García Márquez Herzel.
Consultora Académica de la RCSA
@herzelgm
En particular, los profesores universitarios enfrentan un panorama incierto de cara al regreso a clases presencial. La realidad del joven adulto universitario es muy distinta a la del estudiante de Educación Básica. El propio sustento llega a ser la responsabilidad del estudiante, en ocasiones son foráneos, otras son cabeza de familia, etc.
El claustro universitario demuestra continuamente su preocupación respecto a la condición de sus estudiantes en el regreso a clases presencial; estos docentes, sobre todo, han tenido la gran oportunidad de conocer con mayor cercanía, o quizá con mayor evidencia, las consecuencias circunstancias y duelos que cada uno de sus estudiantes está viviendo (Educar en contingencia, Educación Superior, 2021).
Se podría suponer que el aula universitaria logró dar continuidad a las sesiones con mayor fluidez que en el caso de la Educación Básica; parecería obvio que el estudiante universitario posee la suficiente autonomía, la capacidad de gestión, habilidad tecnológica y los dispositivos que facilitan la inmersión en ambientes virtuales e híbridos; pero no es así. Estos mismos atributos esperados en un universitario, resaltan las condiciones de desigualdad que no se evidencian en la cotidianidad presencial. No es lo mismo tener controlado el horario de trabajo, el transporte público y complicadas rutas para malabarear entre el trabajo y la universidad que tener que cumplir con conexiones sincrónicas y continuas actividades asincrónicas; eso sin considerar que el factor familiar no cesa y en muchas ocasiones, se ha complicado.
En el mundo universitario, detrás de la falta a la sesión, la omisión de la entrega de la tarea, el incumplimiento con el equipo de trabajo, la baja de la materia, existen muestras de la necesidad de apoyo que tiene este sector estudiantil que no termina de asumirse en su rol dentro de la sociedad, por lo menos no en cuanto a salario, tiempos, ni función. Cada uno de los casos que construyen la experiencia docente durante el confinamiento tiene una explicación personal, familiar, laboral o contextual de ocupación y preocupación para sus estudiantes, en gran medida, relacionadas con la pandemia, pero no exclusivamente; por seguro, habrá consecuencias para el aprendizaje y el rendimiento académico que se sigan expresando detrás de este tipo de inconvenientes en el regreso a clases presencial.
¿Qué puede hacer la universidad para atender estas preocupaciones de docentes y estudiantes? Principalmente, brindar espacios de contención y seguridad para que cada miembro pueda participar en el reconocimiento, análisis, atención y prevención de sus problemáticas. En un ideal, contaríamos con suficientes profesionales para capacitar, apoyar, acompañar, diagnosticar y tratar las necesidades de la comunidad universitaria, sin embargo, la realidad excede estas fantasías y es indispensable retomar el sentido social de la universidad y dotarle de la confianza necesaria para promover los cambios que fortalezcan el tejido y a cada miembro de su comunidad. Sensibilizar implica concientizar; es importante que la comunidad universitaria entienda y atienda las secuelas y procesos que vive a partir de la crisis humanitaria provocada por la COVID-19. Habrá que considerar a aquellos estudiantes quienes debido a la pandemia, dejaron de trabajar, pero también a los que por la misma situación, comenzaron a hacerlo; a quienes perdieron afectos pero también a quienes asumieron nuevas responsabilidades. La realidad es hipercompleja y plantea prioridades variadas. La función de la institución educativa universitaria vuelve a ser la de un catalizador de cambio social que permite a cada estudiante encontrar las oportunidades de consolidar su identidad a partir del ejercicio profesional, el reconocimiento grupal y social, el sentido de auto trascendencia y por supuesto, la retribución económica, pero también, y sobre todo, ejerce un impacto vital en la estructura del estudiante como persona comprometida con desarrollo integral de la persona y un aprendizaje para toda la vida que le permita auto gestionar el desarrollo continuo de su persona y el cuidado de sus relaciones con los demás.
El reencuentro presencial universitario significa un gran reto que no puede permitirse el lujo de ir improvisando programas ni el cómo se manejaran las crisis individuales y las necesidades grupales que sin duda, están presentes y se expresarán el siguiente ciclo.
La propuesta es crear espacios para la vivencia de grupos de auto ayuda universitarios y se fundamenta en el alcance que tiene el vínculo entre pares, la empatía por las circunstancias que atraviesan coetáneos, así como el aprovechamiento de redes sociales y oportunidad de desarrollo de pensamiento crítico y estratégico que surgen a partir de los encuentros con objetivos de atención clara; en esto hace el énfasis el grupo universitario, ya que puede existir un eje temático para atender necesidades o intereses detectados en el mismo que de preferencia, puede ser intergeneracional entre los semestres y con un número no mayor a quince persona. Las reuniones de los grupos universitarios sirven en muchas ocasiones a manera de desahogo personal, pero también extiende su fortaleza al presentarse como una oportunidad de recreación personal.
El modelo de grupos universitarios de autoayuda funciona gracias a la autogestión, colaboración e identidad de grupo para la construcción de espacio que favorezca la igualdad de condiciones entre sus participantes para expresarse y compartir sus preocupaciones, ideas, sentimientos con un grupo de confianza que se basa en el respeto y el interés por participar y apoyarse mutuamente a través de la escucha y la cohesión grupal. El o los moderadores, son los propios estudiantes quienes pueden rotar para practicar un liderazgo horizontal y equitativo, compartido para provocar a través del contacto, un auténtico apoyo y modelado de estrategias y fortalezas socioemocionales entre los estudiantes.
Este esquema permite reconocer entre los propios universitarios en cada participante un carácter voluntario y de líder social y democrático. Para la vida del grupo será indispensable la vivencia de valores y habilidades como: honestidad, interés, escucha activa, capacidad de estructurar y poner límites, calidez no posesiva, curiosidad, espíritu de investigación, deseos de acompañar y ayudar sin interés ni beneficio personal, entre otros; además de reconocer que para participar en el espacio, no se requiere de mucho esfuerzo sino de interés.
El valor de los grupos de auto ayuda universitarios radica en resaltar la capacidad de cada persona para superar determinismos y reconocer su derecho y responsabilidad para responder a las circunstancias y reconstruir sus posibilidades a partir de descubrir el sentido de su vida; De acuerdo con Viktor Frankl (1989), este sentido no se puede recibir de otro, no es enseñado ni heredado; se construye a partir del trabajo que cada uno asuma y realice por compromiso y amor a sí mismo. Este argumento fortalece la importancia de la capacidad de resiliencia que tiene el universitario como individuo que está reconociendo su valor y sentido de trascendencia a partir de compartir y retribuir a su grupo, a su comunidad.
Es indispensable resaltar que la función de los grupos universitarios de autoayuda no es en ningún caso, diagnóstico o tratamiento de ninguna condición psicológica, biológica o mental, sino que es un enfoque de apoyo grupal de participación voluntaria, autónoma y equitativa que permite la expresión de nuestros sentimientos y pensamientos en una oportunidad de crecimiento personal y grupal. La escucha activa es una de las principales herramientas, ya que el espacio no solo brinda la oportunidad de ser escuchado por otros, sino que el escuchar a otros propicia la propia reflexión y ejercicio de auto observación que favorece el aprendizaje a partir de la crisis.
Dos recomendaciones base para el funcionamiento de grupos universitarios de autoayuda son:
1- Activación del enfoque educativo Aprendizaje Basado en Servicio para darle a cada universitario la oportunidad de identificarse como actor capaz de provocar cambios positivos en su contexto. El Aprendizaje basado en Servicio promueve la realización de proyectos en que los estudiantes participan y se forman en habilidades como el pensamiento crítico, el pensamiento estratégico, el diálogo y la argumentación, la colaboración efectiva, la toma de decisiones y planificación de acciones al atender necesidades reales de su entorno, con el fin de mejorarlo e incidir en la calidad de vida de su comunidad.
2- Reconocimiento de habilidades de liderazgo, voluntariado, servicio, responsabilidad social, auto regulación, y de los propios talentos. Todos tenemos algo que ofrecer en algún momento y todos necesitamos ser mirados nuevamente en cada uno de nuestros contextos. Esto implica conocer a través de cuestionarios, entrevistas, encuentros, cómo llega cada uno al reencuentro presencial, qué faltas, qué ausencias, qué pérdidas duelen y cómo se está procesando el duelo. Esto permitirá solicitar la ayuda, orientación e intervención necesaria, reconociendo cuáles son las problemáticas más frecuentes y cómo puede afrontarlas la comunidad universitaria. El grupo debe tener presente en todo momento que nadie es especialista en el tema y que su principal tarea es la de crear y compartir un espacio en el que se vive un ambiente empático de entendimiento, escucha y confianza. Su tarea puede extenderse a buscar ayuda para el grupo (no hay indicaciones ni sugerencias de ningún tipo condicionante o mandatorio), con especialistas que aclaren, informen o canalicen las situaciones necesarias, con base en su experiencia y conocimiento profesional.
La crisis, la reconstrucción social y el panorama futuro vuelve a retar a la juventud mexicana, quien ya en el pasado ha dado muestras de su gran templanza y fortaleza. Sin duda, la propuesta de grupos universitarios de autoayuda encontrará gran oportunidad de éxito en los estudiantes universitarios de nuestra nación, ejemplo de resiliencia, de carácter, pero sobre todo de talento y unión.
Fuentes:
Educar en contingencia, Educación Superior. Universidad Iberoamericana.
Frankl, V. (1989). Logos y existencia. Barcelona: Herder.