Josué Abraham Ríos Flores*
En una encuesta realizada por el Centro Mexicano para la Filantropía (CEMEFI) en el 2020, el 83% de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) encuestadas reportaron la disminución de ingresos para operar, el 65% la reducción en el número de donantes y el 42% mencionaron la cancelación de programas y proyectos. Asimismo, Rafael Reygadas (2019) afirma que en México solo el 9% de los recursos de las OSC proviene del gobierno, a diferencia de otros países que aportan hasta el 48%.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) afirma que más del 50% de población en pobreza extrema habita en localidades rurales. Así, el difícil acceso a servicios de salud, educación y los bajos ingresos de sus actividades principales en el sector primario, provocan que el nivel de desarrollo humano en el medio rural sea igualmente bajo (Zamudio, et. al. 2008).
En un esfuerzo de disminuir desigualdades y mejorar el nivel socioeconómico de la población en el medio rural, el Estado ha desarrollado una serie de programas de Educación Comunitaria. Estos programas normalmente presentes en el medio rural, son de capacitación para el trabajo y educación orientada a la producción agropecuaria.
Ante los problemas en el medio rural, algunas OSC también han concentrado su trabajo en realizar acciones de formación, capacitación y asistencia técnica, que pretenden incidir en el desarrollo comunitario. Al mismo tiempo, fortalecen la práctica de la educación comunitaria, por medio de su participación en el diseño e implementación de proyectos sociales, productivos y de capacitación, en diferentes programas oficiales de instituciones gubernamentales, como INDESOL, SAGARPA, INAES, CDI y SEDESOL.
Al hablar de Educación Comunitaria nos referimos a procesos de educación no formal con una gran variedad de cursos y prácticas que van orientadas a fortalecer el desarrollo de la comunidad, entre estas actividades: cursos de técnicas agropecuarias, talleres de capacitación para el trabajo en manualidades y oficios, desarrollo organizativo y desarrollo social en general.
El presente trabajo tiene como objetivo hacer un contraste entre los programas de educación comunitaria desarrollados por OSC y aquellos programas oficiales desarrollados por instancias gubernamentales.
Primeramente, se exponen algunos resultados de los programas de educación comunitaria desarrollados por el Estado. Se habla de su función social y principales carencias. Posteriormente, se abordan las características de los programas desarrollados por OSC, algunos resultados de sistematizaciones e investigaciones empíricas del tema. Por último, se hace una comparación entre ambas prácticas de la educación comunitaria, resaltando su impacto social y comunitario. Así, se concluye que las OSC tienen un impacto social positivo en el desarrollo comunitario de comunidades en el medio rural.
Programas gubernamentales
Pieck (1996) afirma que la educación comunitaria que se practica por medio de los programas gubernamentales se torna contradictoria, ya que en muchas ocasiones no hay congruencia entre los programas y los contenidos de los cursos. Los programas normalmente se ubican como cursos para el desarrollo comunitario. Es el caso de instituciones como el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), Dirección de Educación de Adultos (DEA) y las misiones culturales.
Así mismo, en muchos casos los programas son de capacitación para el trabajo, enfocándose en cursos de oficios, talleres y cursos domésticos, que consisten en la capacitación para la elaboración de diversos productos desde la propia casa.
Las características compensatorias de estos programas limitan su impacto positivo en el desarrollo comunitario. Por otra parte, las principales críticas a los programas de educación para adultos se refieren a que no toman en cuenta sus propias necesidades e intereses. En relación con los talleres impartidos, no existe un seguimiento de resultados a corto, mediano y largo plazo (Pieck, 1991).
Por ejemplo, el programa Alianza para el Campo que se implementó en 1995 con el objetivo de aumentar progresivamente el ingreso de los productores en el medio rural e incrementar la producción agropecuaria. Entre sus actividades se destacan las de desarrollo de capacidades en el medio rural y las de fortalecimiento de empresas y organización rural. Se consideran programas de educación comunitaria, ya que cumplen con las características mencionadas anteriormente. Sin embargo, al analizar el programa a lo largo de los años, se puede decir que debe de trascender en el plano teórico hacia un modelo de desarrollo integral y contextualizar sus acciones para las personas del medio rural aunque no sean productores (Herrera y Lutz, 2008).
Asimismo, en la Evaluación del Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA) 2013 realizado por la SAGARPA se observa que, aunque cuenta con una metodología de capacitación y desarrollo bien estructurada, difícilmente movilizan a los actores para resolver los problemas detectados en su medio, porque no tocan necesidades primordiales o intereses concretos de los involucrados y no se toman en cuenta las causas de origen.
Con lo anterior, se puede mirar la ausencia de estrategias adecuadas a las necesidades de las comunidades. Además, para que la capacitación se pueda considerar importante para el apoyo en el desarrollo comunitario, la acción educativa debe de ir en continua adecuación y ajuste a los cambios que se van experimentando en la comunidad. En efecto, las acciones aisladas no tienen ninguna incidencia (Pieck,1988).
Programas desarrollados por OSC
Las OSC han buscado contribuir tanto en la cohesión social como en la supervivencia individual y colectiva (Reygadas, 2013). En este ejercicio, se ha desarrollado la práctica de la educación comunitaria con una relación directa al desarrollo comunitario, es decir, con aquellas actividades que se enfocan al mejoramiento de diversas áreas como salud, educación, infraestructura local, técnicas agrícolas y nutrición, entre otras. Normalmente, estas acciones se realizan con un enfoque participativo donde la gente se involucra de manera activa en el mejoramiento de sus condiciones de vida.
En los programas de educación comunitaria desarrollados por las OSC se han obtenido resultados interesantes. Por ejemplo, Reygadas (2005), al realizar una sistematización de los aportes para el desarrollo local de 34 OSC campesinas e indígenas, nos muestra cómo las acciones de las OSC suponen una apreciación de los saberes de las comunidades, que inciden en diferentes aspectos de la vida social, económica o cultural. También se logró observar que han realizado prácticas que contribuyen en cambios en el uso de recursos naturales y la producción agropecuaria, para lo cual diseñan y desarrollan estrategias para su implementación.
Así, su sistematización permitió ver que las OSC parten de un diagnóstico en las comunidades. Igualmente, le han dado importancia a la pedagogía de la educación popular, formación en derechos humanos y se han concentrado en especial en temas sobre igualdad de género, tomando en cuenta que la mayoría de participantes en los programas de educación comunitaria son mujeres.
Otros aportes de las OSC que destaca Reygadas (2005) son en el ámbito del desarrollo local. Por medio de la educación se ha tenido incidencia en temas como: producción, salud, alimentación, comercio justo, participación de la mujer, quehacer comunitario y organizacional, uso de tecnologías orgánicas, entre otros. En suma, la sistematización permitió observar cómo las acciones de las OSC toman en cuenta los saberes de las propias comunidades. Un estudio cualitativo realizado por Hernández et al. (2015) a seis OSC, también reconoce que éstas han aportado mejoramiento del ingreso y desarrollo de capacidades a sus beneficiarias.
Contrastes de programas de educación comunitaria: gobierno y OSC
Al observar el trabajo del Estado y de las OSC en el desarrollo de programas de educación comunitaria, se puede identificar un contraste respecto a la naturaleza de sus acciones. En primera instancia, que las OSC toman en cuenta los intereses de la comunidad, en contraste con los programas oficiales que llevan a cabo acciones aisladas y no toman en cuenta diagnósticos cercanos a la realidad.
La diferencia más importante se refleja en el impacto social que tienen. Mientras los programas oficiales tienen un significado social de reproducción de clases y marginación, las OSC dan seguimiento a sus acciones e inciden en el desarrollo comunitario.
Las OSC tienen un cúmulo de experiencias y evidencias de incidencia en el desarrollo local y del tejido social (Vargas, 2012). También implementan estrategias de educación para el trabajo, que contribuyen a que el nivel de competencia laboral mejore (Urrutia de la Torre, 2007). Además, muestran su capacidad para innovar e investigar, siendo muy importante la estrategia de gestión comunitaria que implementan (Hernández et. al. 2015).
Es destacable que las OSC logran tener un impacto social en el desarrollo comunitario, gracias a una atención más integral. En el caso de los programas oficiales, solo se enfocan en talleres o capacitaciones que, si bien aportan conocimientos prácticos, no tienen incidencia a nivel comunitario, ya que los aplican sin ningún seguimiento y sin tomar en cuenta las propias necesidades de las comunidades rurales.
Conclusiones
La revisión previa permite visibilizar que las OSC alcanzan impactos de largo plazo, en especial de orden cualitativo. Entre éstos, la generación y fortalecimiento de capacidades de las comunidades atendidas; mejoras en condiciones de vida, e incluso en iniciativas para influir en políticas públicas (Becerra y Pineda, 2015).
Asimismo, las OSC han jugado un papel fundamental en la asistencia como derecho humano. Si bien actualmente existen programas oficiales de educación comunitaria implementados por el Estado, en el marco de la política actual de austeridad y anticorrupción, México no destina recursos económicos para las OSC y éstas ahora no tienen acceso a los recursos para participar en su ejecución. Con todo, algunas continúan trabajando en el medio rural. Ante el impacto social positivo de la educación comunitaria desarrollada desde las OSC y el valor que tienen al mitigar, en cierta medida, problemas de desempleo y actividades productivas comunitarias en poblaciones vulnerables, urgen políticas no solo para la continuidad, sino para el impulso del trabajo educativo de las OSC.
Referencias
CEMEFI. (2020). Resultados de la encuesta Sostenibilidad de las OSC en el escenario actual.
Herrera, F., y Lutz, B. (2008). Instituciones y procesos políticos en el desarrollo rural El caso del Programa Alianza para el Campo en México. Gaceta Laboral, 14, 102-129.
Hernández, J., Herrera, F., y Chávez, C. (2015). Capacidades, liderazgos y estrategias de gestión de organizaciones de la sociedad civil en zonas rurales. Contaduría y Administración, 60(4), 817-835.
Pieck, E., y Aguado, E. (1988). La educación no formal rural en el estado de México (1980-1986): La actividad desplegada por las instituciones de estado : un estudio empírico. Colegio Mexiquense.
Pieck, E. (1991). Hacia un perfil de la educación comunitaria en el estado de México. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, 21, 13-47.
Pieck, E. (1996). Función Social y Significado de la educación comunitaria. Una sociología de la educación no formal (1a ed.). Colegio Mexiquense A. C./UNICEF.
Reygadas, R., y Zarco, C. (2005). Horizontes del desarrollo local. Aportes de las Organizaciones de la Sociedad Civil en México. Fundación Ford/Indesol.
Administración y organizaciones, 31, 107-129.
Reygadas, R. (2013). Encrucijadas de las organizaciones civiles en el México del Siglo XXI.
Reygadas, R. (2019). Las Organizaciones de la Sociedad Civil en México: Antecedentes y debate actual. Foro: El futuro de la Sociedad Civil en México, CDMX.
SAGARPA. Informe Final de Evaluación del Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria
(PESA) 2013.
Urrutia de la Torre, F. (2007). Informe de la evaluación comparativa de las estrategias de formación para el trabajo de dos organizaciones de la sociedad civil, dedicadas a la atención de la infanciay juventud callejeras en México. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, 37, 199-247.
Vargas, P. (2012). Reinserción de las organizaciones civiles en México. Estudio comparativo de la Ley de Fomento en diez estados. Espiral, 19(53), 125-149.
Zamudio, F., Corona, A., y López, I. (2008). Un índice de ruralidad para México. Espiral. Guadalajara, 14, 179-214.
*Licenciado en pedagogía por la Universidad Pedagógica Nacional, con
más de diez años de experiencia en la coordinación y desarrollo de
programas y proyectos educativos desarrollados por las Organizaciones
de la Sociedad Civil en el medio rural. Especializado en desarrollo
comunitario. Estudiante de la Maestría en Investigación y Desarrollo
Educativo de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.