La burbuja en la que se encuentra la Secretaría de Educación Pública (SEP) no le permite observar, analizar, reflexionar y/o comprender lo que sucede a su alrededor; burbuja que esta misma ha creado. Tal vez, pensando, que todo lo que desde esta instancia surge y se propone, es aplicado o desarrollado por un conjunto personas que siguen sus maravillosas y estupendas “directrices” u “orientaciones” que cada mes envía a las escuelas de educación básica en el territorio mexicano. Nada más ilógico y absurdo que esto, sin embargo, hay elementos que nos llevarían a pensar lo contrario.
Desde que se implementó el Plan de estudios 2022 (Acuerdo 14/08/22) y sus consecuentes Programas sintéticos (08/08/23), muy pocos funcionarios de esa dependencia han establecido un diálogo académico directo con las maestras y maestros de la República Mexicana; de hecho, desconozco si la Subsecretaría de Educación Básica de la SEP tenga titular porque, en lo que va del sexenio, después de la “renuncia” de Guevara Niebla de esa instancia, no se ha visto a alguien que dirija esa importante y trascendental área del sistema educativo y de la propia SEP. Cómo me hubiera gustado que su titular explicará ampliamente el proyecto educativo de este sexenio, pero también, que abordara a profundidad el plan de estudios, los programas sintéticos, la integración de un programa analítico o la planeación didáctica. Mejor aún, cómo me hubiera gustado que su titular explicara algunos de los errores que se encuentran en los programas sintéticos o la conformación muy al estilo de las competencias de lo que se conoce como Procesos de desarrollo de aprendizaje (PDA) contenidos en éstos, o bien, la emisión de un acuerdo secretarial de evaluación (10/09/23) cuya similitud a los anteriores es incuestionable, y todo por el simple hecho de no asumir una responsabilidad para resolver el gran inconveniente que genera la cultura de la calificación en lugar de la formación muy arraigada en la sociedad mexicana; sí, cómo me hubiera gustado todo esto, pero bueno, como no es cuestión de gustos sino de resultados, ahí está lo haya o no haya hecho esta Subsecretaría… ¿y las maestras y maestros qué opinan al respecto?
Volviendo al tema que me ocupa, decía que desde que comenzó a implementarse el Plan de estudios 2022 y sus consecuentes programas sintéticos, la SEP ha enviando una serie de orientaciones con la finalidad de que el colectivo docente, en los Consejos Técnicos Escolares (CTE), paulatinamente vaya reflexionando y analizando lo que éste ha trabajado a partir de su puesta en marcha; se ha hablado de lo que significa un programa sintético, lo que representa un programa analítico, de la importancia de la planeación didáctica en el desarrollo del trabajo por proyectos, en fin, de estas y otras cuestiones se ha dialogado en estas reuniones programadas, generalmente, los días viernes de cada mes, sin embargo, esta Secretaría no ha dado muestras ni evidencias de haber realizado un seguimiento y evaluación de la aplicación de este plan en el presente ciclo escolar. ¿Por qué si se convocó a diversos actores para la construcción de los nuevos planes y programa de estudio, para su revisión, seguimiento y evaluación a un año de su aplicación no se ha hecho lo mismo? Peor aún, ¿por qué la propia Secretaría no hace un ejercicio de revisión y evaluación del plan de estudio y de sus respectivos programas sintéticos con la finalidad de tomar las decisiones que tengan que tomar para su mejora progresiva? ¿Acaso esta dependencia pensará, con cierto grado de soberbia, que todo lo que produce es perfecto?
Si se analizan las orientaciones para la Octava Sesión Ordinaria del Consejo Técnico Escolar y el Taller Intensivo de Formación Continua para Docentes, podría tener mucho sentido lo que hasta el momento he expuesto porque, de nueva cuenta, la SEP propone que se aborden los siguientes temas: el programa analítico, la integración curricular, el trabajo por proyectos, la nueva familia de libros de texto gratuitos y una “valoración” de los avances logrados; esto, además de lo relativo a la culminación del ciclo escolar 2023-2024 y la preparación del 2024-2025; las estrategias nacionales: prevención de adicciones, vida saludable y la nacional de lectura; aunado a los asuntos particulares de la escuela.
De la primera parte, relacionada con el programa analítico y demás aspectos señalados, se sugiere que los docentes vuelvan a reflexionar sobre la forma en que se construyó dicho programa, qué elementos se incorporaron, qué ajustes se hicieron, qué avances tuvieron en el trabajo por proyectos, qué uso les dieron a los libros de texto, qué dificultades enfrentaron, de qué manera se evaluaron los proyectos en el aula; en fin, todas aquellas cuestiones que, de cierta manera, ya se han trabajado a lo largo de los CTE anteriores; en este sentido llama la atención dos cosas: 1. ¿Qué elementos de un diagnóstico tiene la SEP para enviar este tipo de orientaciones a las escuelas cuya relevancia no sea tal en los espacios escolares dadas las inercias burocráticas que permean el sistema educativo?, ¿qué respuestas espera obtener la SEP cuando le pregunta a los profesores de qué manera formularon el programa analítico si la misma SEP no hizo mucho que digamos para orientar este trabajo y los ganadores fueron los mercaderes de cursos, talleres y diplomados? 2. Si tanta revisión, análisis y reflexión es un tema que le preocupa a la SEP y, por tales razones solicita a los colectivos docentes hagan dichas revisiones, análisis y reflexiones sobre el trabajo realizado, ¿por qué no empieza esta dependencia por hacerlo en su propio espacio porque su trabajo dista mucho de ser perfecto?
Es cierto, habrá quién señale que nadie, pero absolutamente nadie es perfecto, y es correcto; sin embargo, pienso que transitar de una dependencia cerrada y ensimismada hacia una abierta y plural es, hoy día, una necesidad apremiante. Esperemos que en el próximo sexenio haya un poco de esto que planteó para que dejemos de seguir sin rumbo y destino en el ámbito educativo.
Solo espero, al igual que muchos docentes, que el día de mañana no vayan a cambiar el plan de estudio vigente; está ha sido una ocurrencia y moda sexenal desde hace tres o cuatro sexenios.
Al tiempo.