Otra cosa que hemos notado es que a veces le cuesta mentalizarse de que tiene que estudiar en casa y reniega, dice que prefiere estar en el salón con su maestra y compañeros. Entendemos su frustración y le explicamos que es normal sentirse así, pero por el momento la única opción que hay es ser disciplinados y estudiar a distancia, madre de familia sobre programa Aprende en casa.
Mi artículo de hace una semana trató de las buenas razones y los propósitos que me parecen irrealizables del programa Aprende en Casa. Dos corresponsales comentaron mi pieza. Una madre de familia en una misiva a mi correo electrónico y don Antonio Ortiz Gómez, en el blog de Excélsior.
Reproduzco porciones, con ligeros retoques, de la primera carta; omito nombres. Es un retrato fiel de cómo una pareja de profesionales (con capital cultural acumulado) toma el asunto. Su hija asiste a una escuela pública; su experiencia no representa una conducta generalizada. Quieren que su hija aprenda, no les interesa (o no es su afán principal) salvar el año escolar:
“Los niños batallan aprendiendo con esta nueva forma. No puedo decir que sea una forma autodidacta de aprender, pero algo tiene que ver porque si los padres no están preparados para ayudar a los hijos, sea por falta de educación, tiempo y/o ganas, (pero) los niños (si es que tienen voluntad) podrán aplicarse y tratar de aprender en casa.
“Ahora que estamos mi esposo y yo ayudando a nuestra hija de nueve años con sus tareas escolares nos damos cuenta de que es un reto y requiere de mucho tiempo con ella para guiarla, que no se distraiga, revisar lo que hace y corregir. No quiero sonar arrogante, pero le hemos enseñado cosas que suponíamos que en la escuela le estaban enseñando o que ya había visto. No es que ella muestre atraso o que no sepa, pero, por ejemplo, le hemos explicado desde el uso de un diccionario y para qué sirve. Su papá se enfoca más a las matemáticas con ella. Aunque en el salón han usado tabletas y computadoras hay que ayudarle con esta tecnología, no es experta.
“Otra cosa que hemos notado es que a veces le cuesta mentalizarse de que tiene que estudiar en casa y reniega, dice que prefiere estar en el salón con su maestra y compañeros. Entendemos su frustración y le explicamos que es normal sentirse así, pero por el momento la única opción que hay es ser disciplinados y estudiar a distancia. A pesar de esto, la niña lo toma con mucha madurez, lo cual nos encanta. Sin embargo, a veces se enoja porque la corregimos y le da flojera, pobre, es normal. Tratamos de animarla, la regañamos también, nos desesperamos otro tanto, pero aquí seguimos porque queremos que aprenda”.
Lo fundamental, pienso, la niña extraña la convivencia con sus pares y el trabajo de la maestra. Convivir y adquirir experiencia de vida por medio del intercambio personal es la riqueza de la escuela, por muy pobre y mal organizada que pueda estar. Atención: no es el caso del plantel del barrio de esta familia, es una buena institución y los padres aprecian a los maestros.
La epístola de don Antonio Ortiz es de diferente naturaleza. Coincide con mi análisis sobre la inequidad y su persistencia. Destaca la acción de cada persona para salir adelante y me conmina: “creo que su posición… debe ser darle ánimos a esos que se esfuerzan, los mismos que pueden jalar a otros a superarse, a superar su propia situación”.
Esta tesis me puso a pensar en mi tarea como educador. Trabajo en la educación superior, con jóvenes adultos, con capacidades y pautas sociales adquiridas. Ya es difícil hablar de formación, ya se apropiaron de sus atributos personales. Considero (es una tipología ideal) que cada persona interioriza tres tipos de personalidad. Uno que se refiere al individualismo occidental en el sentido de la Ilustración, el segundo, representa el “yo” en la acepción sicológica, y, el tercero, la capacidad para tomar decisiones. Mi propósito es impulsar a todos y cada uno de mis estudiantes a que desarrollen al máximo todo su potencial.
Sin embargo, las diferencias en talento, conocimientos, motivación y otras cualidades de la personalidad persisten; el “yo” sicológico, el ego, lleva la ventaja. Y sí, unos (los de más carácter) jalan a otros, aunque no siempre para ilustrarse. Con adultos, la labor del profesor es menos trascendente, la motivación intrínseca es más importante.