El tema hoy por hoy es la educación. La agenda nacional puede contener diversos asuntos, todos relevantes para el destino del país, pero sin duda, el más trascendente actualmente lo constituye la educación.
La relevancia no sólo se debe a la reforma educativa aprobada en el Congreso, sino a la urgencia de atender el tema debido a la severa crisis que enfrenta el sector. Durante años se prefirió posponer la discusión de fondo y paliar el rezago con concesiones, sin embargo, después de décadas de inacción, la atención era impostergable.
En medio de condiciones económicas y sociales adversas, la educación emerge como un elemento fundamental para abatir la desigualdad y revertir la grave crisis por la que atraviesa gran parte de la población mexicana. Por ello, la discusión que se abrió con la reforma educativa ha sido de gran relevancia, porque ha puesto en la mesa las grandes carencias que enfrenta nuestro sistema educativo en todos los niveles, el gran reto que implica una verdadera reforma y la falta de alcances que tiene la actual.
En perspectiva, con la reforma se argumentó cambiar el modelo educativo por partes, iniciando con la parte docente, sin embargo, el problema de la educación en México no son los profesores, es el sistema en su conjunto.
Los sustentos para esta afirmación abundan. La infraestructura educativa en algunos niveles es insuficiente y en otros como en la básica, es deficiente. Según información del Inegi, el 48% de las escuelas públicas carecen de acceso al drenaje, 31% no tienen acceso a agua potable, 12.8% no cuentan con sanitarios, 11.2% no tienen acceso a energía eléctrica y el 61.2% de ellas no cuentan con acceso a equipos de cómputo que sirvan.
Para nivel básico el problema no es la cobertura, sino la calidad y las condiciones en las que estudian nuestros niños y niñas. A nivel medio superior y superior los problemas se hacen aún más complejos.
De acuerdo con datos de la SEP, las tres principales razones por la que los jóvenes dejan sus estudios son: Falta de recursos económicos, embarazos y porque simplemente les disgusta estudiar.
Por ello, si sumamos la tasa de deserción escolar con la de jóvenes que se quedan sin un espacio educativo para continuar sus estudios, podemos comprender cómo es que nuestro país ocupa el lugar más alto de los países de la OCDE con población joven sin estudios.
Ante este escenario tan complejo, ¿cuál sería la mejor solución? Fortalecer la educación pública. Más del 80% de nuestros jóvenes quisieran ingresar a la UNAM, al IPN y a la UAM, por ello no se trata de crear más universidades únicamente con el objeto de darles un lugar en el sistema educativo.
No se trata tan solo de destinar recursos a nuevos esfuerzos educativos, aunque en un escenario como el actual, cualquier iniciativa para ampliar la cobertura es loable, al final, la problemática no sólo es brindarles una oportunidad de que estudien, sino que lo hagan con calidad, con sentido, que al final se les garanticen los conocimientos necesarios para enfrentarse a la competencia laboral.
Desde la Secretaría de Educación del Distrito Federal, por ejemplo, hemos planteado aumentar la oferta educativa a través de nuevos bachilleratos, los cuales buscarán generar una nueva relación entre aprendizaje y alumno, buscamos que nuestros jóvenes obtengan un desarrollo integral y que su educación se vincule directamente con la vocación económica de la ciudad; que al salir tengan las herramientas y conocimientos necesarios para encontrar empleo. Hoy es fundamental no sólo abrir más escuelas para que acudan nuestros jóvenes, sino también pensar en lo que harán una vez que salgan.
Secretaria de Educación Pública del Distrito Federal.
Twitter: @Ale_BarralesM