El enorme rezago que persiste en el sector educativo es la base sobre la cual se deberán establecer las nuevas prioridades en materia para la siguiente administración estatal.
En Veracruz la educación es un territorio devastado, sin orientación, sin proyecto educativo, sin crecimiento, sometido a las corporaciones. Después de seis años de gobierno morenista, en Veracruz no hay muchos avances, por el contrario, hay indicadores precisos de una regresión. Podemos observar, por ejemplo, lo que sucedió con la educación superior.
Durante el sexenio, en Veracruz decreció la matrícula de estudiantes de primer ingreso en el bachillerato; también se redujo el número de egresados de ese nivel. Decreció el número de estudiantes indígenas en la educación superior. Mientras que en el sexenio a nivel nacional hubo un crecimiento de la matrícula en la educación superior, en Veracruz decrece su número. En la CDMX, Nuevo León, Guanajuato, Puebla, Edomex, Tabasco y Jalisco, la matrícula de la educación superior creció por miles: en Veracruz, donde ya había rezago, se perdieron más de 7 mil lugares. Tenemos que observar las enormes diferencias que distinguen a nuestro país; mientras que en el sexenio que termina la CDMX, Nuevo León, Sinaloa, Puebla y Querétaro incrementaron su tasa de cobertura en la educación superior; en el extremo contrario, operó un proceso de desescolarización de los jóvenes y donde esto es más grave fue en Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Tlaxcala, Quintana Roo, Durango y Veracruz, donde más decreció la tasa de cobertura. Paradójicamente respecto a sus objetivos iniciales de reducir las desigualdades, como resultado del sexenio se incrementaron las desigualdades entre las entidades federativas, en las más pobres y desfavorecidas el sistema se ha reducido.
Esta regresión no es atribuible a la pobreza, pues entidades tanto o más pobres que Veracruz han tenido mejores resultados en el último sexenio. Tampoco es explicable por la pandemia de la Covid-19, pues en todos los estados del país golpeó con su fuerza devastadora y sin embargo Veracruz tiene los peores indicadores en educación. De ninguna manera podríamos decir que se explique porque hubo durante este periodo un distanciamiento con el gobierno federal o con Morena.
La regresión educativa se debe principalmente por el desprecio del gobierno hacia la educación, por haber colocado en los puestos directivos a personas carentes de formación académica, visión y perspectiva en materia educativa: al priorizar la lógica gremial, entregaron la educación a las corporaciones.
El perfil deseable para dirigir la educación estatal y sacarla de la zona de desastre en que se encuentra no puede determinarse por filiación o fidelidad política. Morena ya probó que eso no sirve para el desarrollo educativo del estado. Tampoco puede tener una pobre formación académica ni provenir de los terrenos de la simulación de las instituciones y los programas patito, ya se probó en Veracruz que eso resulta ineficiente y riesgoso, pues en efecto, la formación que se logra es deficiente e insuficiente para el ejercicio profesional, y se carece de legalidad y certeza en los títulos y diplomas obtenidos por la vía comercial.
En este sexenio que comienza tenemos el reto de mejorar en todos los indicadores educativos y sacar a Veracruz de la condición de rezago educativo que le aqueja. Es urgente que la educación se vuelva prioridad pública. Si como se anunció en la campaña se buscará ampliar la cobertura y mejorar la calidad de los procesos educativos, en Veracruz la tarea es enorme, por el rezago estructural, por la ausencia de un diagnóstico serio sobre el cual se diseñen estrategias de mejora, por la ausencia de una política de renovación académica que supere lo gremial.
Las y los ciudadanos de Veracruz no votamos por la regresión y el atraso, lo hicimos motivados por la esperanza de un cambio que mejore las condiciones educativas del estado. Eso inicia con un liderazgo con visión y compromiso con los profesores y los estudiantes de las escuelas, con autoridad académica y con honradez. Para tener visión hace falta formación y experiencia; para tener autoridad en materia educativa también hace falta legitimidad académica.
La conducción de la educación pública en Veracruz no puede seguir siendo resultado del amiguismo, el compadrazgo o el nepotismo como sucedió en el viejo régimen y como ocurrió en el sexenio que se extingue. Se requiere de un liderazgo académico, de una conducción por personas expertas en la materia, con formación y experiencia probada, honestidad y conocimiento sobre la educación y sus problemas. Se requiere compromiso para superar el atraso y la marginalidad. El problema que tenemos por delante es tan grande y complejo que no hay lugar para la simulación.