¿Podemos sentir el triunfo y las miserias de otros pueblos como nuestras? Hace cuatro años, cuando los estadounidenses eligieron a Donald Trump como presidente, escribí que era una desgracia. Un “retroceso para la humanidad” (Trump y la derrota educativa, EF, 17/11/16). Encumbrar a un racista y demagogo no podía significar otra cosa.
Pero nos quedamos cortos. Al tratar de imponer una idea grandilocuente (“Volver a Estados Unidos grande”), Trump, paradójicamente, hizo que su país perdiera liderazgo a escala internacional, socavó “la credibilidad del proceso electoral”, alentó la violencia y utilizó al “Estado como arma política contra los rivales” (Levitsky). Verlo entonces partir de la escena política del país más poderoso del mundo es un motivo de celebración.
El magnate, empero, amenazó con volver de alguna manera. Si la exclusión y el velado desprecio siguen rodeando la existencia de millones de no-change makers, es probable que Estados Unidos se vuelva a latinoamericanizar. Tristemente.
¿Podrá Joseph Biden revertir el legado trumpista? Eso espero, aunque la “democracia es frágil”, como bien lo reconoció el nuevo presidente estadounidense en su discurso del pasado 20 de enero. Haciendo gala de oratoria, Biden expresó que había mucho que reparar, sanar y construir. Pero las palabras no bastan para sobrepasar el extremismo, la supremacía y el terrorismo, había que echar mano de la “unidad”. Esto, dijo Biden, puede sonar a “fantasía” dado que los factores que separan a los estadounidenses son “profundos” y “reales”. No obstante, la “historia, la fe y la razón” muestra el camino de la unidad, remató.
El discurso sonó esperanzador. Podemos, según Biden, vernos como vecinos más que como adversarios y tratarnos con dignidad y respeto. El desacuerdo, dijo, no debe ser causal de “guerra”. El derecho a disentir de manera pacífica es quizás “la mayor fuerza” de esa nación. Más adelante, preguntó qué elementos comunes definían a los estadounidenses y nombró, entre otros, a las oportunidades, la libertad y la verdad (truth).
Luego de escuchar a Biden y creer que otro mundo es posible, supe que en el barrio de Belmont de la cosmopolita ciudad de Boston, Massachusetts, un hombre de color y de origen latino llamado de Henry Tapia, había muerto luego de un incidente vial en el que su atacante profirió consignas racistas y no conforme, le pasó encima la troca dejándolo mal herido.
Las escuelas públicas de Belmont no permanecieron inmóviles ante tal brutalidad. El inspector escolar de zona, John Phelan, notificó que este trágico evento sería tratado en las escuelas del vecindario con el objetivo de responder a las dudas de los estudiantes. Asimismo, iban a trabajar para que la niñez se sintiera segura e iban a reafirmar su posición contra toda forma de racismo. Invitó, además, a los belmontonians a asistir a una demostración pública. Tragedia y esperanza nos despiertan de algo que no necesariamente es un sueño. (Tomé esta frase de “There”, poema de Stephen Burt, Belmont Poems, 2013, EUA: Graywolf Press).
*Texto publicado originalmente en El Universal Querétaro