Liberty means responsibility. That is why most men dread it.
George Bernard Shaw en Man and Superman
Hace tiempo escribí en este portal que ejercer la autonomía a nivel individual, escolar e institucional en México es muy complicado. Pensar y actuar por nosotros mismos y de manera razonada es difícil porque “los costos de ser independiente en sociedades con reglas precarias (y anti meritocráticas) son muy altos y muy pocos están dispuestos a pagarlos”. Ponía de ejemplo: Si una universidad pública fundamenta no adscribirse a los programas del Gobierno Federal, es probable que no fluyan los recursos; si un académico cuestiona sistemáticamente el proceder institucional, será marginado o tachado de “grillo”; si el intelectual cuestiona al caudillo, no habrá reconocimientos públicos o “si un órgano constitucionalmente autónomo osa enfrentarse abierta y públicamente al oficialismo, puede perder la simpatía del poderoso” (El difícil ejercicio de la autonomía, 19/11/17).
Recordar esta reflexión es pertinente a la luz del escarceo de un legislador del partido Morena por desaparecer el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), lo cual generó un interesante debate en las “benditas” redes sociales. El cyber espacio vio desde los detractores que culparon a ese órgano constitucionalmente autónomo de la “violencia” generada contra los maestros hasta los defensores del instituto. Estos últimos reiteramos la importancia del instituto en función del cúmulo de información que ha generado desde 2002 y que no solamente se circunscribe a los resultados de la evaluación docente. El hecho de verificar y cuestionar la “verdad oficial” por medio de los datos y del conocimiento que generan los órganos autónomos es un baluarte de la democracia.
Pero fue sintomático que, sin saber, un envalentonado legislador condujo una intentona que afortunadamente no fructificó, pero que sí encendió focos rojos en la esfera pública. La pregunta que automáticamente varios nos hicimos fue: ¿y cuál será la posición del presidente electo ante este escarceo y sobre todo, ante los órganos constitucionalmente autónomos? La preocupación creció cuando, en otro terreno distinto al educativo, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), declaró que si hay desequilibrios macroeconómicos durante su gobierno, no será su culpa de él, sino del mal manejo que haga el Banco de México (Banxico), otro órgano autónomo (El Financiero, 16/09/18 nota de Mariana León).
Aunque AMLO también se comprometió a respetar la autonomía de Banxico, llama mucho la atención que el presidente electo traslade responsabilidades y no las asuma plenamente. ¿Cree o no AMLO en la capacidad de los grupos, organizaciones y personas para configurar razonada y libremente sus estilos de vida y actuar en consecuencia? Un sujeto autónomo es ante todo un sujeto responsable.
Tengo la impresión de que algunos morenistas, que se dicen de “izquierda”, al provenir de una matriz más revolucionaria que liberal, le dan poco espacio en sus visiones del mundo a la autonomía y a la libertad individual. ¿Y esto qué tiene que ver con el ejercicio de gobierno y la hechura de políticas? Mucho. Reconocer la capacidad de desarrollo individual, escolar e institucional contribuiría a delinear una agenda educativa mucho más imaginativa que la que ha planteado el presidente electo (dar becas, multiplicar espacios de estudio formales o tener una visión bastante cándida del magisterio).
El gobierno de AMLO sí podría hacer historia si construye las bases y las condiciones para que, por ejemplo, los maestros de educación básica puedan trazar sus propias rutas de desarrollo profesional, y la Secretaría de Educación Pública (SEP) los respalde para la consecución de este fin. Además, al reconocer al docente como un sujeto responsable – y no sólo un recipiente de programas de buena voluntad -, puede proponer estrategias para quitarle a los maestros la tutela que les impone la burocracia sindical, la SEP, las secretarias de los estados y la sobre ideologización de algunos colectivos.
Si en Morena confían en verdad en la capacidad propia de las comunidades académicas, el nuevo gobierno podría avanzar desvinculando gradualmente la evaluación al financiamiento de las universidades públicas y que éstas a su vez, se comprometan con la transparencia y rendición de cuentas. Responsabilidad y autonomía son inseparables. Dejar de controlar desde el centro sería una bocanada de aire para nuestras universidades públicas que cada vez ponen más en entredicho su “autonomía” e independencia. Quizás la supresión de la autonomía universitaria por medio del control gubernamental ha impedido, en gran medida, el florecimiento intelectual y científico y no nada más lo que el licenciado Andrés Manuel consigna como el causante de todos los males del país: el neoliberalismo.
Si AMLO en verdad está preocupado por elevar la calidad de la educación y su justa distribución, podría sugerir que sean los niños, maestros y directivos quienes en sus propias escuelas discutan sus problemas y deliberen abiertamente estrategias para enfrentarlos dentro de un marco de aprendizajes común. Ante este ejercicio reflexivo, la SEP tendría que responder respetando su libertad y dotándoles de recursos y apoyo. Uno de estos apoyos sería precisamente la confianza que constituye un primer paso para formar personas y comunidades autónomas y responsables. ¿Será entonces liberal la filosofía que guiará la política educativa de este gobierno o le hará guiños al nacionalismo-revolucionario con su consecuente corporativismo?
Si en verdad AMLO está preocupado por la juventud mexicana, podrían empezar por reconocer que los jóvenes pueden no suscribir, de manera razonada, la misma idea clásica de universidad y bachillerato que ellos tienen. La pertinencia de la educación no se logra automáticamente abriendo escuelas, sino comprendiendo las racionalidades razonadas de los individuos que injustamente han sido expulsados del sistema educativo. Acercarse a la realidad con mayor humildad podría ser un rasgo importante si se quiere ser artífice de la llamada Cuarta Transformación.
Para finalizar diría que la noción de autonomía que suscribo aquí no significa autosuficiencia (“yo las puedo de todas, todas”). No estoy sugiriendo que las personas giramos ciegamente en torno a nosotros ni que el gobierno no es importante para el desarrollo de la autonomía individual, sino que hay una capacidad clave que el gobierno electo parece no advertir y de ahí su poca imaginación en la agenda educativa que propone.
Esperemos entonces que sepan escuchar, discutir y consideren a las personas y a las organizaciones escolares y universitarias desde otra perspectiva que los gobiernos neoconservadores no quisieron reconocer. Sí hay una buena oportunidad de “hacer historia” si se defiende y no se atenta contra la autonomía individual, escolar e institucional. Esto sí sería una verdadera transformación. Vamos a ver.