La entrega de los Premios Oscar, lejos de ser un espacio para valorar el trabajo de quienes participan en la industria cinematográfica, se ha convertido en un show mediático para quienes, con sus actos, demeritan el trabajo, el esfuerzo y los recursos implicados en ella, ya que no sólo es una muestra de lo mejor de acuerdo a la Academia, sino que posibilita, además, un debate entre quienes nos gusta el séptimo arte.
En esta entrega, lejos de hablarse de los premios y los nominados, se ha difundido en los medios y en las redes sociales, los momentos en que un actor golpea e insulta a un comediante, lo que motivó su constante difusión dejando de lado cosas que, desde mi punto de vista, podrían difundirse para la construcción de una sociedad mucho más reflexiva y sensible.
Por ejemplo, gana el Oscar una película que toma en cuenta a la comunidad sorda y uno de sus actores, que es sordo, recibe una estatuilla como reconocimiento a su trabajo actoral; la mejor dirección la ganó Jane Campion, tercera mujer que lo gana en 94 años; El Poder del Perro, película nominada en la que se desarrolla una historia que refleja la homofobia y la masculinidad patriarcal; Belfast, ambientada en los seseneta en Irlanda, donde se presenta el conflicto entre católicos y protestantes; Drive my Car, basada en un cuento de Haruki Murakami y primera película japonesa en ser premiada o La hija Oscura, que muestra el otro lado de la maternidad; es decir, hay mucho que comentar y ver a partir de estas y otras películas, pero todo se reduce a comentar la nefasta actitud de dos personas que han hecho de la burla del otro, un modo infame de hacer comedia que en muchos espacios del espectáculo se normaliza, porque burlarse del otro forma parte de lo que hoy se considera “gracioso”.
Más allá de intentar entender las causas o estar a favor o en contra sobre lo que motivó la agresión, en necesario repensar la violencia de la cotidianeidad y su manifestación y abordaje en distintos ámbitos sociales contemporáneos. Hay que considerar lo anterior porque en la delimitación conceptual del acto violento existe un factor que pondera la violencia o no del actuar, es la presencia de la voluntad en quien ejecuta tal o cual intervención física contra otro u otros, porque, para que haya violencia, es necesario que la intervención física sea voluntaria.
Hay teóricos que han reflexionado sobre la existencia de cierto habitus violento mediado por una cultura de violencia (Imbert, 1992), que se entreteje en el quehacer cotidiano de las sociedades y que se encuentra atravesado por la violencia circundante y reproducida en la misma.
Lo define como: “todo cuanto en el entorno sociocultural y en las representaciones de la violencia contribuye a conformar un universo simbólico que participa de una cultura de la violencia” (Imbert, 1992, p. 25) donde este entorno simbólico concede la identificación, reproducción y materialización de la violencia en los comportamientos y tramas de significado de los miembros de determinado ambiente sociocultural.
Los patrones de comportamiento de los miembros de tales sociedades se encuentran medidos por violentos códigos de significación y universos simbólicos (conjunto de representaciones colectivas), que reproducen culturalmente los comportamientos violentos de los ciudadanos. Si vieron el desarrollo de los acontecimientos, observaron que muchos de los comentarios de quienes intervinieron, contenían esa burla agresiva y de mal gusto, que desde mi particular punto de vista, no eran necesarios.
Lo anterior, ¿por qué es importante traerlo a la reflexión? Por la trascendencia que ha tenido y que afecta las relaciones entre las personas. En la escuela se han identificado aspectos violentos que en un primer momento son externos, pero que necesariamente penetran en la institución, teniendo repercusiones bastante lamentables no sólo para la vida misma de los escolares, maestros y directivos, sino también en el orden del aprendizaje (Cuervo, 2016).
Y es necesario el replanteamiento de lo que hoy significa la violencia, ya que siempre requiere de una amplia contextualización, una mayor claridad del sentido o sentidos con los que se emplea para describir alguna particularidad social. Regresando a la entrega de las estatuillas, es grave lo ocurrido realizado por alguien con fama internacional, es grave por el uso del sarcasmo de un humorismo aceptado, es grave por el empleo de una violencia injustificada y lo que es peor, es un modelo de actuación que, si se reproduce socialmente y en familia, como se puede observar en Twitter, donde publicó el hijo menor del agresor: “así lo hacemos nosotros”.
Referencias
Cuervo M, E. (2016). Exploración del concepto de violencia y sus implicaciones en educación. Política y cultura, (46), 77-97. Recuperado en 29 de marzo de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-77422016000200077&lng=es&tlng=es.