A Indra
La calidad educativa no solo debe considerar el resultado o los puntajes obtenidos, sino también el proceso de enseñanza-aprendizaje que da origen a esos resultados. Éste es el argumento central aquí y lo voy a tratar de fundamentar con base en dos sucesos de la realidad educativa reciente.
Primero, a principios de este mes, se dieron a conocer los resultados del Programa de Evaluación Internacional del Estudiante (PISA), los cuales mostraron, entre otras cosas, que nuestro país mantiene un desempeño promedio “estable” a lo largo del tiempo en tres áreas clave (Ciencias, Matemáticas y Lectura). Mientras en el año 2000 los estudiantes de 15 años y más obtuvieron 422 puntos en Lectura, para 2018, les fue casi igual (420). En Matemáticas, mejoramos como país 24 puntos, pues pasamos de 385 en 2003 a 409 en 2018 y en Ciencia, también registramos un magro avance: de 2006 a 2018 sólo subimos nueve puntos (410 y 419, respectivamente).
Como ocurre en cualquier democracia, los resultados obtenidos en PISA levantaron todo tipo de cuestionamientos. Los comentarios más sonados y comunes fueron, por un lado, culpar al contexto social por los resultados obtenidos y por otro, subestimar las reformas educativas recientemente implantadas. No obstante, un número menor de críticas se formularon y expresaron sobre la práctica docente en el aula o sobre las reglas con que operan las escuelas y los sistemas educativos a nivel local, estatal y federal.
Con razón, varios analistas como Teresa Bracho y Rafael de Hoyos precisaron que antes de “auto flagelarse” – en palabras de Etelvina Sandoval – por los resultados de PISA, también había que tomar en cuenta que, de 2003 a 2018, México incorporó a un número mayor de jóvenes que son, como reconoce la OCDE, “elegibles” para participar en PISA.
Es decir, en términos de equidad, hubo un avance porque más estudiantes se incorporaron al Sistema Educativo Nacional (SEN), pero esto no obsta para afirmar que, en México, seguimos siendo profundamente ineficientes para hacer que los procesos de enseñanza-aprendizaje funcionen para compensar las desigualdades y hacer entonces que todas y todos los niños aprendan al parejo de los grupos más favorecidos.
Este argumento sirve para enfatizar que los procesos educativos deben revisarse y cuestionarse, ya sea en función de los resultados de PISA, de la ampliación evidente de la matrícula escolar, de un concepto amplio de calidad (o “excelencia”), y finalmente, del incumplimiento de un derecho: el de recibir, todas y todos, una educación de calidad. El proceso educativo y no sólo el resultado también cuenta.
Ya estaba pasando la fiebre causada por los resultados de PISA, cuando, en un segundo momento, una noticia proveniente de uno de los institutos tecnológicos más prestigiosos en el imaginario social del país cimbró e hizo explotar las redes socio digitales. Fernanda Michua Gantus, estudiante de la licenciatura en Derecho y Relaciones Internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), se quitó la vida presuntamente orillada por el estrés que ese modelo académico propicia.
Aunque los factores del suicidio pueden ser múltiples, la reacción estudiantil generalizada, así como la respuesta de las autoridades, apuntan claramente hacia una falla del proceso por el cual se forman académicamente los jóvenes en esa reconocida institución tecnológica. Prueba de ello es el contenido del pliego petitorio de los estudiantes, que exige a las autoridades del ITAM, entre otras cosas: Generar una estrategia de atención y acompañamiento en temas de salud mental, integral y accesible para el alumnado mediante la cual se promueva una “Política Institucional de cero tolerancia a la violencia pedagógica y al hostigamiento escolar”.
Además, piden que la oficina de Apoyo Estudiantil opere con autonomía y se elabore un protocolo “de denuncias transparente, accesible y justo que dé seguimiento a las acusaciones en contra del personal docente y administrativo por situaciones que vulneren la salud mental” de los jóvenes. Esto, prosiguen, debe servir como base para considerar las contrataciones de los profesores para los semestres posteriores.
Los jóvenes universitarios del ITAM, además, solicitan capacitación para sus profesores en temas como “sensibilización psicológica”, pedagogía, perspectiva de género y diversidad. Piden también un cambio en los “criterios de la evaluación” y algo que, a mi entender, sirva para asomar el lado humano de la institución: justificar inasistencias por causas de fuerza mayor por enfermedades crónicas o situaciones en donde se comprometa la salud mental.
Otros puntos del pliego petitorio son concernientes a la transparencia y a la representación del estudiante en la toma de decisiones. Por eso, por un lado, se exige que se publiquen las estadísticas y resultados de las denuncias de acoso y violencia contra el estudiante, y por otro, se incluya una “persona integrante del estudiantado” en la Junta de Coordinación que es el “el órgano de gobierno interno más importante” del ITAM.
Ante la muerte de Fernanda y las consiguientes movilizaciones de los jóvenes, se levantó la pregunta de si la supuesta “excelencia” escolar que ha construido esa institución en el imaginario de ciertas clases sociales del país, debe mantenerse a costa de la salud de la persona. Algunos argumentaríamos totalmente en contra debido a que el sufrimiento deliberadamente infligido no tiene nada de “educativo”, al contrario, es inhumano y una persona expuesta a la denigración académica tiene menos posibilidades de razonar críticamente, aprender de manera sensible, y finalmente, de ampliar sus capacidades intelectuales. No se sabe de algún ganador o ganadora del premio Nobel que le dé las gracias a su universidad por hacerle la vida imposible, al contrario.
La exigencia intelectual no está reñida con el humanismo que las instituciones y las y los profesores universitarios podemos desplegar. Los jóvenes como los del ITAM parece que ya se dieron cuenta de ello. No exigen, hasta donde veo, que se relajen reglas académicas básicas, sino que el proceso de formación cuente igual que los resultados y para ello, ellos desean tomarlo en sus manos. Esto es una prueba de responsabilidad en un país en donde la calidad educativa está estancada. Feliz fin de año.
Postcríptum: Al momento de escribir estas notas se dio a conocer la respuesta del rector del ITAM al pliego petitorio de los estudiantes.
El autor es Profesor visitante en la Universidad de Harvard e investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)
Twitter @flores_crespo