Sylvia B. Ortega Salazar*
A principios de este año, el 3 de enero de 2024, falleció la Dra. Rosa María González Jiménez, profesora de la Universidad Pedagógica Nacional durante más de dos décadas. La Institución, sus colegas y amigos organizaron un homenaje en el que se resaltaron sus contribuciones intelectuales, su excepcional tarea como formadora de docentes, principalmente de educación básica, y se habló, con profundo afecto, de su pasión por comprender, documentar y analizar las relaciones entre género, educación y poder.
¿Qué fue lo que celebramos?
Rosa María logró recorrer con perseverancia y convicción los caminos que la llevaron al reconocimiento de la importancia del tema que siempre le apasionó: la educación de las mujeres como vía para comprender la centralidad de la perspectiva de género en la construcción de un proyecto educativo incluyente y justo.
Con la fuerza de los argumentos, en la UPN fue ganando espacio para los estudios de género, siempre en alianza con grupos y redes feministas con intereses similares. Se enfrentó decididamente al desdén y a las opiniones en el sentido de que estudiar temas de género tenía poca importancia para la investigación educativa y para la formación de los y las profesionales de la educación.
Siempre, con mucho trabajo, respeto y buen humor, persuadió a colegas y autoridades de que era indispensable que el Diplomado en Género y Educación –que se ofrecía desde los años 90– evolucionara hacia una Especialización con reconocimiento externo.
Actualmente, gracias a la consolidación de la investigación en el área y la amplia experiencia en la formación docente y de posgrado, la UPN dispone de la línea de investigación, tanto en la Maestría como en el Doctorado; legado vivo y activo atribuible, en buena medida, a su liderazgo intelectual.
Rosa María se identificaba a sí misma como excéntrica, en el sentido de ser una pensadora diferente, poco apegada a las normas y convenciones sociales, siempre dispuesta a dar las batallas que fuese necesario para defender y ampliar los derechos de las mujeres y de las niñas, destacadamente el que se refiere a una buena educación con perspectiva de género, basada en la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. De aquí la importancia que atribuyó a la difusión entre docentes frente a grupo y a la participación en grupos de trabajo que opinaron sobre la incorporación de la perspectiva de género en los libros de texto y los materiales para la enseñanza.
Feminista y activista desde muy joven, fue partidaria de trabajar en colectivos y de propiciar el establecimiento de redes de investigación con sus pares y las estudiantes de posgrado a quienes dedicaba tiempo suficiente como para establecer conexiones fuertes y duraderas, lo que propició que haya ejercido una influencia relevante en la siguiente generación de feministas, docentes, investigadoras y activistas.
El itinerario intelectual y académico de Rosa María fue vigoroso y consistente durante un largo periodo. Formada en la Psicología, paulatinamente se desplazó hacia la historia y la filosofía, lo que le permitió integrar una mirada analítica donde las ideas sobre las mujeres, el contexto histórico-social y las relaciones de poder, explican su lugar en la sociedad, su participación en el sistema educativo y, en consecuencia, determinan el tipo de educación al que tienen acceso.
Pero claro, aquí lo que más interesa son los conjuntos de mujeres insumisas, las pensadoras por su cuenta, las escritoras, las organizadoras, las promotoras de los derechos de las mujeres y, al final de cuentas, las integrantes de colectivos y redes que impulsaron cambios y consiguieron cerrar brechas.
La decisión de responder a sus preguntas de investigación a través del análisis de la historia de la profesión docente y de sus integrantes, no podía haber sido más afortunada. La utilización del método prosopográfico fue el camino “para revelar, a partir de la biografía de un personaje, los vínculos sociopsicológicos que mantiene unido a un grupo. Identificamos que a principios del S.XX surgió una red social que escribió en favor de los derechos de las mujeres, en el que las maestras normalistas y de primaria tuvieron un papel destacado”.
La historia del magisterio ha omitido a las profesoras normalistas del siglo XIX
Las mejores versiones de la historia del magisterio y del sistema educativo nacional no consideran las contribuciones de las mujeres a pesar de que desde finales del siglo XIX, con la institucionalización de la formación inicial de los y las profesoras en las primeras escuelas normales públicas, era posible anticipar que la docencia sería una profesión feminizada. La matrícula de la Normal de Profesoras creció más y más rápido que la de Profesores, se titularon más mujeres que varones y aún con las restricciones en los programas de estudio para las mujeres, las egresadas se emplearon en las escuelas y permanecieron en ellas más que sus pares varones.
Para contar la historia del acceso de las maestras a las escuelas de preescolar y primaria, Rosa María optó por recuperar “las subjetividades y palabras de las propias maestras e ilustrar sus relaciones con sus colegas varones”. Sus investigaciones sobre las maestras normalistas de finales del siglo XIX y principios del XX, la reconstrucción de las vidas y trayectorias de las primeras directoras de la Normal de Profesoras, constituyen una estrategia analítica poderosa para la comprensión de las impresionantes barreras, prejuicios y obstáculos que las maestras y otras profesionistas resistieron y eventualmente, vencieron. La minuciosa reconstrucción de la vida de la Profa. Dolores Correa y el examen de sus escritos propicia la comprensión del tamaño de la batalla para romper con la imagen predominante de la mujer como el “ángel de bondad”, “evidentemente inferior en capacidad intelectual que los hombres”.
El acuerdo entre las autoridades a cargo de la instrucción pública durante la última década del siglo XIX era que convenía que las mujeres tuvieran mejor educación puesto que quedaría en sus manos la delicada función de criar a sus hijos y atender a sus maridos. Las discusiones y desacuerdos surgieron cuando se trató de definir qué tanta educación sería conveniente para las mujeres, por supuesto asumiendo de partida que tendría menor exigencia que la de los varones y con la orientación adecuada para que los ángeles de bondad desempeñaran mejor las responsabilidades del hogar. Como se afirmó en el Primer Congreso de Instrucción de 1890 “El día en que nos disputemos ellas y nosotros la palma de la sabiduría, habrá necesidad de inventar un mundo nuevo y de pedir al Dios del paraíso que nos diese otra Eva, que nos devolviese a nuestras esposas y a nuestras madres”.
No es de sorprender que la primera maestra que se declaró feminista, Dolores Correa, vinculada a los grupos organizados de feministas liberales de su época, impulsara por todos los medios a su alcance una agenda contundente y confrontadora, integrada por tres puntos: una educación científica para las mujeres igual que la de los hombres; ocupar cargos de poder y; cuestionar la idea de que las mujeres eran intelectualmente inferiores a los hombres.
Por otra parte, el estudio de las primeras cinco directoras de la Normal de Profesoras ilumina las vías de acceso de las mujeres a puestos intermedios de responsabilidad, invariablemente sujetas a la supervisión de un funcionario de mayor jerarquía. El análisis de los factores que facilitaron su arribo a la posición de directoras muestra la importancia de la cercanía con el poder y el peso de las políticas hacia la educación de las mujeres. Se ilustra también la competencia entre estas profesoras con aspiraciones, al tiempo que se refleja un bajo nivel de espíritu de cuerpo.
Las lecciones de Rosa María invitan a seguir identificando barreras y brechas que limitan la igualdad sustantiva y nos recuerdan que las redes y los colectivos de mujeres son eficaces y poderosos para avanzar agendas y concretar el concepto de una buena educación con justicia.
¿Qué sigue?
Rosa María González fue pionera de lo que actualmente es un campo de conocimiento consolidado, los estudios de género, educación y poder. Su legado alcanza a redes de docentes, activistas e investigadoras y resulta inspirador para las nuevas generaciones.
Los intereses, las preguntas de investigación y las líneas de acción educativa de nuestra Red MUxED encuentran referentes y antecedentes en los trabajos y en la militancia de Rosa María. Lo que sigue es perseverar en las preguntas y amplificar nuestra influencia a través de prácticas y proyectos de mejora de la educación de todas y todos.
Como reconocía la Dra. González con entusiasmo y sinceridad, “Detrás de toda mujer que desea cambiar algo en este mundo […..], siempre hay otra mujer, tal vez lejana en el tiempo, si no llevada en la memoria, llevada ciertamente en el corazón”. Allí es donde está alojada mi colega, mi compañera, una figura que de muchas maneras me inspira.
https://www.muxed.mx/blog/legado-rosamaria-gonzalez
Sylvia B. Ortega Salazar*
Integrante de MUxED. Doctora en Sociología por la Universidad de Texas. Ha sido Subsecretaria de Educación Media Superior de la SEP Federal y de Servicios Educativos en el Distrito Federal, así como rectora de la UAM-Azcapotzalco y de la UPN. Actualmente es integrante del Consejo Ciudadano de Mejoredu y consultora independiente para temas de política educativa en educación media superior y formación para el trabajo.
X: @Sylvia_OrtegaS
Referencias
González Rosa María y Julia Arce (2004), “Las Directoras de la Normal (1890-1912): Mujeres, Política y Espacios de poder”. Coloquio Anual de Estudios de Género, UNAM
González Rosa María (2007), Las maestras en México. Re-cuento de una Historia. Universidad Pedagógica Nacional/Fundación para la Cultura del Maestro