Después de Fausto Alzati, Miguel Limón, Reyes Tamez, Josefina Vázquez, Alonso Lujambio, José Ángel Córdova, Emilio Chuayffet, Aurelio Nuño, Otto Granados, Esteban Moctezuma, Delfina Gómez y Leticia Ramírez, uno esperaría que la designación de un Secretario de Educación Pública en nuestro país, se realizara considerando las capacidades necesarias, suficientes y requeridas para desempeñarse en el cargo, pero no, desafortunadamente en México las decisiones están fundamentadas en otro tipo, tal vez, de “valores”, que difícilmente son comprensibles dadas las problemáticas que aquejan, no de ahorita sino de años al Sistema Educativo Nacional, consecuencia de gestiones tan pobres y cortas de mira, que priorizaron agendas que no correspondían a la realidad vivida en territorio mexicano.
Para nadie es desconocido la introducción de un sistema basado en competencias que promovía la individualidad y meritocracia pues, la esfera internacional, demandaba altos estándares de cumplimiento para que los sistemas educativos transitaran a un esquema de calidad, porque con dicha calidad, todos los sujetos que recibirían educación en cualquier centro educativo, podrían gozar de mejores escuelas y de las mejores maestras y maestros. Esto, desde luego, trajo la implementación, a partir del 2004, de distintas reformas que en lo sucesivo ya no reformaron mucho que digamos, porque lo único que supuestamente reformaron, fueron algunos “detalles” que aseguraban la continuidad de un sistema en el que los empresarios y la derecha conservadora (y no tan conservadora porque se disfrazaba de izquierda) siempre ganaba.
Algunos años pasaron del inicio de tal “ciclo reformista” y el sistema educativo no cambiaba como se esperaba. Imagino que algún genio proveniente de la gerencia pública y del empresariado mexicano, se le ocurrió pensar que dicho sistema no se transformaba por culpa de las maestras y los maestros y por ello habría que evaluarlos, pero, para lograrlo, primero se tendría que fijar en la mente de la sociedad, que todos, pero absolutamente todos los mentores eran poco idóneos para desempeñar esa función y, el documental De Panzazo, proyectado en salas de cine y diversos medios de comunicación, fue lo que marcó la desvalorización del magisterio nacional. Mexicanos Primero y/o las élites del poder, marcaron la ruta de denostación y de desprestigio de los trabajadores de la educación.
El daño estaba hecho, y con el encarcelamiento de La Maestra Gordillo que, por primera vez en su trayectoria sindical y política se opuso abiertamente a un gobierno y por ello la apresaron, se lanzó una iniciativa de reforma laboral disfrazada de educativa (proveniente de ese sector empresarial cuya intención de privatizar la educación era evidente) que trastocaría los derechos laborales y profesionales de los trabajadores de la educación. Evidentemente, sin el poder de Gordillo dada su influencia en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el magisterio disidente de movilizó, así como también, algunos otros actores de la vida política y educativa del país.
Entonces, el terreno político y educativo se agitó pues, según se dijo, esta reforma educativa provenía del indeseable Pacto por México, un acuerdo firmado por el gobierno federal y los dirigentes de cuatro partidos políticos (PAN, PRI, PRD y Verde Ecologista), cuya finalidad era la de profundizar el proceso democrático en el territorio mexicano a través del fortalecimiento del estado, la democratización de la economía y la política ampliando la aplicación de los derechos sociales, y la participación de los ciudadanos como actores fundamentales en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas públicas. Con ello, como parece obvio y sucedió, al empresariado se le abrió la puerta para que pudiera determinar lo que sucedería en la vida pública de México y, para lograrlo, necesitaría de algunos personajes y/o políticos cuyos “valores” se midieran por la llenura de sus bolsillos y no por sus principios éticos y profesionales. Mario Delgado, ex Senador por el PRD, fue uno de ellos.
Aún recuerdo cuando en pleno 2012, este ex Senador, promovía abiertamente la creación del Servicio Profesional Docente y el fortalecimiento del sistema de evaluación a través del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE); todo, según él, en pro de la calidad de la educación en México. Nada más falso porque, en el fondo, este personaje fue una pieza más, cual juego de ajedrez, de empresarios como Claudio X. González que a toda costa querían apoderarse de la educación pública que se ofrecía en el territorio mexicano; un negocio que años más tarde le sería arrebatado de las manos, curiosamente, con el empuje de uno de sus peones de apellido Delgado. ¿Traición o simple acuerdo de partes?
Imagino que, aprobada la mal llamada reforma educativa de 2013, evidentemente hubo festejos y grandes celebraciones en algunas oficinas del PRD, pero, sobre todo, en alguna de las que integraban el Senado de la República que pertenecían a ese mismo partido político. Festejos y celebraciones que, hasta el 2015, se tradujeron en una fuerte bofetada para el magisterio, cuando comenzó a operarse la evaluación punitiva en contra de las maestras y maestros. Nada importaron las vejaciones, humillaciones, persecuciones, privaciones de la libertad, entre otros agravios más de los que fueron objeto cientos de docentes. Todo se valía en ese momento porque la calidad debía anteponerse a los derechos humanos, así como a los derechos laborales y profesionales de los trabajadores de la educación.
La consigna era clara en ese tiempo: “Te avalúas o te vas”.
Eso fue lo que el ex Senador Mario Delgado impulsó en 2012: un agravio para el magisterio.
No obstante, por esas cosas tan extrañas que solo tiene y se vive en la política mexicana, años más tarde, el mismo Mario Delgado, ahora coordinador de los diputados del grupo parlamentario Morena, anunciaba a los cuatro vientos que de la reforma derivada del Pacto por México (impulsada por él en 2012) no “quedaría ni una coma”. ¿Cinismo?, ¿desfachatez?, ¿descaro?, ¿hipocresía?, ¿acuerdo? Llámese de la forma en que quiera llamársele, pero algo es seguro en esto; lo plantearé con algunos cuestionamientos: ¿cuáles serían los valores y convicciones con los que llegaría Delgado a la Secretaría de Educación Pública dada su reciente “designación” por la presidenta electa?, ¿con los del 2013 o con los del 2019?, ¿no son los mismos? Ahora bien, ¿esos mismos valores, convicciones y principios serán los que caracterizará al gobierno de la próxima presidenta Sheinbaum?
Y bueno, regresando al tema educativo, si alguien llegó a pensar que de la reforma de 2013 no quedó ni una coma en la de 2019 tal y como lo señaló Mario Delgado, habría que revisarla de nueva cuenta porque, puedo asegurar que, por ejemplo, quedaron mil comas en algo que el ex Senador impulsó en 2012, solo que en 2019 recibió el nombre de LGSCMM, que es el proyecto más neoliberal de todos y cuyo rostro es la USICAMM, copia mal hecha de la CNSPD.
¿De verdad alguien piensa que este político tomará en serio la educación en nuestro país cuando los hechos demuestran su desmedido interés personal y poco compromiso con la educación y el magisterio?
Estoy seguro que Claudio X. González estará feliz con este nombramiento, tal y como se encuentra el SNTE y muchos rectores de universidades públicas del país; afortunadamente no todos piensan y/o pensamos como ellos porque, al igual que en 2013 y 2019, hay un sector magisterial que es consciente, crítico y participativo, que a diario se preocupa por sus alumnas y sus alumnos, y por la educación en su conjunto. Sí, es ese magisterio que fue parte del triunfo electoral en 2018 y 2024.
En sentido estricto, es ese magisterio que habrá de exigir se haga efectivo el no mentir, no robar, pero, sobre todo, el no traicionar(se) los principios que enarbolan una izquierda progresista, a menos que en su seno siga permeando una vena neoliberal que no acaba de desterrase y/o que siga manteniéndose por conveniencia propia.
Si el nombramiento de este político, cuyas convicciones y principios son poco serios e irrisorios, se da en términos del tan acostumbrado juego político, llámese pago de factura, favor, premio o quién sabe qué otra cosa pudiera ser, dado el apabullante triunfo electoral que “logró” este año con políticos provenientes de otros partidos políticos que no eran de las filas morenistas, preocupa la ligereza con la que se toma a la educación desde un gobierno que aún no inicia y que, como he dicho, se pinta de izquierda, de una izquierda progresista.
¿Desprecio por la educación, por el magisterio y por las y los estudiantes? Vaya, ¿quién tomó esta decisión y por qué se tomó?
Esperemos, por el bien de la educación de nuestro México, que no se cumpla aquel refrán popular que a la letra dice: lo que mal empieza mal acaba, y que la presidenta electa reaccione; aún hay tiempo.