Lo ocurrido esta semana en la escuela primaria pública Ignacio Morones Prieto en Linares, Nuevo León, es un escándalo completo. Es, además, un botón de muestra más para abonar a la dudas que muchos tenemos sobre la confiabilidad de los resultados de ENLACE. Y es, por último, también un atisbo de una realidad compleja que debiera obligarnos a repensar muchas cosas.
Un niño de 9 años decide cuestionar a su maestra al observar como ésta le dicta al grupo las respuestas correctas durante la aplicación de la prueba ENLACE. El niño le pregunta: ¿Es eso legal, profesora? De acuerdo a la madre del niño —maestra, por cierto—, en entrevista en el programa de radio Atando Cabos, tras conocer la situación, el padre —maestro, también— acude a la escuela a pedirle explicaciones a la directora. Ésta se ofende y dice no estar enterada de nada. Ambos padres regresan a la primaria el día miércoles y se encuentran a su hijo siendo reprendido por la directora y tres maestros. Deciden proceder legalmente y entregan un oficio denunciando los hechos ante la oficina regional de la SEP.
El asunto es escandaloso por muchas razones. La primera y más triste es que sea el niño que denuncia la deshonestidad de su profesora el que acabe siendo reprendido y no la maestra. El hecho resulta especialmente escandaloso también por tratarse de lo que se trata: maestra que tendría que enseñar honestidad y enseña lo contrario, y niños que aprenden que la deshonestidad es “normal” y que denunciarla no pareciera buena idea.
Con todo y lo escandalosamente reprobable de estos hechos, conviene hacernos cargo de que no son incomprensibles. En el régimen actual, a los maestros acaban afectándoles de modo bastante directo tanto el bolsillo como el futuro profesional las notas obtenidas por sus alumnos en ENLACE. Terrible el que hagan trampa sí, terrible para sus alumnos y también para la confiabilidad del único instrumento que tenemos para medio medir el logro escolar de todos los estudiantes mexicanos de educación básica y media superior. En términos de incentivos simples y llanos, sin embargo, bastante explicable el que algunos —¿cuántos serán?— hagan trampa, sobre todo si consideramos que una proporción muy alta de ellos carece de la formación y los medios para lograr que sus alumnos aprendan alguna cosa, ya no digamos obtengan buenas calificaciones en la prueba.
La evolución de la proporción de alumnos con nivel de excelente en ENLACE primaria a nivel global —3º a 6º grado— entre 2006 y 2012 sugiere o bien que tenemos una “tecnología” educativa para la enseñanza de las matemáticas que habría que exportar o bien que esos resultados ya no son confiables. Me explico. En el año 2006, de acuerdo a los resultados oficiales, del conjunto de alumnos de 3º a 6º de primaria, 1.6% se ubicó en nivel de excelente en matemáticas. Para 2012 ese porcentaje había crecido al 17.3%. Este salto cuántico exige una explicación seria. ¿Será que la “tecnología” para lograr dar un brinco de ese tamaño es la trampa generalizada?
Hay que escudriñar qué está pasando y hay que preguntarnos en serio cuál es el balance costo-beneficio de usar ENLACE para evaluar a los maestros.