En días pasados, una nota del periódico Reforma señaló que, para 2017, el gasto publicitario de la Secretaría de Educación Pública (SEP) fue 27 veces mayor que lo presupuestado por el Congreso: de haberse aprobado 70.6 millones de pesos, se ejercieron $1,963 millones, es decir, una diferencia de $1,892.4 millones. Resulta extraño que de un año a otro (2016 a 2017), el gasto en publicidad prácticamente se haya duplicado, pasando de $1,082 a $1,963 millones. Aunque el sobre gasto sea una práctica que está contemplada legalmente en el manejo de los recursos públicos, da mucho a pensar el hecho de que año con año los gastos en el rubro de comunicación se excedan de manera cada vez mayor. Así pues, aunque permitido, el sobre gasto refleja cantidades de dinero ofensivas para la mayoría de los mexicanos, que pudieran sugerir falta de disciplina en la aplicación de los recursos y que contrastan con la austeridad que impera en buena cantidad de escuelas del país y, en general, de la vida de los mexicanos.
El despilfarro de la SEP, con un propósito para muchos debatible, tiene múltiples significados tanto simbólicos como materiales. Los casi dos mil millones de pesos que la SEP destinó al gasto publicitario representan, entre otras cosas, la subordinación de la educación a la política: resulta extraño observar que la intensificación del gasto en propaganda coincidió con el arribo de un funcionario cuyas aspiraciones por ocupar la presidencia de la República eran sabidas por todos. Crecen así las sospechas de que la SEP fue utilizada como un escenario para quien buscaba posicionar su imagen ante una inminente aspiración a ocupar un cargo superior. Por más que se diga que la detonación del gasto propagandístico obedeció a temas importantes que se tenían que difundir en aquel momento, es a todas luces antinatural que el gasto publicitario haya crecido exponencialmente, más de 700%, de 2013 a 2017. Así pues, parece que la SEP y la educación mexicana fueron rehenes de un personaje que prefirió destinar recursos importantes a difundir su “obra”.
El gasto excesivo en comunicación social refleja también la indiferencia de la clase gobernante ante las graves dificultades educativas del país. Resulta vergonzoso que mientras México sufre de problemas considerables de acceso y trayectoria escolar, se gasten cantidades tan fuertes en campañas publicitarias. Entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es de los últimos en cuanto a gasto anual educativo por estudiante (3703 dólares) desde el nivel primario hasta terciario. En contraste, la media de la OCDE se ubica en 10,759 dólares, es decir, el gasto mexicano es casi tres veces menor al del promedio de los países de esta organización. Si se considera que en México se gastan aproximadamente 70,000 pesos anuales por estudiante (cifra debatible, pero se toma como referencia), con el monto no presupuestado destinado a propaganda se hubieran podido asegurar los recursos económicos necesarios para darles servicio a 27,000 alumnos desde educación primaria hasta terciaria. ¿Cuántas escuelas, maestros, libros y otros recursos básicos implicarían darle servicio a esta cantidad de estudiantes? Resulta contradictorio entonces que el sobregasto en publicidad de quienes supuestamente defienden el futuro de la niñez pudiera haber representado el gasto anual de 27,000 alumnos en un país con problemas considerables para ingresar, permanecer y avanzar en el trayecto escolar.
Si consideramos que, según la INEE (2015), el salario anual promedio de un maestro de primaria es de 13,684 pesos, entonces con el sobre gasto en publicidad de 2017 se hubieran podido cubrir los salarios de 11,524 docentes, los necesarios para el funcionamiento de 1,920escuelas primarias con un grupo para cada grado. Si se tiene en cuenta que el tamaño de grupo promedio de México, de acuerdo con la OCDE (2017), en el nivel primario, es de 22 estudiantes, entonces los casi dos mil millones de pesos gastados en publicidad hubieran alcanzado para pagar por un año el salario de los profesores a cargo de más de 253,440 alumnos, excluyendo obviamente otros factores como la infraestructura y otros gastos de operación.
El enjambre publicitario que apareció en 2017 con motivo de la aparición del Nuevo Modelo Educativo resaltaba, entre otros beneficios, la enseñanza del Inglés. Resulta contradictorio que el monto que se destinó a publicitar, entre otros asuntos, la enseñanza de una segunda lengua, haya incluso superado los 688 millones de pesos que se gastaron en el Programa Nacional de Inglés durante 2016. De este modo, se gastó más en promocionar los beneficios de la enseñanza de la segunda lengua, que en el programa destinado a ello: salió más caro el caldo que las albóndigas. Los casi $1900 millones que la SEP destinó a comunicación social también sobrepasaron el monto para otros programas presupuestarios de 2016, tales como Diseño de la Política Educativa ($1,342.6 millones) o Fortalecimiento de la educación temprana y el desarrollo infantil ($641 millones) (INEE, 2018, p. 314) . Así pues, se observa que la propaganda representó una de las prioridades de la SEP por encima de otras tareas más trascendentales.
Es inadmisible que la SEP destine recursos tan amplios a la comunicación social, cuando en las escuelas mexicanas hay tantas muestras indignantes de austeridad y abandono. Ante esto, surgen preguntas en torno a los casi dos mil millones de pesos gastados para este fin en 2017: ¿cuántas aulas se pueden construir para las escuelas primarias que tienen más grupos que salones (13.8% del total de escuelas)? ¿Cuántos sistemas de drenaje es posible instalar para las primarias que cuentan con fosas sépticas (42.9%)? ¿Cuántas techos de lámina, cartón, palma o carrizo del 4.7% de escuelas comunitarias se pueden mejorar? (INEE, 2016) ¿Cuántas computadoras se pueden adquirir para las primarias que no tiene al menos una para uso educativo (35.3%)? ¿Cuántos tutores es posible costear para los profesores de nuevo ingreso que declararon no contar con alguno (34.1%)? (INEE, 2018). Por lo visto, estas preguntas no aparecieron ni remotamente en las mentes de quienes ejercieron gastos tan exorbitantes en comunicación social. Para colmo, el principal responsable de este gasto, hoy ya en otras funciones, ha negado que lo anterior se trate de una “grosería” a la educación mexicana: tan exorbitante su cinismo y su narcisismo como su falta de sensibilidad ante los problemas educativos del país.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.) y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
REFERENCIAS
INEE. Infraestructura, mobiliario y materiales de apoyo educativo en las escuelas primarias. ECEA 2014. México: autor, 2016.
INEE. La Educación obligatoria en México. Informe 2018. México: autor, 2018.
INEE. Los docentes en México. Informe 2015. México: autor, 2015.
OCDE. Panorama de la Educación 2017. Indicadores de la OCDE. Madrid: Santillana, 2017.
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