“Al nivel prescolar no se le ha dado la importancia que tiene, realmente ahí se generan todos los cimientos del proceso socioafectivo, el niño pasa de una relación consigo mismo, egocéntrica, a jugar con los otros”, ahí empieza su relación con los otros, explica Benilde García, especialista en psicología educativa.
“Hay programas que han demostrado que si se pone atención en ese nivel se evitan un montón de problemas, las conductas de riesgo están íntimamente relacionadas con un pobre desarrollo socioemocional, el problema de las adicciones o de los embarazos en adolescentes tienen que ver con una pobre autoestima”, asegura en entrevista la profesora del Departamento de Psicología Educativa y Desarrollo de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Este país podría cambiar el rumbo, totalmente, si empezara con las generaciones de prescolar”, opina García y añade que no solo habría que impulsar programas que pongan interés en el ámbito afectivo, sino también en las funciones cognitivas “evidentemente los dos se apoyan, las funciones cognitivas se optimizan con el correcto manejo del ámbito socioemocional, hay niños que se volverían mas enfocados, mas curiosos, mas abiertos, mas creativos, sería excelente”.
Si los maestros conocen las habilidades socioemocionales pueden hacer la diferencia en la vida de los niños
Cuando los jóvenes considerados altamente agresivos empiezan a gestionar la hostilidad, aspecto que desde el punto de vista de la investigadora universitaria, si puede modificarse, a diferencia del temperamento o las practicas de crianza, “los maestros pueden hacer la diferencia en la vida de los niños si se conoce bien que ocurre en este ámbito y se trabaja con esto, “evidentemente el bullying en la escuela disminuiría”.
En los casos de bullying, la gestión de las emociones no solo debe trabajarse con el agresor, se deben incluir a la victimas y a los espectadores, “con las victimas porque no tienen las habilidades sociales necesarias, se vuelve un equilibrio de fuerza; con los espectadores para que no tengan miedo, porque piensan que la próxima victima serán ellos, no tienen autoeficacia, ni autorespeto, además se requiere empatía”.
En opinión de Benilde García, “los profesores primero tienen que aprender a gestionar sus propias emociones, entender que ocurre con cada una de ellas, identificarlas y gestionarlas, para poder después ayudar a los alumnos”.
La importancia de trabajar las emociones
Benilde García se desempeña como asesora del programa Construye T, impulsado por la Secretaría de Educación Pública y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, explica que dicho programa propone que el profesor tenga una importante capacidad de observación.
El profesor puede observar “quienes participan, quienes no, quienes tienen mucha dificultad para establecer contacto visual o para relacionarse con los demás, incluso en nivel de fobia social”.
Una vez que sean identificados podrá empezar a trabajar la dimensión afectiva, “es como un rio subterráneo que esta ahí y esta empujando o deteniendo a los estudiantes o bloqueándolos o impidiendo que aprendan, porque un mal control emocional de los alumnos, hace que la memoria a corto plazo se bloquee, entonces el alumno aparentemente tiene dificultades de aprendizaje, pero en realidad lo que tiene es un bloqueo emocional que hace que las funciones cognitivas no funcionen correctamente”, afirma la universitaria.
Cuando el profesor entiende de que se trata, puede con pequeñas acciones generar un clima que tome en cuenta la dimensión afectiva en el aula “puede generar un ambiente agradable, para que los errores sean permitidos, para que entiendan que pasa con emociones, para que alumnos apoyen a otros que tengan dificultades, para que los alumnos tengan mejores procesos de comunicación, consigo mismo y con otros”, concluye Benilde García.
En colaboración con el blog Educación Hoy, de Ediciones SM.