Marco Antonio González Villa
Desde que Aurelio Nuño asumió, sin examen de oposición, la dirección de la Secretaría de Educación Pública, ha sido enfático en señalar la falta de preparación de la planta docente y en la necesidad de evaluar a todos para, de esta manera en su entender, mejorar la calidad educativa del país y dar solución a la mayoría de los problemas que nos afectan como sociedad.
Lógicamente el argumento es sumamente cuestionable, sin embargo permite ver la postura que se tiene desde el ejecutivo para justificar la falta de resultados que han tenido las políticas implementadas. Recordemos que la Reforma Educativa es (¿?) la más importante de todas las propuestas para este sexenio y será implementada a pocos meses de que termine, lo cual resulta en una interesante paradoja.
No obstante, es entendible tanto la forma como los tiempos empleados, sobre todo cuando de evitar asumir la responsabilidad se trata. Una pregunta entonces se hace necesaria ¿de verdad son los maestros los responsables de los malos resultados que obtiene y tiene el país en el ámbito académico y social? Y la respuesta es simple: No.
Centremos nuestra atención en el tema del “Rezago Educativo”. Desde el punto de vista Económico el rezago es una consecuencia y un signo de la pobreza, lo que evidencia un sistema político fallido, carente de recursos y acciones para ofrecer igualdad de condiciones y oportunidades para todos los integrantes de una sociedad específica, ligado a corrupción en diferentes niveles y esferas que impiden el crecimiento y reconocimiento de un país. En este aspecto no se puede responsabilizar a los maestros de tal situación; podríamos responsabilizar, sin error alguno, al sector político
Por otro lado, los resultados obtenidos por los alumnos en diferentes evaluaciones, como PISA, evidencian que la población estudiantil tiene deficiencias y carencias en las competencias lectoras y matemáticas. Pese a que la OCDE ha señalado que este tipo de situaciones se pueden revertir evaluando a todos los maestros y erradicando su ausentismo, teóricos renombrados como Paulo Freire y Vigotsky en diferentes libros establecieron que la familia juega un papel determinante en la adquisición de la cultura y el desarrollo del lenguaje, dado que la lectura y la interpretación del mundo depende de las significaciones que le comparta e inculque la familia el niño. El niño que convive poco tiempo con sus padres, o aquellos que viven en un entorno sociocultural histórico poco estimulante en lo intelectual, presentarán dificultades para adquirir y consolidar la lectoescritura. Nuevamente veríamos aquí una responsabilidad compartida con la familia y no exclusiva de los profesores.
Este aspecto se complejiza aún más, dado que Vigotsky fue claro al señalar que cada niño muestra un nivel de desarrollo diferente, por lo que precisan de tiempos diferentes para adquirir conocimientos y habilidades. En este afán partidista por los datos y números que se muestran en los informes para pregonar resultados eficientes hemos prácticamente anulado los índices de reprobación en los niveles básicos de educación y, muy pronto, en el Medio Superior. Sin embargo, nuevamente la OCDE y otras instancias han reportado que en México hay alumnos de Secundaria y de Preparatoria que no saben leer ni escribir, pero que han sido acreditados pese a la evidente ausencia del logro de las competencias. Aquí podríamos responsabilizar a las autoridades educativas que, sutilmente, han dado la encomienda, o la orden podríamos decir, de no reprobar a ningún alumno. De la mano de esta situación, hemos visto con el paso del tiempo una actitud paternalista de las autoridades, en la que cada vez se protege más al alumno y se le facilitan las condiciones para que pueda aprobar sus materias, aún sin trabajar, indicando que es responsabilidad del docente hacer todo lo posible para que el alumno acredite. De esta manera le han restado responsabilidad a los alumnos, lo que se contrapone a la idea de formar individuos autodeterminados, autónomos y responsables. Hace algunos años podíamos decir en las escuelas que, para que un alumno obtuviera buenos resultados, se requería del trabajo efectivo y colectivo de la tríada familia-profesor-alumno; hoy todo se le adjudica al docente y el resto de los actores no tienen, ni asumen en ocasiones, ningún tipo de responsabilidad.
Por último, es interesante escuchar que los antiguos Modelos Educativos tenían serias deficiencias y no daban los resultados que la sociedad actual demanda; haciendo oídos sordos al cuestionamiento sobre la formación que recibimos muchos de nosotros de profesores de la obsoleta “Escuela Tradicional”, de la cual estamos orgullosos y agradecidos, debemos entender que el Nuevo Modelo Educativo es la respuesta a todo problema, siempre y cuando el maestro la implemente y siga como debe de ser en su salón de clases. Si el Nuevo Modelo no da resultados en 20 años, como lo han dicho en diferentes espacios, será culpa de los maestros no del Modelo. Y así nuevamente le quitamos responsabilidad a quienes elaboraron el cuestionado documento.
Quisiera terminar señalando que la responsabilidad es uno de los valores que presenta mayores dificultades para poder inculcar, porque es sólo a través del ejemplo que una persona, un alumno, puede ver como s expresa y manifiesta. La responsabilidad implica siempre hacerse cargo de las consecuencias de mis actos y decisiones dentro del campo de mis obligaciones. Pero en una sociedad que busca no aceptarla o asumirla, como hemos visto previamente, no tendremos posibilidad de consolidarla en nuestros alumnos. A propósito, recordemos que el maestro es también ahora el encargado de transmitir y desarrollar los valores, junto con las habilidades socioemocionales, en el aula. ¿A alguien se le ocurrirá algo más para que también se haga responsable el maestro de ello? Esperemos que no