nuestra cabeza la reforma ideal o prenderle incienso a la actual, que para algunos está grabada en piedra y por tanto, es inamovible. Mientras eso ocurre, millones de niñas, niños y jóvenes siguen siendo formados bajo condiciones precarias. ¿No tendríamos que mejor concentrarnos y hacerle frente a esta injusticia?