El escándalo de corrupción en el que está metida la secretaria de Educación, Delfina Gómez Álvarez, ha dañado su reputación. Siendo presidenta municipal de Texcoco retuvo el 10% del salario, durante tres años, a cerca de 550 trabajadores del municipio a su cargo, con el fin de financiar a su partido, Morena. De acuerdo con Ricardo Raphael (Proceso, 22/01/22), dicha acción es ilegal desde varios ordenamientos: La ley General de Delitos Electorales, la Ley General de Responsabilidades Administrativas, el Código Penal del Estado de México y los Estatutos de Morena. Aunque el INE multó al partido por la existencia de estos actos delictivos (lo que ratificó el TEPJDF), se eximió inexplicablemente de responsabilidad a la secretaria de Educación, a pesar de su importante participación en este ilícito.
Considerando que Delfina Gómez es la máxima autoridad educativa del país y de quien se esperaría una conducta ética intachable, es importante reflexionar sobre la implicación de predicar con el ejemplo y las consecuencias negativas de hacer lo contrario. Me referiré, primero, a la parte pedagógica del ejemplo y, después a su parte política. De todos los instrumentos pedagógicos disponibles, el ejemplo es el que más utiliza el docente para enseñar a sus estudiantes, tanto conocimientos como comportamientos, actitudes y valores. A través del ejemplo se busca formar estudiantes críticos, reflexivos y propositivos, que logren ser buenos ciudadanos.
¿Pero, por qué el ejemplo es tan importante? La respuesta se encuentra en los fundamentos científicos de la Psicología, especialmente en el campo del aprendizaje por imitación. A lo largo de la vida, todos aprendemos imitando. Aprendemos a hablar, a caminar, a comer, a vestir, a comportarse socialmente, a escribir, a resolver problemas matemáticos y hasta a pensar críticamente. La capacidad de hacer coincidir las acciones propias con las observadas de terceros se da en los seres humanos y en los animales. El aprendizaje por imitación desempeña un papel importante en los seres humanos y en el desarrollo cultural. Se imita a las personas importantes de nuestras vidas (padres, maestros, líderes diversos, etc.) que se convierten en un modelo a seguir.
El Dr. Albert Bandura, en 1961, demostró con un experimento sencillo el poder que tiene el aprendizaje por imitación. Un grupo de niños presenciaron a un adulto (actor) a agredir verbal y físicamente a un monigote de plástico. Tras la observación y sin ninguna indicación, un porcentaje importante de estos de niños se acercó al muñeco para agredirlo, al igual que el ejemplo visto.
El comportamiento poco ético de la Mtra. Delfina me recordó el libro de Fernando Savater, Ética para Amador: ensayo pedagógico para que su pequeño hijo, Amador, comprendiera el significado del bien y el mal y viviera conscientemente de ello. Aunque los conceptos de ética y moral están interrelacionados, y a veces se confunden, el primero alude a valores universales que adoptan los individuos, mientras que el segundo se refiere a valores aceptados por un grupo de personas que conforman una social. Delfina violó tanto los principios éticos como los morales, al infringir las leyes electorales (y otros ordenamientos), al negar públicamente su infracción y, finalmente, al obviar su error sin dar una disculpa o explicación a la sociedad a la que pertenece, ni al sector educativo al que se debe.
En estas condiciones, la secretaria queda sin calidad moral para exigir que la comunidad educativa a su cargo se comporte de manera ética. Por ejemplo, no podrá exigir: a los dirigentes sindicales, que eviten pedir cuotas para apoyar diversos propósitos políticos ajenos a su organización; a los sindicatos, de abstenerse de apoyar a un candidato que les beneficie; a las autoridades educativas y sindicales, de evitar solicitar dinero o favores a cambio del otorgamiento de plazas, permisos, cambios de adscripción, cambios de horarios, ascensos de cualquier tipo; a los docentes, de no traficar con las calificaciones de los estudiantes a cambio de favores de diversa naturaleza; a los estudiantes, a dejar de pagar sobornos a intermediarios para asegurar su ingreso a una institución educativa.
El extravío ético de Delfina pone en una situación muy difícil a la Secretaría de Educación Pública, a Morena y al propio presidente, quien ha defendido la honestidad de la maestra. La pérdida de ética conlleva la pérdida de autoridad moral. Entonces, cómo podrá justificar el presidente la frase que repite continuamente, “no somos iguales”, con la que trata de desligarse de la clase política corrupta de regímenes anteriores. AMLO, Delfina y el resto de la 4T deberán tener siempre en cuenta que, además de predicar con el ejemplo, se debe gobernar poniendo como referencia su propio comportamiento.
No estaría mal que Delfina leyera Ética para Amador y reflexionara sobre el ejemplo que nos ha dado.
@Eduardo Backhoff