Una de las aspiraciones centrales de la función ética de la educación, es trabajar con la verdad, decir la verdad siempre, buscar la verdad, encontrar la verdad, descubrir la verdad, construir la verdad en cualquier ámbito en donde uno se encuentre. El asunto de la verdad, a diferencia de la falsedad o la mentira, tiene sesgos científicos pero también filosóficos y hasta lógicos y éticos. Las verdades absolutas o inmutables parece que ya no existen, existen verdades transitorias, reconocidas o validadas por un consenso social o por un convencionalismo científico.
La verdad parte de una afirmación a modo de tesis la cual es sostenida o defendida con argumentos de todo tipo. Por ejemplo: “todos los políticos son corruptos, los diputados son flojos, los maestros no saben enseñar adecuadamente, la reforma educativa no es ni reforma ni tampoco educativa, los normalistas de Ayotzinapa no fueron incinerados o quemados en el basurero de Cocula en Guerrero”. Estas son las afirmaciones, ahora habría que acompañar los argumentos respectivos, para sostener y demostyrar diochas afirmaciones.
No sólo se diseña el enunciado en cuestión sino que también se difunde por todos los medios, “haz que se repita mil veces una mentira hasta que se convierta en verdad”.
Hace más de un año, el 26 de septiembre del 2015, un grupo de estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero, fueron emboscados cuando brigadeaban y recolectaban recursos económicos, después fueron desaparecidos y hasta la fecha nadie sabe dónde se encuentran y posiblemente los asesinaron. Los padres de familia indignados justificadamente, se han movilizado y con ello lograron que un equipo de expertos en antropología forense –todos ellos extranjeros–, pudieran hacer un peritaje en nuestro país.
Recientemente han entregado su último informe y todos sus argumentos contradicen las conclusiones oficiales a las que ha llegado y defiende el gobierno de Enrique Peña, de los funcionarios de la PGR e incluso del Ejército mexicano.
¿Qué pretende ocultar el gobierno mexicano o que verdades pretende fabricar para ocultar las “verdades verdaderas”?, ¿qué riesgos representaban los normalistas de Ayotzinapa de tal suerte que se prefirió desaparecerlos y muy posiblemente matarlos?, ¿qué contenía el quinto autobús y por qué no se había hablado de él hasta los últimos peritajes?, ¿por qué las esferas más altas del gobierno mexicano necesitan mentirle a la nación y a la historia, a la dignidad y a su propia persona?, ¿con qué finalidad?, ¿con qué objetivo?, ¿para ganar qué cosas que también nos ocultan?, ¿con qué ideas pretenden que nos quedemos la gente común, la gente de a pie, como el que escribe estas líneas y tal vez quien las lee?
Trabajar con la verdad como motor didáctico es importante en la tarea educativa, lo de Ayotzinapa como muchas cosas que pasan en este país, tal vez jamás lo sabremos con precisión, con objetividad e incluso con un nivel mínimo de racionalidad, como fue el asesinato de Colosio, la masacre de Acteal, del Charco, de Aguas Blancas. Pero los niños y las niñas no sólo tienen derecho a las verdades, están obligados incluso ir en su búsqueda, aun asumiendo todas las consecuencias, por develarlas o por conocerlas.
Es lamentable que 43 normalistas de Guerrero y futuros educadores, tuvieran que ser sacrificados, en todo ello el gobierno mexicano quién sabe qué hizo o a quién sabe qué oculte. En última instancia, las verdades no son un punto de llegada, es el camino que uno construye para poder encontrarlas.
En este país fluyen las mentiras, las falsedades, en noticieros televisivos, en spots publicitarios, en propaganda de gobierno, trabajar con la verdad en cualquier espacio educativo es el requisito mínimo para aspirar a nuevos estadios de condición humana, de cultura y por lo tanto dar el salto para arribar a mejores niveles educativos superiores.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara
Correo: mipreynoso@yahoo.com.mx