Luis Morales*
Tal como ocurre en cada encuentro mundial de futbol, las aspiraciones nacionales se vuelcan en una posible victoria de la selección que no solamente no llega, sino que cada vez se aleja más. Del mismo modo, desde el año 2000 los resultados de México en la prueba PISA si bien no han empeorado, cada tres años es patente el estancamiento del rendimiento dentro de las tres áreas en que se centra la prueba: lectura, matemáticas y ciencia.
La puntuación media de México en la prueba de 2012 en las tres áreas mencionadas arriba fue la siguiente: matemáticas 413, lectura 424 y ciencias 415. En contraste, en la prueba del año 2015, las puntuaciones fueron: 416 en ciencias, 408 en matemáticas y en 423 lectura (OCDE: 2012, 1015).
Para tratar de remediar esta situación la Secretaría de Educación Pública ha emprendido el Programa Aplícate, el cual consiste en dar una “ayudadita” a los estudiantes para que mejoren sus competencias y habilidades en las áreas que marca la prueba.
Esta, como muchas otras, es una estrategia de último recurso que pretende elevar los resultados del país; pero solo eso, se trata de dar un impulso a los resultados, pero dejando de lado lo esencial: que los resultados cambiarán en la medida en que se materialice la tan anhelada calidad educativa.
El éxito en PISA transita también por el camino de la Reforma Educativa que impulsó la administración saliente. Por lo tanto, en la medida en que la política educativa ha sido efectiva, en esa medida se puede esperar (o no) un avance en la prueba que enfrentarán los jóvenes este año.
*Texto realizado durante la segunda sesión del Laboratorio de Periodismo y Política Educativa