Después de que Emilio Chuayffet dejara el puesto que inicialmente su jefe le asignó en los primeros días de su gobierno. La Secretaría de Educación Pública (SEP), fue ocupada por quien hasta ese momento se había desempeñado como jefe de la oficina del Presidente: Aurelio Nuño Mayer. ¿Su mérito? Ser “el cuate” de Peña Nieto.
Si, ya sé, algunas personas me criticaran, pensaran que estoy equivocado y que estoy haciendo afirmaciones nada razonables; vaya, tal vez se llegue a pensar que en un país como el nuestro, no hay mérito mayor que ser “amigo” de alguien “poderoso” para alcanzar un puesto en el gobierno y, desde luego, no se equivocan, si ese es su pensamiento lo respeto, pero no lo comparto, porque si ese el rango o parámetro que vamos a utilizar para desempeñar un cargo público, ¿por qué nos quejamos de los maestros y la forma en que ingresaron antes de la aplicación de la Ley del Servicio Profesional Docente?
En los últimos días sobre el magisterio se ha dicho de todo. Hasta el hartazgo se ha repetido que los maestros no dan clases, que faltan mucho, que son huevones, que ni siquiera son maestros, en fin, como digo: se ha dicho de todo. ¿La razón? Los diversos sucesos que se han desatado en tres o cuatro entidades de mi México querido: Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán. Nada más que se les ha olvidado a quienes vociferan tales cuestiones, que tres de esos estados están más que jodidos, y que nadie, absolutamente nadie, ha movido un ápice para que haya una mejora sustancial en la calidad de vida de las personas que ahí habitan ¿a quién le ha convenido que estas entidades estén sumergidas en la pobreza? Y pregunto esto porque como se ha visto, gobiernos federales y estatales han ido y venido, de distintos colores y sabores, y el resultado sigue siendo el mismo.
Irrisorio ha sido observar cómo es que nos quejamos “masivamente” de los desmanes que un grupo de docentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) han cometido en la Ciudad de México o en otras ciudades, pero no movemos un solo dedo para exigir que en tales entidades –donde la miseria prevalece por encima de la ley– se de paso a la justicia, se destinen mayores recursos económicos para que aminoren el grave problema de desigualdad social, y se promueva una educación que enseñe a pensar y no a seguir cual corderos al matadero.
¿Qué si los actos de la CNTE son violentos y no se justifican? Estoy de acuerdo con ello y los repruebo pero: ¿quién les permitió llegar a esos niveles de “negociación”, sobre todo, de sus dirigentes? Tengo claro que la educación no se negocia pero alguien, por años, se benefició de tal concepto. ¿Una responsabilidad compartida en este juego? Indudablemente como también lo es, el que en antaño fue la fórmula que llevo a muchos Secretarios –de educación y sindicales–, a ciertos políticos y a demás personajes, a ocupar un lugar de esos, donde la política se ha confundido con la miseria política.
Dese cuenta, por ésta y otras cuestiones, la polarización social en nuestro país ha ido en aumento. Esto no es nada nuevo; lo sabemos y sentimos quienes por azares de la vida caminamos por las calles y convivimos con nuestros iguales: con el señor de la esquina que vende el periódico, con la señora de la tiendita que nos vende ciertos productos, con el chofer del taxi que nos lleva a nuestro destino, en fin, con todos aquellos que, al igual que usted o yo, son parte de nuestra cotidianidad.
¿Cuál es el país que visualiza Nuño? Uno muy diferente al que usted y yo conocemos. Imagino, que esa cotidianidad que señalaba hace un momento, le es tan desconocida como el mismo proceso de enseñanza y aprendizaje que vive un niño con autismo.
¿En verdad piensa que con despedir a más de 4,000 docentes que participaron en el paro que la CNTE convocó hace unos días se solucionará el grave problema educativo?… ¿¿¿en verdad eso piensa??? Por más increíble que parezca, tengo que responder tal cuestionamiento con una afirmación contundente: así es, lo piensa –y disculpe que piense por él–.
Hechos para argumentar tales consideraciones hay de a montones pero si aún lo duda, le recomiendo revisar las declaraciones que ha hecho desde que llegó a las oficinas de República de Argentina para comprobar mi dicho.
Lo lamentable en todo caso no es en sí misma la declaración que en un momento dado haya emitido en tal o cual evento, sino las acciones que viene realizando y que van en detrimento de la educación de México.
¿En manos de quién está la educación de nuestro país?¿De un político represor y autoritario que admite el diálogo pero condicionado o de un político que es sensible, que dialoga, que escucha, que concilia, que seduce, que persuade y que dirige para lograr los objetivos que tanto pregona?
En días recientes –más que nunca– he leído y escuchado a varios colegas que afirman –con todo el sustento que la misma investigación produce– que el problema educativo se debe a diversos factores sociales, políticos, económicos y culturales. ¿Será que todos nos equivocamos y que la única visión, la que vale, la que cuenta, es la del Secretario?
Bien se dice que cuando muchos nos equivocamos es porque muchos tenemos razón, y es cierto. Nos equivocamos al señalar los grandes defectos del sistema educativo pero también, por señalar las grandes virtudes del mismo. Nos equivocamos por hacer investigaciones para determinar las cusas de los problemas pero también, por señalar propuestas que sean viables, lógicas y razonables para beneficio de nuestros alumnos. Nos equivocamos por dar más de lo que debemos dar en nuestro trabajo pero también, por permitir ser estigmatizados por alguien que no conoce el medio.
Efectivamente, el país del Secretario es muy diferente de aquel en el que vivimos más de 100 millones de mexicanos. Obviamente –y no tengo nada en contra de ello– sus condiciones de desarrollo fueron diferentes a las nuestras; sin embargo, si se piensa dirigir los destinos educativos de México, tendría que ponerse en el lugar de los profesores de Oaxaca, Chiapas o Guerrero, o bien, decidir ser Secretario de una Gendarmería porque ese… ese si sería un buen puesto.
Empatía señor Secretario. De eso se trata.