El feminismo es un conjunto de ideas sobre el derecho y la igualdad de las mujeres en la sociedad moderna y liberal que nace en el siglo XVIII y XIX. Este conjunto de ideas feministas ha madurado y se ha dado en espacios intelectuales como la filosofía y la literatura; Simone de Beauvoir es un ejemplo claro de ello.
El feminismo ha madurado en el tiempo, desde el paso de la igualdad a la equidad de la mujer en la sociedad, la deconstrucción de las relaciones de poder entre los sujetos (hombre-mujer) y las instituciones sociales, hasta su diseminación en feminismos alimentados por teorías que buscan empoderar a las mujeres en el ejercicio de su cuerpo y sexualidad.
También, el feminismo se ha dado en otros espacios intelectuales. En este sentido, la universidad resultó ser un espacio privilegiado para la discusión, la crítica y las propuestas de cambio. El feminismo adquirió consistencia en las últimas décadas en espacios informales e formales de las universidades mexicanas.
En los espacios informales de las universidades se organizaron los colectivos feministas. En los formales, el feminismo adquirió consistencia académica. A manera de ejemplo, en la UNAM los estudios feministas comenzaron hace 25 años con el Programa de Estudios de Género (el PUEG), que ahora es el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) y, desde ahí, se han hecho propuestas de políticas institucionales de género, protocolos para casos de violencia contra la mujer, lineamientos para la igualdad de género, etc. De la misma manera, un importante número de universidades mexicanas oferta diplomados y programas de posgrado con enfoques de género y perspectivas feministas.
La universidad, como aseveraba, ha sido un espacio privilegiado para la discusión y para la crítica; pero también, y desafortunadamente, es un espacio que reproduce la estructura del sistema social en el que nace. En ese sentido, las críticas que ahora vierte el feminismo y los colectivos feministas a la universidad tienen razón de ser.
En la universidad, pese a los avances en igualdad de género, tenemos una organización y formas de gobierno predominantemente masculinas. La universidad, parece ahora que más que ser una institución de cambio es parte de la reproducción de una estructura social profundamente machista. Y esto es alarmante, las mujeres (estudiantes, académicas y administrativas) enfrentan casi a diario la violencia y el acoso sexual de los hombres (como estudiantes, profesores, compañeros de trabajo, jefes, etc.). La reproducción ideológica del machismo, una idea básica del poder del hombre sobre la mujer, está enquistada en la universidad.
La histórica estructura masculina de la universidad y el incremento del acoso del hombre sobre la mujer, ha ocasionado que los feminismos se radicalicen. El acoso sexual por parte de compañeros y maestros que han denunciado colectivos de feministas en las distintas universidades (por ejemplo, la UNAM, UAEM y el Colegio de México) da cuenta que estamos transitando a la exposición pública de un problema social, del cual la universidad forma parte.
Los colectivos feministas y en general las mujeres universitarias han tenido distintas expresiones del rechazo al acoso sexual, desde el movimiento #metoo académico, el performance “un violador en tu camino”, hasta las expresiones más radicales en las marchas como las pintas, vandalizar monumentos y la destrucción en las calles. Todas ellas, expresiones simbólicas y radicales que resultan ser el último recurso en aras de colocar en la agenda pública el problema del acoso sexual.
En el contexto de la radicalización y el enojo de colectivos feministas, mujeres de otros espacios sociales empiezan a sumarse a las protestas enojadas por una ola de violencia y asesinatos contra las mujeres. A esto último se le llama feminicidio, expresión de la esfera legal que tipifica la violencia y el asesinato de la mujer por el solo hecho de ser mujer.
La sobre exposición en los medios y las redes sociales de la muerte de la joven Ingrid es un caso terrible de feminicidio. Los dolorosos casos de las niñas Camila y Fatima son otra muestra que visibiliza cómo la violencia hacia la mujer alcanza hasta la infancia.
En este sentido, el paro nacional del 09 de marzo del 2020 -también ubicado como un día sin mujeres– es un llamado al gobierno, a las instituciones sociales y los individuos para dar el lugar, el cuidado, y respeto a la vida que la mujer debe tener. Pero, algunas personas (hombres y mujeres) aún tienen dudas sobre la razón del paro nacional, las cuales son alimentadas por teorías de la conspiración, el doble discurso, las dobles intenciones, la doble moral, la ignorancia y el miedo infundido.
El gobierno en turno asegura que el paro nacional -desde una teoría de la conspiración- es un movimiento infiltrado por el conservadurismo (de líderes y partidos políticos) que actúan en complot para atacar la estabilidad del gobierno; pero, el gobierno también asegura ser respetuoso del paro nacional y se pone la máscara feminista. Algunas instituciones gubernamentales (como la SEP) ha dado permiso para faltar al trabajo, pero las mujeres que participen deben avisar con tiempo. Algunos empresarios han dado permiso para faltar, aunque deberán reponer las horas de trabajo, y sostienen que las mujeres no saben la razón de ser del paro. Finalmente, los sectores más conservadores de la iglesia dicen que apoyarán el paro nacional, pero si las mujeres defienden la vida y dicen no al aborto.
A todo ello, hay que decirlo abiertamente: las mujeres que participen o deseen ser parte del paro nacional no necesitan la aprobación del gobierno, el permiso de los empresarios, de la iglesia o de la pareja. Pero, quizá si necesitan el apoyo para colocar en el espacio social y en las planas nacionales e internacionales los distintos tipos de violencia contra la mujer.
En México el paro del 09 de marzo apunta a ser una fecha que representa una protesta social de indignación de las mujeres frente a los distintos tipos de violencia, hostigamiento sexual e incremento de asesinatos de mujeres por el sólo hecho de serlo. Por eso debemos apoyar el paro, para denunciar y hacer público este problema que ya se ha volcado a las calles.