Miguel Ángel Gallegos Cárdenas
En septiembre del año 2017, justo el 19 de septiembre, un sismo traía una tragedia a la sociedad mexicana y particularmente a muchas de las escuelas. Desafortunadamente hubo pérdida de vidas y un gran número de infraestructuras escolares resultaron dañadas a lo largo y ancho del país.
En su momento se mencionó que los simulacros solo habían servido para eso, para simular que se hace algo. La realidad es que poco ayudan esas simulaciones a la hora de enfrentar los fenómenos reales.
En aquellos momentos de dolor y tragedia, la burocracia administrativa solicitaba informes y evidencias de todo a las escuelas. Incluso, en aquel momento circulo un documento vía electrónica, en que se reportaban afectaciones a las escuelas de educación básica, las cuales iban desde fisuras en paredes y grietas en escaleras, hasta bardas y muros caídos, entre muchos otros daños.
A estas fechas, se esperaría que todas esas escuelas hayan sido debidas y oportunamente atendidas y reparadas.
En aquel momento, ante la emergencia, parecía que a las autoridades educativas lo único que les interesaba era hacerse de informes y evidencias de lo sucedido en la desgracia, aunque en muchos casos, no fueran revisadas y usualmente turnadas a algún cajón de escritorio o archivo muerto. Los anhelados sellos de recibido de la “evidiencitis” y “formatitis”, poco ayudan cuando la realidad pone a prueba a las instituciones, a las autoridades y a los agentes educativos.
Recordará el lector que la “evidiencitis” fue un mecanismo muy usado en la “Evaluación del Desempeño Docente” durante la mal llamada “Reforma Educativa”. La simulación era entendible en aquel entonces, eran los funcionarios del sexenio inmediato pasado. La pregunta es, ¿Seguirán vigentes estás viejas costumbres simuladoras y dominantes?
Desafortunadamente esas prácticas imperiosas han sido una forma de justificar a los aparatos burocráticos y al mismo tiempo han sido mecanismos para someter a una gran parte de los agentes educativos, lo que lleva a recordar la “dialéctica del amo y el esclavo”, de Friedrich Hegel.
Lo malo de esas formas de administración educativa simuladora, es que cuando los fenómenos naturales o sociales se presentan, las cosas cambian. Ya se ha visto, que cuando esas realidades se manifiestan, salen a relucir negligencias, carencias, omisiones, complicidades, despilfarros, abusos y excesos de confianza de las autoridades.
Hasta antes de marzo del año 2020, la escuela fue a lo largo de las últimas décadas la institución más sólida y segura que el Estado podía brindar a la sociedad. Las familias en general confiaban plenamente en los recintos escolares, al grado de dejar a sus hijos todos los días durante varias horas. Las jornadas escolares en educación básica (preescolar, primaria y secundaria), contemplaban cuatro horas en escuelas con horario normal, y ocho horas en las de jornada ampliada o tiempo completo.
Ahora en el regreso escolar en que estudiantes y docentes se encuentran listos, ¿habrá la misma confianza en las escuelas por parte de la sociedad? La respuesta solo se verá a partir del próximo lunes 30 de agosto, en que inicie el ciclo escolar 2021-2022.
Ya sabemos que la pandemia alejo a todos de las escuelas por más de año y medio. Tiempo suficiente para que cualquier casa de estudios se deteriore, si no se le da el mantenimiento adecuado. Por ello, caben dos preguntas, ¿Están listas las escuelas para recibir a sus respectivas comunidades educativas? ¿Se aprovecharon todos estos meses para hacer mejoras y adecuaciones a las infraestructuras escolares?
A este respecto, es necesario mencionar que el pasado 6 de octubre de 2020, en el Senado de la República, fue presentado un importante Punto de Acuerdo para la educación, que vale la pena destacar:
“…Se exhorta a las secretarias y secretarios de educación pública del país, para que, en la esfera de sus respectivas competencias, desplieguen las medidas necesarias, conforme al contexto nacional y tomando en consideración las recomendaciones de organismos internacionales, para garantizar la continuidad y calidad de los servicios de educación a distancia mientras se controla la pandemia generada por el virus SARS-CoV-2 (covid-19), y se desplieguen todas las medidas preparatorias para el regreso a clases de forma presencial…”
Propuesta por demás valiosa, dado que alerto a las autoridades educativas para que ejecutaran acciones en tiempo y forma en bien de nuestras queridas escuelas.
Además de ello, en el mismo documento se recomendó tomar en consideración algunas acciones en cuanto al regreso a clases:
- Que se garantice el acceso a agua potable en todas las escuelas.
- Que se les dote de gel antibacterial, jabón y cloro a todas las escuelas, y que se garanticen todas las medidas sanitarias dentro de los planteles tanto para los alumnos como para los docentes y personal administrativo.
- Que se garantice que los grupos ya no sean de más de 35 alumnos.
- Que se garantice la alimentación nutritiva y suficiente para las niñas, niños y adolescentes de comunidades marginadas y de escasos recursos.
- Para cerrar la brecha digital, es necesario garantizar el acceso a tecnologías de información en todas las escuelas, lo cual implica la provisión de computadoras y servicios de internet, asegurándose de que dichos centros cuenten con electricidad.
- Diseñar una estrategia que permita contar con modelos híbridos de educación presencial y a distancia, con la finalidad de adecuarse a la nueva normalidad que exige la pandemia, así como para prepararse ante nuevas contingencias.
- Realizar un diagnóstico del aprendizaje de las y los estudiantes al momento de regresar a los centros educativos para que, a partir de ello, se genere una estrategia de regularización, focalizando esfuerzos en quienes se encuentren en riesgo de abandonar los estudios.
Muy bien por el Doctor Casimiro Méndez Ortiz, impulsor de tan oportuno Punto de Acuerdo. Sinceramente deseamos que se haya hecho caso a los planteamientos dado que el regreso a las escuelas está cerca, muy cerca.
Egresado del Doctorado en Ciencias Sociales, en el Área Sociedad y Educación, de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana