¿Cuáles son los criterios que orientan las decisiones del voto en los mexicanos? ¿Cómo razonan su elección? ¿A quién votan?
Voy a aportar algunos elementos para la respuesta, a partir del repaso de lugares comunes en materia pedagógica.
El sistema educativo nacional es enorme. Lo componen 35 millones de estudiantes, desde preescolar hasta la universidad. Es más grande que casi todos los países de América Latina. Ello habla de una inversión cuantiosa de recursos (de todos tipos) a lo largo de varias décadas. Cuantiosa e insuficiente, adviértase.
De acuerdo con las estimaciones que pronto confirmará el conteo de población y vivienda, nos acercamos a los 125 millones de habitantes. Los 35 millones de estudiantes representan una cifra más que considerable, pero su peso proporcional con respecto a la población global debería ser todavía mayor: si sumamos los niños de entre 3 y 5 años que hoy no asisten a preescolar, los millones de excluidos de la enseñanza básica, más los millones de jóvenes que el sistema educativo abandonó en la carrera escolar, la población podría superar los 50 millones.
Entonces, siendo muchos los 35 millones, la cifra desnuda deficiencias históricas. Si no, cómo se explica que cada año el sistema expulse un millón de estudiantes entre secundaria y bachillerato. Descomunal. No es rasgo de un sistema sano, por donde se le juzgue. Tampoco es de perspectiva: es una cuestión de derechos humanos.
Otro dato que ha sido profusamente señalado en meses recientes corresponde al rezago, esto es, a los mexicanos mayores de 15 años que no hicieron efectivo el derecho a la instrucción básica. Y esa cifra es casi del mismo tamaño que la matrícula global: 32 millones; de ellos, cinco millones de analfabetos.
Con los números en la mesa las preguntas iniciales tienen contexto. Una incalculable proporción de mexicanos son analfabetos puro o funcionales, rezagados del mundo escolar, iletrados políticamente, con medios informativos dominantes (televisión) claramente orientados al slogan y la banalidad, no a la explicación o análisis de los problemas y programas políticos.
¿Cómo votan los mexicanos? ¿Con qué criterios? Frente a las interrogaciones siempre recuerdo a Guillermo Jaim, ex rector de la Universidad de Buenos Aires:
“Cuando las personas carentes de educación participan en las decisiones colectivas, el resultado no es la democracia, sino el gobierno de la turba: el gobierno de los prejuicios privados, conocido, en su época, como la tiranía de la opinión”.