En los debates entre representantes de coaliciones y candidatos sobre el tema educativo, debemos poner a la luz, en su adecuada relevancia, en el desarrollo integral de la primera infancia (DIPI). El cartel de argumentos corre el riesgo de reducirse a la evaluación de los docentes y a la pobreza del contexto o de las escuelas mismas, pero no volteamos a ver con suficiente detenimiento lo que implican los primeros años de vida para las oportunidades de millones de mexicanos.
Para la escuela que queremos, no basta suponer que las personas llegarán sin obstáculos a inscribirse en la educación obligatoria (desde primero de preescolar), debemos, en cambio, asegurarnos activamente –con los medios legales, con los diseños institucionales y con las prácticas reales– que llegarán todos, que podrán constantemente acudir a la escuela y, la tarea más ardua, que llegarán listos para aprender juntos. El primero de primaria puede ser muy tarde, incluso con un gran replanteamiento de las normas y programas de la educación básica, como el que se desprende del cambio a la Constitución y las leyes que se va implementando en México desde 2013, los frutos pueden ser magros si no cuidamos un arranque en la vida digno y suficientemente activado.
El desarrollo integral de la primera infancia no es algo sólo posible y deseable, es el derecho de cada persona a alcanzar en el arranque de su vida –de los cero a los seis años de edad– la plenitud del potencial que le es propio, dado que su despliegue personal ocurre con una velocidad y profundidad que no tiene paralelo en otras etapas posteriores. Usamos “desarrollo” en su acepción más amplia, que involucra lo físico, la salud, lo cognitivo, lo socioemocional, la habilitación comunitaria y la identidad cultural específica.
En la práctica, el desarrollo óptimo que debe servir de arranque a la escuela que queremos está todavía lejos de alcanzarse.
Por ello, más de 300 organizaciones, presentes en todas las entidades de la República, estamos emplazando a los candidatos a la Presidencia para que se comprometan con el Pacto por la Primera Infancia “Empieza por lo Primero”. La propuesta incluye que no sólo firmen, sino que también prometan dedicar presupuesto, asignar funcionarios, modificar reglamentos y establecer un sistema de información y monitoreo para que las organizaciones de sociedad civil verifiquen el cumplimiento. Ya está el reto desde el lado de los ciudadanos. Será muy significativo saber quién sí firma desde el lado los políticos.