De ser una de las figuras más poderosas, no sólo en México sino en América Latina y tal vez del mundo, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en los últimos años, perdió rumbo, sentido y dirección, y esto no es para menos. El liderazgo del actual dirigente sindical ha dejado mucho que desear, derivado del “pacto” que éste estableció desde el inicio de su gestión con el gobierno del presidente Peña Nieto. De hecho, para nadie es desconocida “la alianza” que firmaron estos personajes con la intención de que la mal llamada reforma educativa pasara por el legislativo así, “planchadita”, sin ningún argumento a favor de los trabajadores al servicio de la educación.
Si esto no fuera así, ¿por qué en las diversas entidades de la República Mexicana existen sendos problemas relacionados con una inadecuada aplicación de la Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD)?, ¿qué beneficios, logros o conquistas sindicales se han obtenido después de la entrada en vigor de esa ley?, ¿cuáles son las aportaciones tangibles que ha gestionado la dirigencia sindical para sus agremiados?; en concreto, ¿se ha mejorado las condiciones laborales de dichos trabajadores? y ¿cuál es el rol que ha asumido el SNTE desde que la profesora Gordillo fue encarcelada?
Éstas, en principio, parecen ser algunas interrogantes que a más de uno de esos sindicalizados se les ha venido a la mente y que, tal vez, por temor a las “represalias” de las que pudieran ser objeto por expresar tales cuestionamientos, no se plantean de lleno en las reuniones sindicales que, conforme a los estatutos, las delegaciones tienen la obligación de efectuar en diversos momentos en sus respectivos centros de trabajo.
Ahora bien, si es que en verdad ha habido logros – por aquello de que se pudiera refutar algunas de las afirmaciones que realizo –, ¿cuáles son éstos y en dónde se han visto reflejados? Dudo mucho que alguien, en estos momentos, se vea y sienta respaldado por una organización sindical como la que refiero. El asunto es simple: la autoridad educativa a nivel federal, ha hecho y deshecho lo que ha querido… ¿Y el SNTE?, durmiendo “el sueño de los justos”.
De aquellos años en que el Sindicato fue el más poderoso de América Latina, hoy, ni su sombra queda. Aquellos años dorados en los que su presencia era todopoderosa, omnipotente, han desaparecido. ¿Éste es un proceso normal dados los constantes cambios que en las sociedades se manifiestan? Indudablemente, como también es indudable, que las organizaciones deben ajustarse a esos cambios para brindar las posibilidades, en este caso, de defensa de sus agremiados. Tal vez por ello, es que muchos trabajadores adheridos a la educación se pregunten, ¿qué es lo que ésta ha defendido?
En este sentido es que ha llamado mi atención, los procesos que recientemente se han generado dada la convocatoria que lanzó el SNTE para participar en su VII Congreso Extraordinario. Proceso que bien a bien no se comprende por el empleo de palabras que, dadas las condiciones que vive la educación en México, suenan absurdas, huecas, sin fondo, y más cuando las expresan quienes menos se han caracterizado por aplicarlas: ¿democracia?, ¿transparencia?, ¿pluralismo?, ¿sindicalismo?, ¿compromiso?, ¿unidad y orgullo? Si esto no fuera así, habría que preguntarle a los más de un millón de trabajadores de la educación si consideran que al interior de su organización sindical prevalecen y se promueven tales conceptos.
Un ejemplo de ello, fue el asunto de los 400 millones que la Secretaría de Educación Pública (SEP) le dio al SNTE para impulsar y difundir el modelo educativo (La Jornada 10/01/2018). Asunto del que poco se habla, poco se sabe, poco se escribe, pero eso sí, su dirigencia sindical a nivel nacional, se jacta de llevar a cabo diversas elecciones democráticas y transparentes en diversos estados del país a través de las cuales se eligen a ciertos representantes que llevarán a dicho Congreso la voz de los trabajadores pero, ¿por qué en ese mismo espacio democrático, plural y abierto no se habla de transparencia en el uso de los recursos de las cuotas sindicales, por ejemplo? Si, ya sé, con seguridad alguien podría argumentar que no es el propósito ni el objetivo de esas elecciones puesto que como su nombre lo dice, se elegirán solamente a esos representantes. ¿Elección le llaman entonces?, ¿y cuándo se conocerá el destino de las “aportaciones” que le son descontadas a los miles de profesores, administrativos y asistentes a la educación?
¿No es absurdo tal escenario?, ¿no es simular y maquillar procesos en los que los trabajadores eligen libremente a sus delegados efectivos pero sin que éstos cuestionen asuntos como los que he expuesto?
El clima electoral que prevalece en nuestro país nos recuerda que, particularmente, esta organización sindical está y estará a disposición del mejor postor. Su nombre y apellido lo conocemos, de ahí que sea irrisorio el planteamiento de un pliego petitorio en el que, a decir de su líder, se pugne por una mejora salarial para sus agremiados. ¿Cuántas veces no habremos escuchado que ahora sí se contará con más y mejores salarios?, ¿cuántas veces no habremos escuchado que ahora sí se peleará porque existan mejores condiciones laborales?, ¿cuántas veces no habremos escuchado que se gozarán de más y mejores prestaciones laborales?
Sí, la realidad educativa y laboral que observa desde esta dirigencia, es muy distinta de quienes a diario viven los grandes problemas educativos, y si a ello le agregamos que el sindicalismo ha perdido rumbo y sentido, la cosa se empeora un poco más.
El estado de indefensión en el que se encuentran cientos de trabajadores adheridos a este sindicato es, a veces, mayúsculo. Y ante la impotencia, frustración e indiferencia, ¿qué queda? Desde mi perspectiva, la posibilidad de exigir que esos dirigentes cumplan con su mandato, ese que está establecido en los estatutos que le dan un soporte normativo a las organizaciones como la que ahora expongo y los líderes que las representan.
Confiemos pues, que dentro de esos representantes que serán elegidos para asistir en próximos días a ese Congreso Extraordinario, haya una voz que realmente sea portador del sentir de los trabajadores de la educación, y la exprese. De simulación y maquillajes ya estuvo bueno. La democracia, no en su sentido abstracto, existe cuando uno es capaz de elegir lo que desea expresar, y el momento es propicio para ello.
En suma, considero que este sindicato tiene que transformarse, sin olvidar el principio que lo fundamenta: la defensa de los trabajadores de la educación, y no una venta al mejor postor o partido político que le obsequie ciertas canonjías.
Más allá de ciertas filias y fobias (como bien lo diría un amigo), el sindicalismo debe y tiene que repensarse para beneficio de los trabajadores… la pregunta es: ¿le entramos al ruedo?