El secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, presentó este lunes (28-VIII-2017) un plan piloto para poner en marcha la Estrategia de Autonomía Curricular. No es un proyecto que deje a las escuelas y sus comunidades la decisión acerca de qué y cómo enseñar, pero rompe con una tradición corporativa que tiende a uniformar todo en el sistema escolar. No es la panacea, pero tampoco es despreciable
Los modelos de autonomía escolar se nutren de componentes ideológicos, políticos y prácticos. El proyecto neoliberal y el participativo tienen puntos de contacto, anhelan reformar al sistema dominante. Sin embargo, sus perspectivas discrepan. La presunción que arriesgó es que la idea de autonomía curricular que anima el gobierno de EPN sintetiza de manera compleja elementos de los proyectos neoliberal y participativo; además, mantiene ciertos dispositivos del orden vigente, como el centralismo en el ejercicio del poder. La matriz del cambio exhibe la tensión entre la tradición —que tiene defensores convencidos— y los propósitos de innovación; también la discordancia entre las apuestas reformadoras, enmarcadas en dos proyectos encontrados.
Primero. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos hace una crítica al centralismo y al desperdicio de recursos. En sus sugerencias pone énfasis en el liderazgo, el régimen de gobierno interno en cada escuela, en el manejo eficaz de los recursos financieros y en la posibilidad de que cada director de plantel pueda contratar y despedir a los docentes de su escuela conforme a su desempeño y rendimiento. Ésa fue la recomendación número 12 de las prescripciones que le presentó al gobierno de México como parte de un contrato firmado con la Secretaría de Educación Pública (CF: OCDE, Mejorar las escuelas: estrategias para la acción en México, 2010). En cierta forma, sus propuestas replican las circunstancias que le achaca al régimen centralista: vertical y absorbente. Pudiera decirse que este modelo se inspira en una ideología neoliberal, aunque las pretensiones del mercado y la privatización no se encuentren en la agenda.
Segundo. Linda Darling-Hammond acentúa la deliberación de los actores en la escala local, que sean ellos quienes definan las metas de aprendizaje de sus estudiantes —o sus hijos— de acuerdo con valores que la mayoría comparta con el fin de satisfacer las necesidades del alumnado. Además, que dentro de cada plantel se realice investigación con el fin de dar seguimiento al proceso de enseñanza y aprendizaje para mejorar la educación de los estudiantes y subsanar fallas en la administración. Sugiere que ese proceso sea permanente (Linda Darling-Hammond, El derecho de aprender: crear buenas escuelas para todos, 2001). Estas ideas obedecen a esfuerzos de cooperación de maestros, padres de familia y los educandos mismos para el estudio permanente de su contexto inmediato. Es un proyecto de autonomía escolar participativo. Se basa en nociones de una educación democrática.
No obstante que ambos modelos divergen en términos ideológicos y políticos, siguen siendo aspiraciones, la vida cotidiana de las escuelas de México se rige por tradiciones corporativas, clientelares y patrimonialistas. En cada escuela, aun en las más pequeñas, el sistema corporativo es el dominante. Es el adversario común de los proyectos neoliberal y participativo, es el que el gobierno de Enrique Peña Nieto trata de reemplazar; es una de las piezas angulares de la acción pedagógica de la Reforma Educativa. Claro, también lo hace para rebatir la idea de que la reforma es laboral y que no toca a la educación. Pero las consecuencias van más allá. Es un paso para alterar las relaciones de autonomía y dependencia de los maestros.
No me hago ilusiones. Es un proyecto limitado al —cuando mucho— 20% del currículo, aunque puede abrir espacios mayores, dependerá de la iniciativa de las comunidades escolares. Por lo pronto, no hay que despreciar las ventajas potenciales que la SEP propone a su proyecto. Al contrario, discurro, habría que profundizar en ellas: 1) ampliar la formación académica; 2) potenciar el desarrollo personal y social; 3) nuevos contenidos —que no tienen que circunscribirse a aspectos financieros, robótica y programación—; 4) conocimientos regionales —fundamental—; y, 5) proyectos de impacto social.
No es un proyecto perfecto, contiene puntos laxos. Sin embargo, pienso, es mejor que el modelo dominante que algunos quieren preservar.