Sin duda, un tema que es fundamental en el ámbito de la formación docente para la generación de conocimientos, es la investigación. No hay más; quién piense lo contrario, desde mi perspectiva, vive en un tiempo y espacio que no corresponde a la realidad que hoy día enfrentamos en el mundo y en mi amado México. Dese cuenta, hoy más que nunca, se tiene mirar al interior de los problemas y en los problemas que se suscitan en diferentes contextos, sean éstos educativos o de otra naturaleza, mismos que por sus propias particularidades, seguro estoy, repercuten en los centros escolares a los cuales asisten millones de niños, jóvenes y adultos a formarse.
Por qué investigar; es un cuestionamiento que tal vez no requiera mayor explicación como la que le he dado a usted al inicio de estas ideas. Sin embargo, intentaré profundizar un poco más al respecto, para que podamos comprender en su justa dimensión, el planteamiento que al final le ofrezco.
Pues bien, como sabemos, las escuelas normales por decreto presidencial en el año de 1984, adquirieron ese “rango” de instituciones pertenecientes al nivel de educación superior, ubicadas, como parece obvio, en el ámbito de las universidades, politécnicos, tecnológicos, entre otros. Menuda situación fue ésta, dado que después de décadas y décadas en que fueron concebidas como parte de la educación básica, su concepción cambió de un día para otro. Era obvio que la expansión educativa, producto de las políticas nacionales que por años había hecho necesario la formación de maestros, tenía que cambiar. De ahí que pueda entenderse ese cambio tan radical que se vivió en el medio normalista durante la década de los ochenta.
A las normales, ingresaron jóvenes provenientes del nivel medio superior, el bachillerato. Los argumentos, se enfocaron a que la insípida formación de profesores, debía ser concebida como “licenciatura” y, por ende, los conocimientos, tenían que ser más que especializados para que los futuros profesores, enfrentaran los retos que el mundo contemporáneo imponía a cada instante. Como sabemos, la tecnología, el crecimiento de las empresas, vaya, el neoliberalismo que surgió en el planeta, obligó a que buena parte de los estudios se perfilaran a satisfacer las necesidades, no solo de los seres humanos, sino del mercado.
Si entendemos y coincidimos con la idea anterior, resulta obvio pensar que como instituciones de educación superior, las escuelas formadoras de docentes, debían de adoptar un modelo que en el ámbito universitario venía operando: docencia, investigación y difusión y extensión de la cultura. Tres líneas de actuación que tienen sentido, si consideramos que son éstas, las que le dan funcionalidad a quienes tienen la misión de educar en un campo disciplinario en específico.
No obstante esta situación, los diagnósticos y demás documentos que he consultado, me permiten afirmar que éstos no fueron del todo analizados por quienes en ese entonces tomaron la decisión de incorporar a las escuelas normales en este nivel educativo. Razones para afirmar este aspecto son muchas y muy variadas, sin embargo, me enfocaré brevemente a dos de ellas que, desde mi perspectiva, son fundamentales para comprender el rezago por el que en materia de investigación no se ha avanzado mucho en las normales: la falta de autonomía institucional y la limitada capacitación que se brindó por décadas al personal integrante de este medio.
Por lo que respecta al primer punto, basta con revisar la Constitución Política de México, para observar que las normales no gozan de autonomía en prácticamente muchos de los aspectos que por obvias razones, las diferencian del ámbito universitario: diseño curricular, evaluación, recursos – de diversa naturaleza –, matrícula, ingreso de aspirantes, entre otros. Por lo que toca al segundo punto, es menester decir, que las escuelas normales por décadas fueron un sector olvidado, sobre todo, en el diseño de programas de capacitación, actualización y profesionalización de los docentes que se encuentran adscritos al subsistema normalista. Así, de simple, así de real, así de complejo.
Quienes tenemos la fortuna de haber transitado por alguna de estas escuelas formadoras de docentes, y quienes hemos leído y hecho investigación sobre el mismo medio, lo sabemos y lo sabemos muy bien. Las razones para argumentar ese olvido al que hago referencia, también son muchas y muy variadas, pero me limitaré en estos momentos, a afirmar que la política, esa mala política que se desprende de un podrido Sistema Político, las permeó hasta los huesos.
Así las cosas, en días recientes la Dirección de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), a través de la Dirección de Políticas Educativas, cuyo titular es el Mtro. Abraham Sánchez Contreras, ha impulsado en el país, el Primer Congreso Nacional de Investigación en las Escuelas Normales (CONISEN), con el propósito de fortalecer un aspecto que, aunque aislado, se viene dando en buena parte de las normales públicas de México. Asunto que me congratula y que llena de esperanza, porque si algo tengo claro, es que en las normales se están haciendo muchas cosas y se están haciendo bien. Ya era hora de que alguien volteara la mirada a ese sector que, repito, por años fue olvidado.
Ciertamente, y usted mi querido lector lo sabe, he sido un crítico empedernido – más no criticón – sobre los distintos asuntos que ocupan y preocupan en el ámbito normalista; sin embargo, también se reconocer el trabajo que algunas instancias y colegas realizan en beneficio de la educación que se brinda en mi México querido.
Esperemos, que en el evento como tal, coincidamos varios colegas normalistas sin otro fin más que el educativo. Ya habrá tiempo para la “jiribilla” política, porque considero que este espacio se abre para que mostremos el trabajo que realizamos en cada una de las más de 400 normales en el país.
Desde mi perspectiva, es momento de hacer ruido, pero éste debe ser un ruido a través del cual, la sociedad hable en otros términos del normalismo mexicano y, de una buena vez por todas, se deje atrás ese lastre que por años, y por culpa de algunos políticos y autoridades educativas que han ocupado el lugar que en algún momento lleno el gran Vasconcelos, se la ha asignado a los que conforman el medio.
Esperemos que el Sr. Aurelio Nuño entienda que látigo en mano, no genera la misma reacción que la que este tipo de eventos despierta en el Sistema Educativo Mexicano.
Colegas, Mérida nos espera. Mostremos esa fuerza académica que nos caracteriza. Allá nos vemos.