Aristóteles, en su libro La Política, hace un análisis de las formas correctas y equivocadas de gobierno. En las correctas ubica a la monarquía y a la aristocracia. La mejor forma de gobierno, en todos los casos, según Aristóteles, es la aristocracia, el gobierno de los mejores, y los mejores son los filósofos y los sabios. La monarquía es una forma correcta si el monarca es un hombre sabio, digamos tipo Pericles, aún y cuando su estatura sea controvertida. Sin embargo, los sabios no se interesan por la política y los Pericles son muy escasos.
Entonces, Aristóteles cambia su marco de análisis de las mejores formas de gobierno en un mundo ideal, a las mejores formas de gobierno en un mundo real. Ahí es cuando Aristóteles concluye que la democracia, la oligarquía y la tiranía son formas equivocadas pero realistas.
Después de una lucubración cuidadosa Aristóteles considera que esas tres formas de gobierno son equivocadas, porque en lugar de buscar el interés común, en la democracia, las mayorías verán por su interés; en la oligarquía, los pocos velarán por el suyo y en la tiranía el gobernante verá para sí mismo.
Por tanto, Aristóteles concluye que la mejor forma de gobierno, en el mundo real, sería la poliarquía. La poliarquía es una combinación de democracia y oligarquía. En otras palabras, una democracia que está atenta a los intereses de las minorías o una oligarquía que está atenta a los intereses de las mayorías. Es un justo medio.
Es difícil predecir lo que la era AMLO traerá para México. Uno puede tratar de hacer predicciones con base en dos escenarios: el ideológico, con las promesas de campaña y las declaraciones y acciones de la transición; o el histórico, con el comportamiento del líder en el pasado. Si uno es político, la inclinación es hacia la ideología; si uno es neurólogo, la inclinación es hacia la conducta histórica.
Como quiera que sea, tenemos varias fuentes de información que alimentan el pensamiento crítico. Primero, el contundente triunfo que coloca a AMLO en una oportunidad histórica para un cambio en México. Segundo, el tema del NAIM, y las encuestas como un método sui generispara la toma de decisiones, que nada tiene que ver con política pública pero sí con la política de la política pública. Tercero, el tema de las comisiones bancarias (y después de la legislación minera) que desplomaron a la bolsa y el único que pudo medio rescatarla fue justamente AMLO.
Las encuestas de AMLO, como los Tweets de Trump, no tienen que ver con un análisis técnico; son movimientos estratégicos de jugadores en un tablero de ajedrez político. Tratar de extraer un argumento técnico es fútil. Son medidas, quizá erróneas, quizá correctas, de un juego político de suma cero.
En el tema de la iniciativa morenista de reducir o cancelar las comisiones bancarias, es difícil pensar que los legisladores operaron de motu proprio. Es más lógico pensar en una versión realista del poder. En esta versión, el “príncipe o monarca” juega ajedrez con un movimiento que desestabiliza a los mercados, para después, en una jugada magistral—de libro de texto en teoría de juegos—sale al rescate para mostrar el poder de su músculo. El estratega utiliza a la torre o al alfil para lograr una posición superior en el tablero político. Es un lenguaje estratégico que sienta a los banqueros en la mesa de negociación para que los banqueros o empresarios, flexibilicen su posición y se la piensen. ¿Qué deben hacer los banqueros? Reconocer el juego, y pensar como estrategas, no como banqueros.
¿Es AMLO, el monarca sabio de Aristóteles? El único que lo sabe es él. Los demás solo podemos especular o esperar. Si utilizamos a Pericles como la metáfora del monarca sabio, Pericles antepondría la ciencia a la ideología; Pericles, lucharía por una poliarquía y se rodearía de un equipo crítico.
El líder sabio abre su mente porque sabe muy bien, según la frase atribuida a Frank Zappa, que “la mente es como un paracaídas, solo funciona cuando se abre.”