El pasado lunes el titular de la SEP Aurelio Niño Mayer dio a conocer las 6 líneas generales en lo que le llamó en el nuevo Plan “la Escuela al centro”, en dicha propuesta se establecen cambios importantes y sustantivos en los estilos de gestión de las escuelas. Los ejes referidos son los siguientes: impulsar la autonomía de la gestión escolar, la descarga administrativa de las escuelas, un incremento en el número de escuelas con recursos propios, la flexibilización del calendario escolar, la creación de las figuras de subdirector escolar y académico, la asignación de maestros de inglés, lectura y escritura, tecnologías de la información y la comunicación, educación especial, artística y física, el fortalecimiento de los consejos técnicos escolares junto al impulso a los centros escolares de participación social entre otras acciones.
Algunos trabajos académicos y hallazgos provenientes de la investigación en donde se destacan las aportaciones de Andy Hagraves y Michael Furlan señalan la importancia de la autonomía en el proceso de cambio o en todo proyecto de innovación desde las escuelas. Dicha noción de autonomía implica la capacidad de decidir colectivamente desde la escuela, el vincularse con las necesidades del entorno en donde esta se encuentra enclavada y de involucrar a los agentes cercanos a la misma, en todo ello se le da un gran valor al colectivo docente.
Uno de los aspectos importantes dignos de reconocerse en la configuración social y administrativa de las escuelas primarias en nuestro país, es su alto nivel de diversidad y complejidad en los entornos en las que se encuentran ubicadas las escuelas, según algunos datos de programas como la atención al rezago educativo se reconoce que el 65% de las escuelas públicas son de organización incompleta (unitarias, bidocentes, tridocentes, etc.), es decir son atendidas por uno, dos o tres maestros que atienden no sólo a toda la población escolar sino también las necesidades y los proyectos complementarios a la propia escuela, dichos maestros tienen que cumplir con labores administrativas, técnicas y de vinculación con la comunidad, la SEP reconoce sólo al 32% como escuelas de organización completa la mayoría de ellas enclavadas en zonas urbanas o polos metropolitanos desarrollados, las escuelas enclavadas en zonas rurales y alejadas de las zonas urbanas son las que tienen menores recursos, y son las que requieren mayores los apoyos necesitan. Estas disparidades y asimetrías en el trato generan condiciones adversas en cuanto al desarrollo educativo, es obvio pensar que a estas escuelas no les llegarán los grandes apoyos de los que habla el secretario de educación.
Considero que no se puede aspirar al cambio en las escuelas o a que éstas contribuyan al cambio educativo y social, cuando la cultura del cambio es un componente prácticamente inexistente en la vida de muchas de nuestras escuelas, gran parte de las escuelas mexicanas viven fragmentadas en varios proyectos hacia su interior, divididas o confrontadas por motivos sindicales, administrativos, políticos y hasta religiosos, los estilos de liderazgo tienden a privilegiar una postura cómoda, “cumplir con lo que se nos pide, no más”, de esta manera la parálisis institucional es la constante.
Existe en la contra parte un número destacado de escuelas marginales rurales o alejadas de las zonas urbanas con iniciativas y experiencias de cambio y de innovación pedagógica, dichas iniciativas han sido logradas por dos factores: por la capacidad del dinamismo docente de ser sensibles a las necesidades educativas de los niños y niñas de estos lugres y debido a que las zonas alejadas quedan desprovistas de la persecución burocrática de las autoridades educativas.
Para que las escuelas contribuyan al cambio deben transformarse desde su interior y no depender de iniciativas políticas lanzadas desde el centro del país. La escuela debe ser concebida en las acciones como una agencia de cambio constante, permanente sí, pero dicho cambio deberá estar permeado sobre la base de un proyecto de desarrollo surgido desde su interior, de cara a las necesidades educativas del entorno de los niños, niñas y jóvenes del lugar en donde se ajuntar la escuela, respetando tradicionales culturales y teniendo al cambio como la búsqueda constante de aprovechamiento de oportunidades que presenta el entorno inmediato en donde se ubica cada escuela de nuestro país.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara
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