Aunque es imposible dar respuesta a la correspondencia que recibo por mis artículos, lo hago cuando se me señala algún error o cuando algún lector aporta conocimiento al tema; también cuando considero que vale le pena debatir. La semana pasada recibí dos mensajes en el blog de Excélsior acerca de los 7O años del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Juan Manuel Melchor Pérez me conmina a que hable de otros sindicatos, en particular del de mi institución, no nada más del SNTE. Marín Campos sugiere que el presidente Peña Nieto usó el poder del Estado para acabar con el SNTE, y que yo quisiera una dictadura tipo Cuba para aplastar las libertades de los ciudadanos.
No nada más escribo sobre el SNTE, como lo indica don Juan Manuel; mi tema amplio es la política educativa. Pero no está mal fijar mi postura respecto al Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM).
El SITUAM no es un sindicato modelo, tiene muchos de los vicios del sindicalismo corporativo, pero en lo esencial sigue siendo un sindicato libre. Me explico. Los trabajadores no están obligados de enrolarse en sus filas. Si bien —y eso por debilidad de las autoridades de la UAM— el SITUAM “propone” a los trabajadores administrativos y de intendencia, y que entre ellos también existe la herencia y la compraventa de plazas, los profesores ingresan por concurso de oposición. Claro, si un trabajador no se afilia al sindicato se encuentra sin protección, pero no se le excluye.
Cuando se fundó el SITUAM, en 1976, se constituyó como un sindicato unitario e independiente. La masa de profesores estaba convencida de la necesidad de contar con un órgano de defensa. Eran los tiempos de la campaña electoral de López Portillo y las autoridades de la universidad, acaso por presiones del gobierno, aceptaron las condiciones que los trabajadores proponían; entre ellas la “bilateralidad” en la contratación de profesores. Lo que atentaba contra el principio de mérito y abría la puerta al clientelismo, aunque en la ideología de los militantes se rechazara. Más pronto el SITUAM incurrió en prácticas corporativas.
La reforma al artículo 3 de la Constitución de 1980 prohibió la sindicalización nacional de los trabajadores universitarios y otorgó a las universidades la facultad de fijar “los términos de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico”. El contrato colectivo de trabajo de la UAM contravenía ese mandato.
Entre agosto y noviembre de 1981 hubo un litigio entre el sindicato y la UAM, hasta con huelga. El asunto culminó con la supresión de 53 cláusulas del contrato y con la renuncia del rector Fernando Salmerón a la rectoría general. Visto a la distancia, pienso que el rector se sacrificó para salvar a la universidad; aunque en aquel tiempo yo pensaba distinto; era un defensor del SITUAM.
Fue a raíz de una de las huelgas que promovieron los dirigentes, que mi desilusión con el SITUAM alcanzó su clímax. Ellos querían acabar con los concursos de oposición, que se otorgaran plazas en automático a los profesores temporales y que se restableciera la bilateralidad. Renuncié a sus filas y dejé de pagar mis cuotas. No pasó nada, nadie me reprimió ni recibí amenazas; lo mismo hicieron otros colegas. Algunos de ellos, cuya decepción fue mayor, organizaron un sindicato académico que le disputa membresía al SITUAM.
No soy enemigo de los sindicatos; critico al sindicalismo corporativo y corrupto. Pienso que los trabajadores merecen sindicatos libres, que defiendan sus derechos, no que los controlen. Por sindicato libre entiendo aquel en el que los trabajadores se afilian por voluntad propia y que eligen a sus dirigentes por medios democráticos. Si bien en el SITUAM hay grupos que se disputan el poco poder de que disfrutan, no ha caído en cacicazgos ni sus líderes se eternizan en puestos sindicales y cobran sin trabajar.
Estoy en desacuerdo con el señor Campos, hace mucho que me desilusioné del régimen cubano; defiendo causas democráticas. También pienso que el SNTE está lejos del agotamiento. El gobierno de Peña Nieto neutralizó a una cacique incómoda, pero mantiene a una dirigencia dócil. El gobierno también está en contra de sindicatos libres, les teme. Por ello no acabará con el SNTE. ¡En su salud lo hallará!
El autor es académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior