«Un límite establecido con respeto, amor y firmeza, se convierte en guía, no en barrera.»
Jane Nelsen
En los centros educativos, el ambiente de trabajo puede tornarse complicado debido las circunstancias propias de las interacciones de las personas que interactúan en el centro escolar, especialmente a la diversidad de personalidades y antecedentes de quienes laboran allí. Las mismas actitudes y comportamientos que para algunos pueden parecer normales, para otros resultan disruptivos y generan tensiones. Sin embargo, el objetivo primordial de cualquier institución educativa es el aprendizaje de los estudiantes, y este propósito puede verse comprometido si desde la dirección escolar no se establecen límites claros, respetuosos y congruentes para el equipo de trabajo.
La dirección escolar, por la propia naturaleza normativa y funcional del centro escolar en el contexto de su trabajo al interior del centro educativo, le corresponde el establecimiento de un marco de acción para el desarrollo de las actividades y en mucho, de que se generen las condiciones para el aprendizaje al interior de la escuela.
Los límites son fundamentales en cualquier ámbito de la vida, pero en el contexto de una institución educativa, adquieren una significación especial. A diferencia de los estudiantes, que están en proceso de formación, el personal ya cuenta con experiencias y formación previa que, en ocasiones, pueden favorecer u dificultar la implementación de cierta normatividad y políticas al interior del centro escolar. Sin embargo, estas normas son esenciales para mantener un clima laboral saludable.
Cuando por alguna situación algún miembro del personal rebasa el límite de tolerancia la hora de entrada, su forma de relación con otros miembros del personal se da bajo expresiones con un tono poco respetuoso o se manifiestan excusas para no cumplir con sus responsabilidades, se hace necesario el llevar a cabo una plática personal, privada, directa y clara. Si bien estos comportamientos pueden parecer menores, pueden tener un impacto significativo en el ambiente laboral y, por extensión, en el proceso educativo.
Ante estas circunstancias, más allá de la normatividad existente, la dirección escolar tiene la responsabilidad de intervenir y establecer límites claros. Es esencial que directoras y directores se enfrenten a estos desafíos de manera directa y no mediante advertencias generales. A menudo, las llamadas de atención genéricas no tienen el impacto deseado y pueden generar incomodidad entre aquellos que sí cumplen con sus responsabilidades.
Es crucial diferenciar entre la persona y sus acciones. Si bien es necesario abordar comportamientos inapropiados, esto debe hacerse con respeto y de manera privada. La figura directiva debe acercarse a la persona en cuestión, discutir las conductas problemáticas, sus consecuencias y buscar soluciones. Esta comunicación no solo aborda el problema, sino que también proporciona a la persona una oportunidad de expresar sus preocupaciones y recibir el apoyo necesario.
En última instancia, establecer límites claros y comunicarlos de manera efectiva no solo mejora el clima laboral, sino que también garantiza que la institución cumpla con su misión principal: lograr el aprendizaje de sus estudiantes. La dirección escolar debe adoptar un enfoque proactivo y respetuoso al abordar problemas conductuales, siempre con el objetivo final de garantizar el bienestar y el aprendizaje de los estudiantes en mente. Porque la educación es el camino…