Muchos de los que nos encontramos en el medio educativo, hemos visto en los últimos años, cambios vertiginosos en el Sistema Educativo Mexicano (SEM); cambios que, sin lugar a dudas, han puesto en movimiento a ese monstruo reumático que por años padeció una enfermedad casi incurable. Sus causas, pocas veces comentadas pero ampliamente conocidas, han dejado entrever la podredumbre que por años prevaleció, y aún prevalece, en dicho Sistema, pero, vayamos por partes, porque de este asunto varias cosas se desprenden.
Como sabemos, a partir de la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, la organización del SEM fue dándose paulatinamente, con ciertos tropiezos pero también, con aciertos que impulsaron la educación en nuestro país. Obviamente no me detendré en ellos, salvo para mencionar que cada Gobierno Federal y su respectivo Secretario de Educación le imprimió su sello. Insisto, si han sido decisiones acertadas o erróneas, creo, la historia misma las ha juzgado – y los hombres también lo hemos hecho –.
En ese cúmulo de sucesos, uno que ha sido trascendental para el medio educativo, fue la aparición del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en 1943. Como también sabemos, en la gestión del Presidente Manuel Ávila Camacho se concretó tal hecho. La idea, relevante en sí, consideró aglutinar en un sindicato magisterial a los existentes en el país. En sus inicios, sus principios se configuraron a partir de la defensa de los intereses de los trabajadores de la educación. No obstante lo anterior, no debe olvidarse que también “…caminó a la par del Estado posrevolucionario, por el centro político, bajo la ideología nacionalista y populista de la revolución mexicana…” (Góngora y Leyva, 2007). ¿Ello qué significa? Sencillo: su participación en actividades gremiales y profesionales – dada su estrecha relación con la SEP – pero también, en políticas partidarias, dado su “vínculo de origen” con el Partido Revolucionario Institucional (antes PRM).
Este hecho – su participación en actividades gremiales, profesionales y partidistas –, propició que fuera acomodándose con el partido que postulaba a los Presidentes de la República, así como también, con quien dirigía los destinos del territorio mexicano. Para muestra un botón: la cercana relación que mantuvo con el PRI por años, llevo a una de sus dirigentes, la maestra Elba Esther Gordillo Morales, a ocupar la Secretaria General de tal partido pero, una vez que Acción Nacional ganó la presidencia con Vicente Fox, la organización sindical llegó a la cúspide del poder ampliando sus redes de actuación en el ámbito educativo; esto, de común acuerdo con el Presidente en turno.
Como todo en la vida, esa relación no pudo mantenerse más de dos sexenios; a alguien se le olvidó que los intereses cambian, las ideologías son diversas y que, tarde o temprano, las cosas pasan.
Desde mi perspectiva, tres hechos marcaron el fin del “monopolio sindicalista”: a) el rompimiento con el PRI a raíz de la salida de la profesora Gordillo; b) el surgimiento del Partido Nueva Alianza (PANAL), cuya intención fue colocarse en el ámbito político con la “supuesta” idea de que los maestros eran la fuerza de cualquier partido; c) y, el abandono de su centro político como parte de su estrategia nacional ponderando el hecho educativo más que el sindical y la defensa de sus agremiados.
Si estas premisas son ciertas, ¿por qué nos extraña el comportamiento que en los últimos días hemos visto de esta organización sindical a través de su dirigente Juan Díaz de la Torre? No hay más, está volviendo a sus orígenes: retomando su centro político. Vaya, ha logrado en estos tres últimos años lo que jamás hubiéramos pensado: subyugarse a los designios del Gobierno Federal y al partido que postuló al Presidente. La historia señoras y señores se repite, solo que en esta ocasión, no se incluye la defensa de los trabajadores.
So pena de equivocarme, esta acción no le traerá buenos dividendos en el futuro inmediato. En la cúpula sindical, se les ha olvidado que los tiempos han cambiado y que las personas también lo han – y hemos – hecho. Las épocas de total hegemonía – en los que existía una Vanguardia Revolucionaria, por ejemplo – han terminado. La diversidad de pensamientos y expresiones, la exigencia de resultados – que reditúen en mejores condiciones laborales para los trabajadores –, la democratización sindical y una transparencia en el ejercicio del poder, son aspectos que vienen creciendo, imperceptiblemente, pero con mayor incidencia que en antaño.
Si el corporativismo ha llegado a su fin, ¿será que el SNTE aún y con sus relaciones partidistas se mantendrá vigente en un país tan cambiante con el nuestro? Esto, puede ser posible pero dependerá en buena medida, no de su dirigente, sino de sus maestros que sostienen a ese dirigente.
Y a todo esto, ¿dónde queda la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)? Siguiendo la misma lógica de mis argumentos, intentando volver a su origen –de lucha y resistencia–, solo que también se le ha olvidado que las tropelías de sus dirigentes, han sido ampliamente difundidas y conocidas por sus propios agremiados. Su ideología democrática se perdió y, como tal, la disidencia va en caída libre y, con seguridad pasará a la historia, como uno de esos sucesos que se registran en alguno de los libros de México.
SNTE y CNTE ¿fin del sindicalismo en México? Peña Nieto y Nuño, ¿héroes nacionales que eliminaron el corporativismo? Tiempo al tiempo.
Referencias:
Góngora, J. y Leyva M.A. (2008). El SNTE en su encrucijada: política o educación. Laboratorio de políticas Públicas Buenos Aires. ISBN: en trámite.