Pedro Flores Crespo
La pandemia nos ha puesto frente al espejo. Hemos visto que los seres humanos podemos ser egoístas (“yo no me vacuno”), crueles (“cayó como anillo al dedo”) e irrazonables: “la gente no entiende” que debe usar cubrebocas. Pero también, algunos han desplegado creatividad y una capacidad individual para sobreponerse a la adversidad en sus respectivos contextos.
Esto último muestra de manera didáctica el cortometraje llamado “Educar en contingencia en la costa oaxaqueña”, que produjeron Herzel García Márquez y Luis Medina Gual, académicos de las universidades Anáhuac e Iberoamericana, respectivamente. El documental fue presentado el jueves pasado y puede consultarse AQUÍ.
Oaxaca, como sabemos, es un estado con graves carencias educativas y socioeconómicas. A pesar de que las tasas de abandono en primaria y secundaria se han reducido en los últimos años, casi la mitad de su población (48%) no tiene completa la educación básica (Mejoredu). La riqueza cultural y lingüística de esta entidad no ha podido ser aprovechada por su sistema educativo para asegurar que todas las niñas, niños y jóvenes reciban una educación de calidad. Pero ante esta lamentable situación, ocurrió algo literalmente luminoso, según mostró el documental.
Oyuki, un guía Montessori, llegó a la comunidad de Ventanilla y por convicción, empezó a darle clases a dos niñas que no estaban “escolarizadas”. Cierto día, decidieron ir a Punta Cometa a una celebración. Al caer la noche, miraron que la luna dibujaba una línea recta sobre el mar —“es como la i”— expresó espontáneamente una de las chiquitas, reafirmando que el aprendizaje está presente en situaciones sencillas y naturales de la vida aún cuando, lamentablemente, estén cerradas nuestras escuelas.
Esta experiencia no es para romantizar el papel de la maestra ni la capacidad de la niña. Enfrente tenemos una crisis educativa de profundas consecuencias para millones de niñas, niños y jóvenes, sobretodo, para aquellos que viven en lugares apartados y con mayores carencias. Lo que más bien subrayo —gracias al documental y a especialistas en pedagogía— es que ciertos aprendizajes no se interrumpen porque se cancele la vía formal de educar. Comprender esto ayudaría a volver a clases con una perspectiva distinta.
Una noción real y más amplia de educación tomó lugar en la costa oaxaqueña. Dentro de un contexto precario, hubo también la capacidad de sobreponerse, como también lo mostró Abraham, un niño que vendía cocos, que ya se siente “grande” y que no le ve caso estudiar. Con elocuencia, en el documental Abraham explica cómo su medio le ha dado sentido a la comercialización de esta rica fruta tropical y la pregunta es si al regresar a clases, ¿la escuela podrá reconocer y ampliar la agencia de este niño o la cancelará engullendo contenidos curriculares?
Los llamados a regresar a la escuela, creo, priorizan la simple escolarización sobre la educación para la vida. ¿No será mejor volver para aprender? Vean el documental.
Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)