En algún lugar de la Mancha urbana, de cuyo nombre no debo acordarme, no hace mucho tiempo un grupo de maestros, de los de oficio señalado y de andar cansado, se reunía por las tardes para acreditar un curso de Formación continua.
Después de largas mañanas de trabajo en las aulas de básica se daban cita en una de las pocas oportunidades de “formación continua”. Dicho así, porque las opciones son escasas, y las necesidades son muchas. Valga pues esta imagen cervantina para subrayar las condiciones épicas en las que trabajan los profesores en México.
Mirar a los docentes
La calidad de nuestro sector educativo se reflejaba en los registros de nuestra prueba ENLACE, y en nuestros resultados internacionales: bajos y lamentables. Pero en el diagnóstico, han encontrado que la mayor culpa está en los profesores, y no en las condiciones sociales, no se mencionan las deficiencias de infraestructura, dificultades del sistema educativo, los grupos saturados, inconsistencias curriculares, etcétera.
La mirada hacia los profesores, no sólo es de gran interés, sino más bien imprescindible para trazar políticas educativas. Ya lo habían demostrado Emilio Tenti y Cora Steinberg (2011) en Los docentes mexicanos. Datos e interpretaciones en perspectiva comparada. Se trata de una investigación generada por un convenio de colaboración entre UNESCO, OEI y financiamiento de la SEP (del sexenio anterior).
Otro documento de referencia obligada es Profesores excelentes: Cómo mejorar el aprendizaje en América Latina y el Caribe. Coordinado por Bárbara Bruns y Javier Luque (2014), con auspicio del Grupo Banco Mundial. Este libro también lo analizamos aquí en Educación Futura. En ambos documentos mencionados, hay comparaciones y puntos de interés para construir una política de formación docente.
En este año, aparece el Informe del INEE (2015) Los docentes en México, donde se traza una radiografía detallada de los profesores con sus aspectos socioeconómicos y laborales. Se hace un acercamiento a las trayectorias académicas y valoraciones en la relación educación-empleo del pasado concurso de oposición.
La preparación docente
El multicitado informe del INEE, también señala la proximidad a las jubilaciones. Y argumenta que serán insuficientes los egresados de escuelas normales para cubrir las plazas que queden vacantes. Esto, de algún modo, justificaría la apertura de las convocatorias para los universitarios. Lo cual significaría un acierto para el Servicio Profesional Docente.
Sin embargo, no hay que olvidar que la SEP no es una empresa privada, que pueda seleccionar a los egresados que pasen su examen oposición. Los resultados que arroja el informe del INEE, son las necesidades apremiantes del sistema de formación docente, específicamente de Normales públicas.
Hace unas semanas, en una entrevista que hizo Leonardo Kourchenko a Sylvia Schmelkes, se puso sobre la balanza a las normales públicas y las normales particulares. La presidenta del INEE expuso que las normales particulares son de menor calidad. Y como era de esperarse, Kourchenko se sorprendió. También hay que agregar que las normales particulares no se mandan solas, es decir, que hay “alguien” que les otorga la validez oficial, y es la Secretaría de Educación Pública.
¿Cómo mejorar el nivel de los maestros?
Hay impulsos de la DGESPE por fortalecer la preparación de los normalistas que van a egresar. También hay programas en algunas entidades que becan a los no idóneos, para que mejoren su situación y sean contratados en el próximo concurso de oposición. También se está ofreciendo “tutoría” a algunos docentes (idóneos) de nuevo ingreso, pero no a todos.
El pasado 22 de mayo, la SEP publicó el Comunicado 125. “Abre SEP Evaluación Docente, sitio web de apoyo para participantes en procesos de ingreso y promoción al servicio profesional docente”. En donde aparecen algunos “recursos de apoyo”, que equivalen a la guía de examen que se otorga para el ingreso a Bachillerato o Educación Superior.
Pero hay una necesitad mayor: se trata de los docentes en servicio. Para preparar a los alumnos, y obtener la “educación de calidad” (de alta calidad), se necesitan políticas de formación docente que cumplan tres cometidos:
Uno. Regular el reemplazo intergeneracional docente. De manera que se abran los espacios que se necesitan. Esto tiene que ver con el número de instituciones formadoras de docentes, y las matrículas de ingreso y egreso. Muchas escuelas normales reciben la indicación del número de alumnos que podrán admitir, y va en función del número de formadores de docentes, y no necesariamente de una política de reemplazo.
Dos. Fortalecer la educación inicial de profesores. Históricamente, el oficio docente se había considerado como una “profesión de estado”. Alberto Arnaut había referido esto en varias de sus obras. Las escuelas normales han tenido reformas curriculares en distintos periodos. Y han mantenido una inercia difícil de romper con la sola modificación de Planes de estudio. Desde la lógica simple, en casi todos los países, primero se dan clases, se diseñan y ejecutan las estrategias de enseñanza, se realiza una evaluación formativa continua, y sobre ello se determina la certificación y promoción del alumno al nivel inmediato superior. No al revés.
Tres. Fortalecer la formación continua. Como sabemos, la capacitación y actualización que tienen los docentes mexicanos depende mucho de su voluntad, pero también de las oportunidades que tengan para ello. Los cursos de actualización se estuvieron improvisando con el pretexto del beneficio, y se contemplaban como puntaje escalafonario, o se canalizaban para carrera magisterial.
Sin embargo, las necesidades de los docentes siguen ahí, latentes, porque las estrategias de formación continua, han quedado en “invitaciones” para ofrecer la actualización. Como establece el Acuerdo 676. Que emite las Reglas de Operación del Programa del Sistema Nacional de Formación Continua y Superación Profesional de Maestros de Educación Básica en Servicio, que anda por ahí, en el Diario Oficial de la Federación, desde el 26 de febrero de 2013.
Meses después de que salió ese acuerdo, en un municipio de la mancha urbana (como en muchos otros municipios) se desarrollaron cursos de actualización, con conductores de bajo perfil, con dificultades de espacios y de tiempo. Lo bueno a todo esto es que los profesores, ahora más que nunca, buscan ofertas de actualización, lo malo es que la inercia de la formación continua sigue sin rendir muchos frutos.
Los molinos de viento.
El próximo ciclo escolar llegarán normalistas y universitarios a las escuelas de educación básica. Los primeros han cursado trayectos psicopedagógicos. Los segundos, tal vez sean excelentes profesionistas. ¿Quién atenderá adecuadamente a niños y niñas? ¿Y quién actualizará a esos maestros? ¿Las Normales públicas? ¿Las privadas? ¿Los centros de maestros? ¿Las universidades? ¿La página de la SEP? Como respuestas a todo esto, han emergido las voces de Don Quijote y de Sancho Panza.
Están los que ven a los profesores normalistas, como un grupo de desaforados gigantes, a quienes se les está haciendo la batalla. Y también están los otros, quienes dicen que los docentes normalistas en México no son gigantes a vencer, sino que son molinos de viento. ¿Y usted qué piensa?