Y lo hizo de nuevo. La maestra Elba Esther Gordillo Morales: está de regreso.
Los medios de comunicación cubrieron la mayor cantidad de ángulos posibles. El morbo, la nota o simplemente el deseo de informar a los mexicanos y extranjeros, hizo que aquella mujer que, durante los sexenios de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa tocara los cuernos de luna con las manos, ocupara la mayor parte de los noticiarios y redes sociales.
Nada importó el mensaje del presidente, Enrique Peña Nieto, con motivo del inicio del ciclo escolar 2018-2019; nada importó el mensaje del Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, sobre la cancelación de la reforma educativa; aquí lo que realmente trascendió, fueron todas y cada una de las palabras que la profesora emitió después de, a decir de ella, su injusta aprehensión que la llevó a estar cinco años y medio en la cárcel.
¿Mártir, víctima o victimario? Con seguridad habremos de escuchar y leer en los próximos días; sin embargo, no debemos olvidar que, tal como aseguraba Ricardo Raphael hace unas semanas en entrevista con Carlos Loret de Mola en su programa Despierta con Loret: la profesora fue encerrada por motivos políticos y esos mismos motivos políticos son las que la han puesto en libertad.
No, la justicia ni las razones jurídicas que pudieron haberla mantenido en prisión, hicieron valer la fuerza del Estado o un Estado de Derecho a través de sus instituciones. No, la Procuraduría General de la República, jamás hizo bien las cosas como para que su caso estuviera bien armando desde aquel lejano 2013 cuando el exprocurador, Murillo Karam, la puso tras las rejas. No, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), jamás hizo algo para defender a esa maestra que por años estuvo “defendiendo” a su gremio y a su sindicato. No, el epitafio que algún día pronunció la profesora: “aquí yace una guerrera y como guerrera murió”, no fue ni será escrito por el peñismo y compañía. No, la maestra nunca se fue, siempre estuvo presente.
Y la tuvimos presente, porque no fue uno sino varios textos los que se escribieron, aun antes de su detención, que dieron cuenta del inmenso poder que esta mujer acumuló con el paso del tiempo: ejemplo de ello es el de Alberto Aguirre y Arturo Cano en su libro “Doña Perpetua”, el de José Martínez en “La Maestra”, el de Ricardo Raphael en “Los socios de Elba Esther”, el de Rafael Rodríguez Castañeda en “Los rostros de Elba Esther”, el de Francisco Cruz Jiménez en “Los amos de la mafia sindical” o el de José Luis García Cabrera en “Elba Esther, la maestra que nunca se fue”.
La tuvimos presente, porque los medios de comunicación, en todo momento, cubrieron cada uno de los “resultados” que se desprendían de un “caso” mal armado y sin “fundamento”.
La tuvimos presente porque, a pesar de las circunstancias, durante el tiempo en que estuvo al frente de la organización sindical que la vio nacer políticamente, los maestros se vieron beneficiados, en su salario y prestaciones, con la serie de “negociaciones” que emprendía con los gobiernos federales en turno, no así con Juan Díaz de la Torre quien, pese a quien le pese y diga lo contrario, éste entregó sin miramientos al “oficialismo”, a un SNTE completamente desdibujado.
Sí, la tuvimos presente porque nunca se fue.
¿Y los maestros?, ¿y el sindicato?, ¿y la educación? Preguntas que, seguramente, después de este 20 de agosto formarán parte del diálogo que pueda darse en el magisterio, en la sociedad, en la política y en la educación de México.
No es para menos que la maestra haya decidió presentarse públicamente justo el día en que los maestros y maestras regresan a clases. No es fortuito que, el día en que López Obrador anuncia la cancelación de la reforma educativa frente al todavía presidente de nuestro país, Enrique Peña Nieto, la maestra, haya afirmado que esa mal llamada reforma educativa “se ha derrumbado”. No es accidental que la maestra, en sus palabras, le haya mandado un mensaje muy claro a quien todavía dirige un insípido Sindicato de maestros. No, nada de eso es aventurado. Todo encaja dadas las circunstancias de naturaleza política que se viven en el territorio mexicano.
La lucha por ese sindicato pues, se antoja encarnizada; defensores y opositores al regreso de la maestra, se darán con todo dentro y fuera de las huestes sindicalistas de lo que alguna vez fue conocido como el Sindicato más grande de América Latina; y todo esto, por la recuperación u obtención de un poder que, a todas luces, no ha traído beneficios a la educación pública de México.
En este sentido, y como lo he venido afirmando desde hace tiempo, la educación, con estos hechos; sí, con estos desafortunados hechos, lamentablemente pasa a segundo término, así como también, las condiciones bajo las cuales los maestros y maestras, prestan sus servicios profesionales con la intención de brindar una educación que desarrolle las facultades naturales de los niños, jóvenes y adultos de un país donde precisamente la educación, ha sido devorada por esos políticos y líderes sindicales cuya ambición desmedida no ha traído buenos dividendos para la sociedad en su conjunto.
Sí, la maestra ha vuelto… ¡Ah, cómo dueles México!