J.Lorenzo Díaz Cruz
Antecedentes
Ante el alud de nuevos desarrollos científicos y tecnológicos que están marcando la estructura de la sociedad del siglo XXI, es pertinente preguntarnos cómo debe reaccionar el sistema educativo de un país como México ante dichos avances.
El conocimiento de las diversas disciplinas está en constante evolución, este conocimiento surge de la aplicación de una serie de principios y teorías que se suponen bien asentados y que deberían conformar la columna vertebral de los programas de enseñanza en los diferentes niveles. Esto es así hasta que se presentan cambios de tal magnitud, que hacen necesario modificar dichos planes de estudio, para tratar de incorporar los nuevos principios, posiblemente con nuevos enfoques y metodología.
En el caso de México es válido preguntarnos si esos desarrollos científicos que han surgido en los últimos años, se han incorporado de forma adecuada en los planes y programas de los diferentes niveles que conforman nuestro sistema educativo, desde la educación básica hasta la media y media superior. Así mismo, cabe preguntarse cuál debería ser el enfoque y los matices que deben seguirse para tomar en cuenta la diversidad cultural y de nivel socio-económico entre la población de las diferentes regiones en nuestro país.
En primer lugar, cabe observar que los contenidos de ciencia de los programas educativos deben jugar un papel fundamental para que la educación cumpla con los lineamientos que establece la constitución de nuestro país:
“El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”.
Sin embargo, como lo ilustran las encuestas e indicadores de los valores de la población mexicana, estamos lejos de alcanzar tales criterios, lo cual indica que la educación no logra sus objetivos. De hecho, una mirada somera a los planes actuales de secundaria y prepa, nos indican que su nivel y contenidos están muy lejos de ser los indicados para que los estudiantes se eduquen de forma adecuada bajo dichos criterios.
Cabe mencionar que nuestro interés y sensibilización hacia esta problemática, surgió a partir de nuestra experiencia como ciudadanos y como padres de familia. Cuando notamos que nuestros hijos, así como los hijos de nuestros familiares, amigos y vecinos, enfrentan de forma cotidiana una educación que deforma su primer acercamiento a las ciencias, nos parece que algo debemos hacer. Cuando observamos que la educación actual aleja a los niños y jóvenes de una apreciación mínima del alcance y belleza de la práctica científica y de las matemáticas, cabe plantearnos cómo podríamos los científicos contribuir a la solución de esta problemática social.
En particular, pensamos que la llegada de un nuevo gobierno en nuestro país puede ser la oportunidad para que se abra una puerta y los científicos incidamos en el sistema educativo. Sin embargo, debemos prepararnos para dar una batalla de largo plazo, pues existe el riesgo que todos los sectores interesados piensen de nuevo en una solución de corto plazo o improvisada, que no vaya al fondo del asunto. Nos toca luchar en todos los frentes posibles para que el gobierno y la sociedad misma, tomen conciencia de lo que se puede y debe alcanzar para hacer que la ciencia juegue un papel central en nuestro sistema educativo.
Problemática actual
Una mirada a la situación actual nos dice que la enseñanza de la ciencia es tal que aún estamos lejos de lograr que sus principios y valores rijan nuestro comportamiento y apreciación de la naturaleza. Un alto porcentaje de la población adquiere productos milagro, cuya efectividad es muy dudosa, o ignora hechos básicos de la ciencia, como la evolución, la conservación de la energía o las leyes de herencia, por mencionar algunos de ellos.
Aunque el problema es muy complejo y debería ser atendido desde diversas perspectivas, es de notarse el pobre papel que hacen los mismos contenidos de los planes de estudio para mejorar la apreciación de la ciencia en México. Es común que dichos planes estén desconectados entre sí, que muchos de ellos no se presenten con un nivel adecuado, o uniforme, sobre todo en temas de física y química.
Los programas de estudio de la secundaria y prepa, parecen una mezcolanza en la que se incluyen temas que pueden ser avanzados hasta los más básicos, pero que son difíciles de comprender por parte de los estudiantes, parcialmente porque escapan a su nivel de abstracción y de conocimientos previos. Esto se presenta, por ejemplo en el caso de la química, cuyos programas incluyen temas como: estructura atómica, llenado de orbitales y reglas de Hund, que pueden ser desconocidos incluso para un estudiante de licenciatura.
Esta falta de contexto hace que los estudiantes no desarrollen una actitud que les permita regir su comportamiento con base en un entendimiento de la naturaleza, sus principios y leyes. Al final de la prepa no tienen una idea coherente de los principios básicos de las ciencias, ni una idea clara de cómo esos principios están detrás de todas las aplicaciones. Todos saben que al tocar con su dedo la pantalla de su teléfono celular se activa, pero no tienen idea que detrás de ese funcionamiento está una aplicación de la electricidad.
Una primera propuesta para un programa coherente de ciencias
En los programas de secundaria y prepa actuales se incluyen las materias de: física, química y biología, pero no hay una conexión entre los contenidos de las misma. Cada una se presenta de manera muy tradicional, con temas que muchas veces vienen del siglo antepasado.
Una primera posibilidad para ordenar los contenidos de esos planes de estudio, consiste en usar la complejidad como criterio central, por el tipo de sistemas que se estudia en cada rama de la ciencia. En este sentido, la primera ciencia que debe enseñarse es la física, seguida de la química y al final la biología y Ciencias de la Tierra, con los siguientes argumentos:
a) La física se debería enseñar primero, porque se encarga de estudiar los sistemas más básicos: átomos, cargas eléctricas, masas en movimiento, etcétera. En el estudio de estos sistemas básicos, se desarrollan conceptos como energía, entropía, que nos permiten abordar sistemas más complejos.
b) Enseguida se debería estudiar la química, pues una vez que contamos con conceptos, como la conservación de energía, o el crecimiento de la entropía en procesos físicos, podemos abordar el estudio de sistemas más complejos. Por ejemplo, con esos conceptos podemos entender la estructura de las moléculas, los tipos de enlaces y las “reacciones químicas”, las leyes de los gases.
c) Finalmente, con un conocimiento básico de física y química, podemos comprender algunos aspectos de la vida. Un conocimiento de química orgánica hace posible estudiar la estructura del DNA, los genes, etcétera. Ese mismo conocimiento nos permite estudiar el comportamiento del planeta Tierra, de sus recursos naturales, de la dinámica del clima, la atmósfera y los océanos, entre muchos otros temas.
A reserva de hacer un planteamiento más completo, desarrollado en colaboración con especialistas de otras disciplinas y en educación, cabe mencionar que no se trata de plantear que los estudiantes adquieran un conocimiento enciclopédico de esas ciencias, ni excesivamente especializado. Más bien se trata de acercar al estudiante a que conozca y comprenda los principios básicos de cada ciencia, e identifique que esos principios y conceptos son de validez universal. Y que las leyes físicas están detrás de las muchas aplicaciones tecnológicas actuales.
La ciencia del futuro y el papel de la educación
Entre los desarrollos tecnológicos que han revolucionado la sociedad actual, podríamos incluir: el internet y las redes sociales, los láseres, telecomunicaciones, nuevos materiales, genética, no solo como forma de entretenimiento y medio para socializar, sino también como una nueva forma de negocios y comercialización. También podemos incluir el surgimiento de tecnologías y aplicaciones, que incluso podemos llamar “caseras”, que nos permitirían participar en nuevas formas de comercialización.
Dado este nivel de avance vertiginoso cabe preguntarse si nuestro sistema educativo está preparado para adaptarse a los nuevos tiempos. En primer lugar, nos podemos preguntar sobre el momento adecuado para reformar los planes de estudio e incluir los descubrimientos científicos más trascendentes. Es deseable que dichos avances sean incluidos para lograr que los educandos alcancen un cierto nivel de comprensión de los conceptos que están detrás de esos fenómenos.
En un siguiente nivel, cabe preguntarnos si los planes de estudio de nuestro sistema educativo están sentando las bases para que nuestros jóvenes puedan encaminarse hacia las carreras que les permitan contribuir a la generación de ese mismo conocimiento o a generar las nuevas aplicaciones que permitan traer un mayor bienestar a toda nuestra sociedad.
Contribuir a la formación de una sociedad libre, bien informada, debe ser uno de los objetivos centrales de un sistema educativo. Esa sociedad debe contar con un mínimo de conocimiento de las ciencias naturales y exactas para ser plenamente libre. La población debe contar con una cultura científica contemporánea que le permita alejarse del dogmatismo y los prejuicios que trae aparejada la ignorancia.
Consideramos que una discusión seria de esta problemática debe involucrar a los distintos sectores de la sociedad, incluidos: maestros, autoridades y científicos. No creemos que sea posible, ni recomendable, implementar medidas improvisadas, que no resolverían a fondo el reto que plantea mejorar la educación en nuestro país.
En resumen: aprovechando el inicio de un nuevo gobierno en nuestro país, proponemos que la SEP invite a un grupo de científicos de estas áreas -física, química y biología- para la conformación de un grupo de trabajo que haga una revisión exhaustiva de los programas de las materias de ciencias exactas y naturales actuales. Luego, en coordinación con maestros y autoridades, se elabore una propuesta de nuevos contenidos, y junto con ello debe incluirse un programa de actualización o capacitación para los maestros, quienes en última instancia son el agente que habrá de trasmitir a los estudiantes este nuevo acercamiento al conocimiento científico. (TB)