La formación de docentes en el mundo no es un asunto menor, la calidad de los docentes constituye, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) así como para diversas organizaciones multinacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el principal impulsor de las variaciones en el aprendizaje escolar.
De acuerdo con el informe Mckinsey, que estudió 25 sistemas educativos en el mundo, incluyendo a los 10 de mejor desempeño destaca que los estudios que toman en cuenta todas las pruebas disponibles sobre eficiencia docente sugieren que los estudiantes asignados a docentes con alto desempeño lograrán avances tres veces más rápido que los alumnos con docentes con bajo desempeño, por lo que es un asunto trascendental en la vida de un país.
De acuerdo a diversos estudios, incluido el informe anterior, así como la UNESCO, la OCDE y el BM, aquellos países que tienen los más altos estándares educativos, invariablemente seleccionaron a las personas más aptas para ejercer la docencia y, aunque varían las formas de acuerdo a la cultura y el contexto, la mayoría eligen desde el nivel medio superior a aquellos que tienen el más alto desempeño, los preparan rigurosamente sobre bases firmes de conocimiento pedagógico y disciplinar del nivel en que se desempeñarán, acuden en grupos a procesos de observación que luego analizan, para luego desarrollar prácticas docentes donde son observados por especialistas, desarrollan una maestría, para después de todo ese proceso, aplicar, solo a quienes han demostrado ser los mejores, un examen que permite elegir a quienes habrán de incorporar al sistema educativo.
En México, a diferencia de esos estudios y como se reconoce en los acontecimientos desarrollados a partir de la Reforma Educativa, en cuya última pincelada establecida el pasado 28 de junio, en que se da a conocer el modelo educativo para la educación obligatoria en donde, a pesar de que hay ciertos avances como lo es reconocer que un desafío importante es reducir las desigualdades estructurales que persisten en el sistema educativo, las cuales obedecen a causas internas y externas, en los hechos debemos preguntarnos si estamos seleccionando a los mejores, porque, en ciertos casos, no existe ningún proceso de formación profesional previo de preparación para la docencia y, con ello, deberán de esperar un número importante de generaciones de niñas, niños y adolescentes, en donde habrán de aprender -en el mejor de los casos y si existe una verdadera vocación- el significado del desarrollo biopsicosocial, las muy complejas competencias para enseñar, la detección de las condiciones que favorecen el aprendizaje, etc.
Como bien lo establece el informe Mckinsey, medir el desempeño no conduce automáticamente a obtener una perspectiva sobre cómo pueden las políticas y las practicas ayudar a los estudiantes a aprender mejor, a los docentes a enseñar mejor y a las escuelas a operar en forma más efectiva, lo que si estoy seguro es que el camino trazado desde la experiencia internacional sobre la materia no está siquiera cerca de lo que hoy en día se hace en nuestro país.