Eduardo Andere M.*
Las razones verdaderas de la salida de Esteban Moctezuma de la SEP no serán conocidas. Eso es materia de un círculo cerrado donde solo esgrimen algunos cuantos miembros del club. EM, y muchos de sus antecesores, nunca fueron realmente educadores en el sentido pedagógico. Ni siquiera fueron expertos en políticas públicas de la educación. ¿Su mérito? Cercanos al jefe y designados a discreción por el titular del Ejecutivo Federal. Es el juego de los políticos.
Cierto a EM le tocó la pandemia y con ella el premio de la rifa del tigre, y, además, fue atrapado por la centralización de la SEP. Digamos que, institucionalmente, la SEP fue debilitada por su propio poder. ¿Qué fue lo que realmente se logró en el período de dos años de EM? Desmantelar en papel la reforma del sexenio de Peña. En realidad, sigue la misma SEP, más o menos los mismos presupuestos totales, en la medida que la mayor parte del presupuesto público federal se destina a gasto corriente el cual es, casi en su totalidad, irreductible; los mismos maestros, una comisión para la mejora de la educación que sustituyó al INEE, y que en realidad se ha enfocado más en ser un ente de ideas que un ente de acciones; siguen las mismas escuelas, los mismos currículos, los mismos libros de texto, la misma pobreza digital y la misma retórica de una nueva reforma educativa la cual la hemos escuchado, al menos, desde la ANMEB de Salinas-Zedillo y luego las de Fox, Calderón, Peña y ahora AMLO.
¿Se va EM porque hizo una mala labor, por desacuerdos con su jefe, por el tamaño del desafío? ¿Se va por rebatingas dentro de la Cancillería, por el cambio de gobierno en EEUU, por una salida honrosa? ¡Quién sabe! Eso, en realidad no tiene consecuencias para el sector educativo, excepto para los mandos altos y medio-altos de la SEP e instituciones sectorizadas que se podrían ver afectados por el cambio de almirante.
Lo importante para el sector educativo es el perfil y la persona del nuevo secretario. Si nos remontamos a la historia moderna de la SEP, digamos desde Fox hasta AMLO, ningún secretario de educación realmente ha sido formado en la carrera pedagógica (la “ciencia” de la enseñanza-aprendizaje”). Con Fox estuvo Reyes S. Taméz, exrector universitario que lo conectaba con la educación superior (y quizá con la media superior) pero no con la educación pre-escolar y básica donde radica la esencia de la teleología pedagógica. Con Calderón llegó Josefina Vázquez Mota, política de corazón, bien intencionada, con experiencia en el sector social, pero no precisamente educativo. Ella fue sustituida por Alonso Lujambio un joven entusiasta, ambicioso y politólogo con credenciales en ciencia política, pero ninguna en educación y, menos, en aprendizaje. Lo sustituyó, por algunos meses, un exsecretario, médico, del sector salud José Ángel Córdova, donde la mayor parte de su tiempo se concentró en la comida chatarra en las escuelas. Con Peña llegó Chuayffet un político hecho con telas de mediados del siglo pasado, cuya lógica era, la lucha de grupos de poder, nunca el aprendizaje. Le siguió otro politólogo, Nuño, al estilo de Lujambio, más joven y con ambiciones prematuras que no entendió el lenguaje de la educación y que de plano marginó a muchos interlocutores educativos que no pensaban como él. Le siguió para cerrar el sexenio, Otto Granados exgobernador de Aguascalientes y con un interés y conocimiento más marcado en educación que el resto, pero no suficiente para superar los intereses políticos. Defensor a ultranza de la reforma educativa de Peña. Finalmente, llegamos con Esteban Moctezuma, un administrador de raigambre, con más vidas políticas que un gato, cuya experiencia más cercana fue el manejo de una fundación de un grupo privado que se dedicaba a administrar escuelas y orquestas juveniles. Quizá uno de sus legados más notorios fue introducir en el texto constitucional a la música como un área, primero crucial y luego especial, dentro de una mención, en mi juicio inapropiada para una carta magna, de la tira de materias del currículo nacional.
Ahora que el presidente está haciendo consultas para nombrar al nuevo secretario sería ideal que pensara en un pedagogo, con experiencia en políticas públicas, con respeto institucional, pero con autonomía de gestión, que tenga la autoridad política, moral y cognitiva suficiente para decirle al presidente “esto sí funciona esto no funciona”. Si en realidad de lo que se trata es que la persona, mujer u hombre, que ocupe el puesto piense igual que su jefe, y siga instrucciones, entonces cualquier perfil está bien. La educación, como desde hace cinco sexenios seguirá igual, y el aprendizaje probablemente peor, más desigual, con más brechas y segregado. ¿Por qué? Por la pandemia y por la política. Necesitamos, como lo he dicho en varias ocasiones que la política siga a la pedagogía y no al revés.
* Autor de “The Future of schools and teacher education” y ¡Aprender! Emociones, inteligencia y creatividad. (2020).