El ingreso al servicio profesional docente consiste en un examen de oposición con dos o tres etapas, según la plaza a que se aspire. En la etapa uno, se ocupa un examen de conocimientos y habilidades para la práctica docente, donde los reactivos de cuatro opciones miden el nivel de dominio de contenidos y enfoques de enseñanza; así como las capacidades y habilidades para la resolución de problemas didácticos.
La etapa dos, consiste en un examen de habilidades intelectuales y responsabilidades ético-profesionales. Estos otros reactivos intentan arrojar información sobre las habilidades intelectuales del docente, e intuyen las capacidades de comunicación, estudio, reflexión y mejora continua, así como de las actitudes necesarias para la profesión docente. Y la etapa tres consiste en aspectos complementarios para Educación indígena, Asignatura estatal, Artes o Tecnología para nivel secundaria.
Los instrumentos son independientes, sin embargo, los resultados que se obtienen se agrupan en los niveles I, II y III, según la puntuación obtenida. Como se trata de instrumentos distintos se establecen diferentes puntos de corte. Y de la integración de los resultados se determina la idoneidad, o no idoneidad, del sustentante. Según la Ley General del Servicio Profesional Docente, un aspirante es idóneo, si obtiene al menos el Nivel II, en todos y cada uno de los instrumentos. Después de que los sustentantes hayan obtenido un resultado idóneo, se agrupan en otros niveles A, B, y C, para los que respondieron dos exámenes; así como A, B, C y D, para los de tres exámenes.
Para la Ciudad de México, el último proceso de ingreso a educación básica registró el 65% de docentes idóneos, de los cuales 1099 son de formación normalista, y 2655 estudiaron en otras instituciones de educación superior. Para educación primaria, se registraron 1472 participantes, de los cuales 978 resultaron idóneos. Según las cifras iniciales de la convocatoria, sólo había 210 plazas, pero la vacancia generada elevó la cantidad de plazas hasta 902.
En convocatorias de algunas entidades, para Preescolar, Primaria o Secundaria, las cifras de plazas vacantes se publicaron en ceros. Sin embargo, las cifras de vacantes alcanzadas hasta el 31 de mayo no se dieron a conocer en la página del Servicio Profesional Docente. Es decir, se trató de una apuesta hacia la jubilación o liberación de esas plazas para ocuparlas a partir de las listas de prelación.
Hasta este momento, se podría decir que esta modalidad de ingreso al servicio profesional docente, ha disminuido las prácticas perversas de la burocracia, de influyentismo, de venta o de intercambio de plazas. Es decir, la asignación basada en el mérito se ha percibido como un panorama favorable, sin embargo, es necesario señalar algunos puntos inadvertidos en la mirada general de la evaluación docente.
En primer lugar, la convocatoria pública y abierta es tan amplia, que se ha convertido en detrimento de la formación inicial de los profesores de educación básica. Hay que recordar que desde el inicio de la reforma educativa se planteó un fortalecimiento de las escuelas normales, y al mismo tiempo se concedió un periodo de gracia de convocatorias diferenciadas para escuelas normales. El fortalecimiento no llegó, pero sí se cumplieron los dos años de dos tipos de convocatorias, hasta llegar a una convocatoria general.
En este sentido, es importante reconocer las disparidades de número de instituciones de educación superior por cada entidad. Además, es necesario considerar el balance de instituciones públicas y privadas por cada estado. Y aunado a ello, es indispensable revisar la configuración social y política de las zonas económicas del país, que determinan la inversión en la formación inicial de docentes de educación básica. Las convocatorias diferenciadas tendrían que retomarse como una etapa de transición mientras se consolida el modelo de formación docente en las escuelas normales.
En segundo lugar, no debemos perder de vista que se trata de pruebas estandarizadas. Justo por la cualidad de ser exámenes a gran escala se convierten en instrumentos llenos de interés o de sospecha. En los exámenes de opción múltiple de las etapas mencionadas, el resultado genera un indicador cuantitativo de dominio de contenidos, pero no necesariamente de desempeño.
¿Es posible que un examen estandarizado ofrezca niveles de desempeño sobre las habilidades docentes, capacidad de respuesta, o actitudes ético-profesionales a partir de casos supuestos? Si la respuesta es afirmativa, entonces la idoneidad del examen de oposición también puede ser hipotética. Supongamos que sí es la mejor forma de seleccionar a los docentes, entonces la mirada la tenemos que dirigir hacia el trabajo que los prelados realizan en educación básica, y nos daremos cuenta de que la realidad, no apunta en el mismo sentido de la idoneidad. Además, eso ya no corresponde al examen de oposición, sino a la débil formación continua.
Aunque se perciba cierto avance, no hay que perder de vista la calidad educativa y la formación docente. Necesitamos revisar constantemente la brújula porque, el hecho de estar en movimiento, no significa necesariamente que vayamos con buena dirección.
*Jefe de redacción en Voces Normalistas.