La escuela actual, la escuela que nosotros conocimos, la escuela de todos los días, la escuela que hace muchos años construyó la modernidad para garantizar la “educación” de niños, niñas y jóvenes, a partir de adaptarse al sistema y de aceptar la ideológica y la estructura social del mismo, hoy atraviesa por una profunda crisis, que no es una crisis transitoria o pasajera; es una crisis profunda, (estructural dicen los expertos) que llega hasta sus cimientos institucionales y sobre todo está planteando fuertes cuestionamientos a su estructura, sus prácticas e incluso a su definición institucional.
Sobre todo en el nivel medio, la escuela como institución pública está siendo fuertemente cuestionada todos los días, los y las adolescentes, los y las jóvenes manifiestan su desacuerdo de distinta manera, al recibir el servicio de la escuela del presente.
El tejido institucional de una escuela, se construye y se entreteje, a partir de la historia de la institución, de su razón de ser, de la fama o el prestigio que ha adquirido (bueno o malo) en la comunidad en donde está enclavada, del nombre y la trayectoria de sus educadores, de las voces y representaciones de sus usuarios y egresados pero todo se concretiza en las prácticas y en las relaciones de todos los días.
La escuela se vive en la acción, en los pequeños y grandes eventos de este que se le ha dado en llamar el tejido cotidiano, toda escuela no es inerte su imagen no se construye de unas vez y para siempre, su trayectoria se vive en movimiento.
El deterioro del tejido institucional tiene que ver con tres grandes fenómenos, a) la pérdida de credibilidad y legitimidad en su propuesta educativa sobre todo a los ojos y desde las palabras de sus usuarios, b) las dificultades en su interior al no poder reencauzar el sentido educativo (verdaderamente formativo) de lo que la escuela hace y c) la ausencia de un liderazgo en su interior que conozca la dimensión del problema y que clarifique un rumbo de acción en la perspectiva de la gestación y puesta en operación de un proyecto de desarrollo institucional de corto, mediano y largo plazo.
Es más difícil para las escuelas públicas de nuestro entorno que recuperen lo que una vez tuvieron (prestigio, legitimidad, imagen positiva), que sigan deteriorando su tejido institucional, eso es muy fácil en un solo día se consigue.
Las amenazas que se han conjugado para este complejo proceso han sido internas pero también externas. Al interior de la mayoría de las escuelas se vive un clima de confrontación por espacios o disputas (absurdas desde mi punto de vista) por ganar, conseguir o mantener espacios de poder (sindical, político, económico), y desde el exterior la oleada de la reforma educativa y el cambio en las reglas y regulaciones en cuanto a derechos ha disminuido la mística en el trabajo.
El proceso de recuperación del tejido institucional desde la escuela tiene que ver con un esfuerzo pensado en recuperar el sentido de comunidad escolar y en la comunidad escolar se incluyen todos o los que quieran hacerlo: docentes, directivos, administrativos, alumnos y alumnas, padres de familia, egresados, comunidad del contexto escolar, etc. ¿Qué aportaciones puede hacer cada agente para reencauzar el sentido del trabajo de la escuela y para lograr que tanto alumnos como docentes asistan todos los días entusiasmados por enseñar y por aprender? Ese es el reto pero también la enorme dificultad que vivimos ahora.
Por último, del tejido institucional de las escuelas solo se consigue a partir de la legitimidad de las propuestas, no bastan los buenos contenidos de las propuestas, ni siquiera técnicas de convencimiento, basta la pertinencia de las propuestas y que los actores las hagan suyas en el trabajo de todos los días.